La invocación a la calma por la calma no ha logrado la aceptación de las regiones y sectores en conflicto. El pueblo en lucha persiste en sus exigencias, firmes en que el diálogo y las actas firmadas no sea una burla ni caiga en el descrédito como ha venido ocurriendo en muchos casos. La criminalización de la protesta, las amenazas y el estigma de agitadores a los dirigentes, la represión a la que siempre se apela, no lograrán diluir la ira acumulada en quienes demandan soluciones.
Han sido suficiente escasos días para demostrar que los conflictos sociales no se derivan ni marchan en función de un gabinete recompuesto con una nueva cara como Primer Ministro, tampoco por la realización de una Cumbre Internacional, como la APEC, a la cual asistirá el repudiado presidente del Estados Unidos, George W. Bush.
Las protestas desatadas en Canchis, Sicuani y en varias provincias de la Región Cusco con movilizaciones masivas, bloqueo de carreteras y turbas en desborde, el paro de Moquegua y la reacción de Tacna por el tema de la distribución del canon minero, Chota y Cajabamba en Cajamarca exigiendo infraestructura vial, la marcha hacia Lima anunciada para este mes por los pobladores de la cuenca del río Huaura-Oyón (Región Lima Provincias), cansados de esperar el asfaltado de la carretera Huaura/Río Seco-Sayán-Churín, Oyón-Yanahuanca-Ambo, el reinicio de la huelga nacional indefinida de la Federación Nacional de Docentes Universitarios del Perú (FENDUP), la huelga indefinida aprobada por la III Cumbre Amazónica para el 10 de noviembre en las regiones San Martín, Ucayali y Madre de Dios, las acciones de la comunidades campesinas en confrontación con las empresas mineras por la contaminación ambiental, la persistencia de la CGTP para el cambio del modelo y solución a los problemas laborales, diversas luchas regionales y sectoriales. Son algunos ejemplos que la convulsión social no cesa, mientras el gobierno se mueve en el fango de la corrupción.
La protesta de los pueblos y los niveles de violencia como ha ocurrido en los últimos días se incrementa en tanto las raíces de la desigualdad social, la inoperancia y el olvido, así como las políticas de gobierno y de Estado se conserven sin voluntad de un cambio profundo. Situación que se complica por la crisis financiera internacional que empieza a golpear las puertas la economía peruana, a pesar del discurso fantasioso de Alan García minimizando sus efectos.
Sin embargo; tal como lo señalan los documentos preparatorios de la Asamblea Nacional de los Pueblos, resultan insuficientes los avances con la constitución de la Coordinadora Política y Social (CPS).
En el Perú todavía subsiste una gran fragmentación del movimiento social y el proceso unitario está aún concentrado en la dirección de las organizaciones más avanzadas, sin lograr incorporar a todos bajo una sola propuesta programática, una sola estrategia, una sola dirección, un solo plan de acción; es el caso de AIDESEP, organización de comunidades nativas, las Cumbres Amazónicas y la Cumbre de los Pueblos, movimiento agrario e indígena que no logran articularse entre sí ni se allanan a una sólida unidad con la CPS, igual ocurre con el espacio de gobiernos regionales, profesionales, artistas e intelectuales, es decir hay una gama de movimientos representativos que juntos podrían ser parte de la elaboración de una plataforma que sea expresión del gran espectro social del país. En este sentido la Asamblea Nacional de los Pueblos, adquiere singular importancia al proponer constituirse en un espacio de elaboración de propuestas alternativas para el avance en las luchas del pueblo.
A eso hay que agregar que detrás de los movimientos sociales hay una variedad de proyectos políticos de izquierda, que, mientras no asuman un trabajo realmente unitario y de masas será difícil converger finalmente en un solo movimiento político y social. La izquierda, valgan verdades, no amalgama un solo proyecto político, dando la sensación, algunos, que hay que ir al movimiento social para estar presentes y subsistir como grupos. De por medio queda un camino por recorrer buscando solucionar la crisis duradera que aún no logra ser superada totalmente.
Darle fuerza y orientación coherente a esa gama de luchas sociales para acumular fuerzas exige un profundo proceso de renovación, liderazgo político y la unidad más amplia de la izquierda con las fuerzas que luchan por el cambio en confrontación con el modelo neoliberal. Asumir la vocación de ser gobierno y poder para aperturar un proceso que haga realidad los cambios exigidos, es un reto ineludible.
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