miércoles, 26 de noviembre de 2008
Venezuela: Una buena dosis de resistencia
En Venezuela (como en casi todo el mundo), la oposición ultraconservadora conoce muy bien los errores de la izquierda. Y, gracias a ese conocimiento, le busca las caídas. Desde hace algún tiempo (es posible que desde la primera victoria de Chávez) la derecha sabe cómo moverle los cimientos a la revolución bolivariana. Ellos (los ultraconservadores, los cara dura, los anti-pueblos, los fascistas) saben que a Chávez se le gana a través de los camaleones que pretenden derrumbar (o sacarle provecho) al proyecto revolucionario.
Me cuesta afirmarlo, pero, por muy asombroso que parezca, es cierto: Antonio Ledezma, uno de los hijos de la nefasta cuarta república, ha ganado la alcaldía de Caracas. Ese triunfo, sumado al de Capriles (Mendoza) en la Gobernación de Miranda, debe llamarnos (a los revolucionarios) a profundas reflexiones. Es normal que cualquier pensamiento distinto a la revolución consiga una victoria, pero, ¿es normal que Ledezma o Capriles-dos representantes de la negación al colectivo-alcancen triunfos en este instante histórico? Pues, esto más que invitarme a la normalidad me aumenta la dosis de resistencia.
Semejantes conquistas (a la derecha le fascina este término) de estos dos colosos del conservadurismo, hay que justificarlas en el laborioso y consecuente trabajo que (por atajos y encrucijadas) vienen realizando los camaleones que asaltaron el chavismo. Normal es que cualquier persona se incorpore de pronto a un proceso transformador, pero, ¿normal es que (en la madrugada) lobos (o adecos) disfrazados de revolucionarios secuestren el liderazgo medio del chavismo? Más que a la normalidad esto me convoca a aumentar la dosis de resistencia (con una revisión existencial que surja como un volcán consciente).
La dosis hay que buscarla en las entrañas del pueblo: y cuando digo pueblo hay que comenzar a colocarle nombre, apellido y formación ideológica a cada parte vital e individual de ese pueblo. Ha llegado la hora determinante de poner las cosas en su lugar; el proceso ha sido secuestrado por un grupo de lobos, esto se viene diciendo desde hace tiempo pero poco se le presta atención: lo sabe ese pueblo que tiene nombre, apellido y anda discutiendo esa necesidad de formación. ¿Qué haremos-a continuación- los revolucionarios que hemos permitido que aquellos lobos le abrieran la puerta a la derecha fascista? ¿Qué salidas buscaremos-ahora-cuando hemos dejado dormir el necesario y siempre urgente debate ideológico? Son muchas las preguntas que nos deben activar la resistencia; incluso, es importante que el propio presidente Chávez se formule muchas interrogantes. ¿Hasta qué punto hemos aprendido a no dejarnos confundir por la sonrisa amable que muy efusivamente nos dice (con la rabia maquillada): ¡Viva la revolución, camarada! o es que tiempo después continuamos siendo el pueblo ingenuo que cae ante la sonrisa engañosa del lobo hambriento?
En revolución-y en la vida en general-la ingenuidad no es suficiente. Ya lo dijo Alí Primera: “La inocencia no mata al pueblo pero tampoco lo salva; lo salvará su conciencia y en ello apuesto el alma.” Estamos en una etapa determinante. El triunfo de estos dinosaurios de la política nos puede servir para que nos revisemos. Pero, esa revisión, es urgente; debemos ir a los infiernos de nuestro proyecto y enfrentar las miserias que nos amenazan. Luego saldremos a buscar la luz que requiere el proceso. Por ahora, sólo nos queda felicitar a los camaleones del chavismo. ¡Qué bien lo han hecho muchachos! Disfruten la mentira mientras nosotros descendemos-para la lucha-hasta los infiernos de su miseria.
¡Hasta la Victoria siempre, camaradas! (Esta frase va para el Pueblo con nombre, apellido y formación ideológica).
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