Fernando Buen Abad
Aunque algunas definiciones dominantes aluden a producciones audiovisuales, el documental es mucho más que películas o videos. No es sólo documental lo que se registra audiovisualmente para ser exhibido en circuitos más o menos marginales o marginados. Caben en el documental cartas, crónicas y bitácoras escritas o habladas, caben objetos diversos, vestimentas, olores o aromas, texturas y emociones. Cabe también lo invisible.
El documental no es un ente incorpóreo que habita en latitudes extraterrestres desde donde ilumina con sus reflejos la inteligencia de ciertos elegidos. El documental es producción de Imágenes concretas de individuos concretos que bajo intereses concretos eligen esa parte de la realidad que consideran pertinente para sostener hipótesis más o menos precisas. Es producción o selección de Imágenes concreta inevitablemente comprometida con sus marcos teóricos y metodológicos y necesariamente obligada a someterse a exámenes éticos y estéticos aunque se omitan con frecuencia. Por eso el término documental con sus Imágenes suele necesitar adjetivos que le recorten sobrantes y faltantes para definirse con exactitud. Toda praxis documental posee una tensión dialéctica compleja, entre contenidos y formas, que no se agota con tipologías.
El documental requiere investigación, financiamiento y exhibición críticas y auto críticas. Son sospechosas las definiciones de escritorio despegadas de la praxis documental. Documentales científicos , históricos , educativos , políticos , institucionales producidos, según los cánones o estatutos más rigurosos de algunos cenáculos académicos, pueden ocultar propaganda mercenaria al servicio del engaño, la explotación y la miseria. ¿Quién pone el dinero para hacer documentales, quién los hace, cómo los hace, desde dónde, para qué? ¿Dónde exhibe, muestra, expone? No son preguntas secundarias ajenas al repertorio de ideas e intereses que dan base y metas a la realización documental se muestre como se muestre.
No basta con presentar secuencias de Imágenes en hechos testimonios o documentos con una objetividad que no ha sido capaz de precisar acabadamente sus relaciones con la historia, con los conflictos de clase y con sus compromisos sociales. La idea judicialezca de que el documento positivamente adquirido y mostrado basta para formular juicios sobre la realidad peca de ingenua. No basta con el hecho , se requiere el análisis del hecho . Histórico, científico político... Todo documento es, él mismo, sujeto de interrogaciones múltiples. ¿Cómo se consigue, quién lo provee, qué pide a cambio, en qué contextos, con qué argumentos? Un documento no es cosa sagrada , o Imagen de totalidad, que adquiere autoridad social por sólo por existir, ningún documento tiene valor sin su contexto histórico y no hay metafísica de la prueba capaz de sostenerse sin una relación detallada de sus nexos con las condiciones y contradicciones concretas de individuos concretos determinados por relaciones sociales concretas.
Tampoco puede el documental con sus imágenes ser inocente o indiferente a su obligación de auto, definirse tras un proceso de debate y síntesis filosófico práctico donde actúen los conceptos realidad , verdad , objetividad , Historia como agentes definitorios de su inspiración y acción políticas en las ciencias, la historia, la antropología etc. Captar la historicidad de los procesos es pensar históricamente. Es que nadie hace documentales inocentemente. Toda praxis documental , en cuanto reproducción o representación de la vida y sus condiciones objetivas, está mediada por la reflexión y la reflexión es una dimensión de la praxis social. Por la relación dialéctica e indisoluble entre teoría y práctica.
Quienes piensan que el documento sólo debe servir para informar, incluso educar , con la idea de que esto es posible de manera aséptica... objetiva (eso quiere decir desvinculándose de toda referencia ideológica) pretenden un documental a, político imposible. Inexistente. Hay incluso quienes piden no opinar , abstenerse de evidenciar el pensar propio ante documentos presentados in Vitro . Estos son los más sospechosos. Se oponen a lo tendencioso con una tendencia de ocultamiento que ellos practican, y ocultan. Suelen llenar espacios en organismos burocráticos gubernamentales, partidistas, universitarios. Suelen ser conspirativos y perversos vestidos con togas y birretes de cientificidad inmaculada fácilmente convertible en conferencias, becas, congresos y publicaciones. Suelen ser funcionales a un sistema de ideas donde se dedican a fabricar documentales y documentos anodinos basados en la ambigüedad, la falta de rigor, la autocomplacencia de élite y el buen gusto de no molestar a nadie con ideas e imágenes políticas incómodas. Ideólogos posmodernos defensores de cierta pureza heredera universal del ocultismo.
Un recurso fácil contra el documental o el documentalista no asépticos es satanizarlos con el típico estilo Torquemada. Son quemados con la leña verde más fina de la indiferencia y los epítetos maniqueos. Son sometidos reducciones inclementes y acusados de políticos , de propagandistas de izquierda , resentidos y, ¿por qué no?, de envidiosos . Suele, incluso, suscitarse una creatividad frondosa preñada con humorismo cruel donde no escasea la puesta en duda y subestimación de la inteligencia. Tácticas, en su mayoría, descalificadoras ideadas para cerrar el paso de toda expresión que no ensamble complacientemente con los pensamientos y acciones hegemónicos. Intolerancia y autoritarismo, puede decirse. Hay muchas argucias para despolitizar la historia y el documental a favor de discursos e Imágenes sin fuerza interior y sin pasiones . Un documental que se niegue a asumir la politicidad de lo histórico y sus implicaciones será sospechoso de ignorancia, indiferencia e indolencia porque desaprovecha los avances teóricos y prácticos del conocimiento social e histórico desde la época de Marx.
Pero el problema mayor del documental no radica en sus ideas e Imágenes (y su diversidad) sino a quién sirven tales ideas e Imágenes. El documental es praxis de un proceso de Imágenes complejo trabado con la realidad toda, realidad que, en cierto sentido, tiene una existencia externa al hombre, y que, por la praxis, se convierte en una realidad social. En este proceso, hombres y realidad e Imagen se transforman teórica y prácticamente. Y el tipo de teoría y praxis que es necesaria siempre es aquélla que se inspire y responda en a la idea y práctica de libertad, «praxis sin teoría, es decir, por debajo del estado más avanzado del conocimiento, ha de fracasar necesariamente [...]» se refleja el hecho de que la sociedad representa una unidad dialéctica entre ser y conciencia, y por tanto es un todo . No totalitario.
Es en la práctica documental donde la reflexión teórica logra la demostración de la verdad con Imágenes, pero no de manera directa. Son imprescindibles el análisis y la interpretación (la reflexión que complementa la acción); en otras palabras, la práctica se constituye en el criterio de verdad, lo que significa que es necesario el enfrentamiento de la teoría y de la práctica, de la reflexión y de la acción... documental y documentalista no están exentos. Pero hay que estar en contra de las formas más estrechas de la actividad práctica.
Sin teoría revolucionaria del documental y de la Imagen no puede haber movimiento revolucionario del documental y de la Imagen en general. El desarrollo del conocimiento humano es imposible sin un desarrollo de la sociedad humana; hay barreras objetivas, que impiden prácticamente cierto conocimiento de la realidad humana, barreras que en última instancia solamente puede superar una acción real que, como dice Marx en las Tesis sobre Feuerbach, sólo es concebible, racionalmente, como praxis revolucionaria. El documentalista debe ser bastante cauto como para atreverse a dar recetas de índole general que primen sobre el material histórico concreto, sin considerar las particularidades de cada contexto. Hay que tener cuidado con el método y modo de mirar los hechos para no caer en generalizaciones abusivas que conspiren contra la especificidad de cada proceso.
El documentalista desarrolla un trabajo ubicado necesariamente en una posición de clase. Sea o no crítico de ella, esté dispuesto o no a transformarla y transformarse. Tal trabajo como muchas cosas de la vida misma requiere definición de objetivos y acciones consecuentes con tales objetivos. Pero la definición de objetivos como la elección o creación de acciones no se despega de la complejidad dada en una sociedad dada. Pesa sobre el documentalista y sobre su trabajo el repertorio general de contradicciones y desigualdades en el que se desenvuelve su ser y su actuar y pesa ineludiblemente su grado de conciencia sobre las desigualdades y las contradicciones sociales. Entonces el documentalista enfrenta permanentemente un debate teórico y práctico con la realidad, es de este debate y del grado de desarrollo de su conciencia y de sus relaciones sociales donde el trabajo del documentalista encuentra principios y finalidades que se mueven con la inercia de una dialéctica política que es al mismo tiempo individual y colectiva sin disociarse. Sus imágenes e ideas sobre el documental dependen de esto. Por ejemplo, El Capital de Marx es un documental desde abajo: la historia vista con los ojos de sus víctimas
Proponer a un documentalista que desarrolle un filosofar político correcto y concreto es, en primer lugar, proponerle un pensar y hacer crítico conjunto trabado profundamente con las ciencias más avanzadas. Es proponerle un pensar y hacer colectivo dispuesto a reconocer, una a una, las condiciones y características de la sociedad en que trabaja para caracterizarla genuinamente, incluidas las calamidades, desigualdades y
contradicciones específicas. Eso incluye su realidad laboral, su nivel educativo, sus responsabilidades éticas y estéticas. La libertad de su producir Imágenes. Eso incluye su conciencia de clase y su integración organizada y crítica con grupos avanzados teórica y prácticamente. Eso incluye su capacidad creadora para experimentar y proponerle a su trabajo documental ideas e Imágenes que renueven los diálogos más profundos a que aspire una obra que tarde o temprano pretenda ser de todos.
Un documentalista puede (a caso debe) ayudarse con las categorías centrales del análisis económico no economicista. A través de ellas puede entender lo esencial si al mismo tiempo las interrelaciona para descubrir cómo se estructura y jerarquiza la totalidad social y el papel que en esa totalidad cumplen los hechos documentables . Marx, sobre la idea de totalidad, considera que en ésta se encuentra un factor dominante "la producción"; que es iluminación general donde se bañan todos los colores y que modifica las particularidades de éstos. Como un éter particular que determina el peso específico de todas las formas de existencia que allí toman relieve.
Cuando habla de condiciones materiales el análisis de Marx no restringe la producción al sentido económico del término, involucra todos los aspectos materiales relacionados con la producción y reproducción de la vida social, de las relaciones centrales de una determinada estructura y de la reproducción de los miembros de dicha sociedad. Indicar la primacía de las condiciones materiales de existencia supone establecer un sólido fundamento para el estudio documentalista . Ese es un comienzo en la investigación documentalista que se apoya datos medibles, cuantificables que podemos estudiar rigurosamente. Jerarquizar los datos históricos con sus condiciones materiales implica poner en el centro del documental al hombre en sociedad, liberado de explicaciones metafísicas que ubican como razón de la historia a fuerzas sobrenaturales, geográficas o extraterrestres.
No es el grado de desarrollo técnico sólo lo que determina a los períodos de la historia ni la evolución en las capacidades productivas sino el tipo de relaciones existentes. Es importante la acción del hombre no disociada de la técnica, la evolución de la ciencia y de los objetos de trabajo, como si éstos no fueran obra de los hombres e hiciera parte de las relaciones humanas. Para la producción de Imágenes documentales importa mucho aquello que realmente indica cambio de una organización social y que es la transformación de las relaciones de producción en otras diferentes. Dicho de otra manera importa significativamente al documentalista eso que define una época histórica en la naturaleza de las relaciones que se establecen entre los hombres. Para que el documentalista pueda conocer con exactitud cuáles son los objetivos históricos de un país, de una sociedad, de un grupo, lo que importa ante todo es conocer cuáles son los sistemas y las relaciones de producción y cambio de aquellos. Sin ese conocimiento es posible hacer documentales parciales, que capturarán y expresarán imágenes secundarias, lejanas pero no se hará documental en el sentido que aquí se entiende porque la actividad práctica más importante no quedará explícita . La historia de todas las sociedades que han existido hasta ahora, es la historia de la lucha de clases .
El documentalista puede con el análisis de las clases romper toda interpretación mecanicista de la historia. La teoría de clases en el documentalismo contribuye a enfatizar la acción de los sujetos conscientes es son motor de la historia, y del Documental , porque esa acción se desenvuelve en condiciones objetivas, donde los hombres actúan y que, de hecho modifican con sus acciones, sea para reforzar las condiciones y relaciones de una sociedad, sea para transformarlas.
Resume Walter Benjamin: La lucha de clases, que el historiador educado en Marx tiene siempre presente, es una lucha por las cosas burdas y materiales, sin las cuales no existen las más finas y espirituales. Pero estas últimas están presentes en la lucha de clases, y no como la simple imagen de una presa destinada al vencedor. En tal lucha esas cosas se manifiestan como confianza, valentía, humor, astucia, impasibilidad y actúan retroactivamente en la lejanía de los tiempos.
Todo documental es un enunciado en Imágenes abierto que se crea o se descubre bajo la dialéctica social de la verdad y la realidad. El documentalista no debe ser un historiador , en el sentido empobrecedor, es decir, no debe ser un especialista cuya práctica profesional se autolegitima a partir de la reconstrucción de fragmentos del pasado, práctica anclada en un territorio reducido y un espacio microscópico, descuidando cualquier interpretación global de la totalidad social.
Marx propuso la historia razonada ; o sea, una historia que ni separa ni mezcla el momento económico, el social, el político y el puro acontecer sino que los combina todos. Más aún esta historia razonada, por el brotar espontáneo de los razonamientos, por la viveza y la ironía del relato es una historia viva . Además, uno de los elementos fundamentales de una historia razonada radica en la interrelación entre estructura y acontecimientos, relación que antes de Marx y Engels no se había efectuado. Marx mezclaban adecuadamente los datos históricos y el análisis teórico es una mezcla química -afirma Schumpeter-, introdujo los datos históricos en el propio razonamiento del que deriva sus conclusiones. Fue el primer economista de rango superior que vio y enseñó, sistemáticamente, cómo la teoría económica puede convertirse en análisis histórico y cómo la narración histórica puede convertirse en histoire raisonnée.
Hay un salto cualitativo necesario en las definiciones y las acciones documentalistas que implica, entre otras cosas, una táctica de rupturas y construcciones de Imágenes sucesivas y escalonadas. Romper con práctica documental exclusiva de los lenguajes audiovisuales. Romper con las ataduras estatutarias ideadas por algunas escuelas contemplativas enamoradas de la clasificación. Romper con la negación del filosofar político en beneficio de cierta inmaculada concepción del documental científica y políticamente correcto. Romper con el mito de la objetividad periodística . Romper con la idea del documentalista ignorante, cineasta de segunda categoría, que goza fanáticamente con el descubrimiento de su mirada ante el espejo de su vanidad financiada burocráticamente. Romper con la colecta de limosnas que enturbian la claridad del trabajo documentalista. Romper con los sectarismos y las auto, proclamaciones. Romper con los nacionalismos y los chovinismos. Romper con la negación de la estética y la poesía.
Construir, a cambio, definiciones nuevas del trabajo y del objeto del trabajo. Construir relaciones de producción nuevas en las que el trabajo documentalista tenga dignidad y justicia como cualquier otro trabajo no alienado y no alienante. Construir un marco de trabajo nuevo donde la propiedad de las herramientas de producción deje de ser privilegio de unos cuantos, donde la propiedad privada de esos medios sea abolida. Construir una ética de investigación y documentación basada en las tesis teórico, metodológicas más avanzadas en contra de las sectas sabiondas y de los mercachifles del conocimiento. Construir espacios de exhibición y critica nuevos donde la exhibición no implique besamanos y la crítica no implique lisonjas.
Construir tácticas y estrategias nuevas para la capacitación y formación de muchos documentalistas nuevos que dispongan libremente de ideas y herramientas para documentar sus problemáticas y conquistas. Construir organizaciones de base anti, imperialista con documentalistas militantes de una revolución de la Imagen y la comunicación capaz de ponerse a la vanguardia de las mejores luchas históricas, es decir, al lado de los obreros y campesinos que lideran la transformación del mundo todo.
Si la lucha contra la opresión no es también la lucha del documentalista hacia una nueva sociedad, está condenado a la derrota. A menos que se tenga una idea clara del objetivo, será imposible tener una estrategia o una táctica documentalista científicas. Es totalmente natural que un documentalista esté obligado a ser un activista de la Imagen. Un documentalista es realizador de un trabajo tensionado por una distinción entre compromisos en la política y compromisos en el pensamiento. Si el compromiso es permisible en filosofía y ciencia política, el documentalista debe sostener un tacto moral que le deje incorporar sus compromisos sin dogmatismo. El documental debe ser fuerte y efectivo. Debe basarse en una comprensión clara y sobria de la situación, de las capacidades propias y de las metas. Las concesiones ideológicas debilitan al documental y al documentalista tanto como la rigidez ultra de cualquier tipo. En el trabajo documental tener objetivos claros y confianza en la justicia de su causa son condiciones imprescindibles.
Todo documental es limitado. El documental no es la revolución. No puede hacer un conocimiento y acción completos. Aun siendo consciente de la riqueza y variedad de vida social, el documentalista no debe olvidar que esta se estructura de una particular manera y que su trabajo puede ser una contribución en la transformación de la sociedad y sólo eso. Necesitamos saber nítidamente de qué lado estamos.
La contradicción entre trabajo y capital sigue siendo central y fundamental. El conflicto entre trabajo y capital no es solamente un choque de intereses, sino que también involucra una contraposición de valores, principios y morales. El grado de claridad que pueda y deba ofrecer esto al trabajo de los documentalistas puede traducirse en acción organizada horizontal y no autoritaria empeñada en ser eficaz y eficiente. Es un desafío colectivo que interroga sobre el nivel de conciencia y participación. Entre otras cosas pasar de la queja a la acción. El documental será revolucionario o será nada.
¿Estamos lejos?.
No hay comentarios:
Publicar un comentario