lunes, 10 de noviembre de 2008

Aquellos piquetes, de Mosconi al Pueyrredón


El movimiento piquetero por dinámica, formas organizativas novedosas e impacto político fue un actor principal en la resistencia al neoliberalismo extremo desde fines de los ´90 hasta 2002. La recomposición del sistema político y económico tras la crisis abrió desafíos para los desoccupados y sus organizaciones sorteados con diferente suerte.
Si se trata de luchas contra el neoliberalismo en su etapa de mayor profundización - el gobierno de Carlos Menem - no podemos dejar de mencionar las fuertes luchas en Jujuy, de los obreros despedidos por la privatizada YPF en Salta y Neuquén, la aparición de la CTA demarcándose como alternativa de la CGT y conteniendo importantes luchas docentes y estatales, los jubilados y estudiantes movilizados. Todas ellas prologaron de una u otra forma el estallido popular de 19 y 20 de diciembre de 2001. Todas ellas fueron determinadas por la aparición desde el llano más oculto de los movimientos de trabajadores desocupados, que imprimieron un extraña mezcla de radicalidad y acción directa, con participacion familiar y acciones masivas.
La derrota perpetuada por la dictadura, se había sentido en la dispersión de los `80, el campo popular estaba desestructurado orgánicamente. La lucha por los derechos humanos y en menor medida, la aparición de un partido de izquierda como el MAS - que logró convertirse en cuarta fuerza en las elecciones de 1989 para sumirse luego en un proceso de divisiones internas - fueron datos salientes de aquella coyuntura cada una con diferentes particularidades y alcances. Ya en los ´90, y con el colapso de la Unión Soviética, la ofensiva neoliberal redobló el saqueo, la apertura comercial y financiera, las privatizaciones y el modelo importador acelerando la desindustrialización y generando grandes bolsones de pobreza mientras crecía endeudamiento externo.
Y esa desocupación creciente sería la mecha a mediano plazo. Retomando entre otros, procesos como las tomas de tierras en el conurbano (Varela Quilmes y Matanza)núcleos de militantes hacía fines de los ´90 comenzaron a volcar su actividad en los barrios, sobre todo aquellos circundantes al cordón fabril que rodea del lado de provincia a la Capital Federal. Entre los abandonados cascos de las industrias cerradas, fueron creciendo las villas y los asentamientos, y allí los comedores populares comunitarios. Esas familias, principales víctimas del capitalismo neoliberal, dieron nacimiento luego al movimiento piquetero.
En la medida en que la crisis del modelo de valorización financiera se acrecentaba, y se acrecentaba la miseria, los piquetes, tomados inequivocamente de las puebladas en Mosconi, Salta y Cutral Có, Neuquén, se convertían, por dinámica, masividad, contundencia y repercusión política, en hechos cotidianos que ponían en tela de juicio - tal cual lo expresaban los políticos de los partidos mayoritarios y voceros de los medios de comunicación masiva - la “gobernabilidad”. ¿El reclamo general? de lo más básico: trabajo
Los Movimientos de Trabajadores Desocupados (MTD)y el Movimiento Teresa Rodríguez (MTR) se articularián desde la autonomía de partidos, centrales sindicales y la iglesia y tendrián predominancia en zona Sur. Desde la Matanza, la Federación de Tierra y Vivienda (FTV)pertenenciente entonces a la CTA con Luis Delía como referente, crecería y trabaría una alianza con la Corriente Clasista y Combativa (CCC), brazo territorial y sindical del Partido Comunista Revolucionario. El resto de las organizaciones partidarias abrirían frentes de desocupados en una segunda etapa.
Los mencionados comedores, a los talleres de oficios y grupos de trabajo, a los roperitos, a la alfabetización, a las asambleas - encarados con distinto dedicación por el conjunto de las organizaciones - convocaban a la familias desocupadas a la lucha. Los piquetes fueron haciéndose cada vez más repetidos e intensos, y los movimientos, aún en su corta experiencia, fueron claves en el desgaste y el proceso final qué marcó la caída del gobierno continuista y neoliberal de la Alianza. “Piquete y cacerola la lucha es una sola” se escuchó cantar el 19 de diciembre a la noche en la Plaza de Mayo, y el eco perduraría una meses más.
La interna entre fracciones dominantes, devaluadores versus dolarizadores se impusieron los primeros a través de Eduardo Duhalde. En el mismo trimestre en que la economía argentina comenzaba a mostrar signos de crecimiento que no se detendrían hasta la actualidad. El 26 de junio de 2002 las promesas postergadas de Duhalde y su gabinete, para cumplir exigencias de gobernadores, cámaras empresarias, Sociedad Rural y organismos de crédito internacional, se hicieron realidad. Para “ir normalizando el país” no permitirían más bloqueos de calles. Una gran campaña psicológica con funcionarios buscando demonizar a las organizaciones en lucha, mostrando a los piqueteros como organizaciones sediciosas, caóticas y enfrentadas entre sí; un armado judicial contra los movimientos el mismo día de la represión fue la previa: una movilización de miles de desocupados que buscaban cortar el puente Pueyerredón fue planificadamente reprimida por una cacería que dejó una treintena de heridos con bala de plomo y se cobró la vida, a manos de los efectivos de la bonarerense, de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán.
A excepción de la FTV y la CCC, todos los espacios piqueteros mayoritarios participaron de aquella jornada: la mencionada Coordinadora de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón, que reunía a las más diversas construcciones autónomas, los MTD`s; y las CTD´s nucleadas por Quebracho; el Bloque Piquetero Nacional, nacido tras un proceso de diferenciación por izquierda e integrado centralmente por el (POLO OBRERO -PO; MTL-PC y FTC - MAS) el Movimiento Teresa Rodríguez; Barrios de Pie y el MIJD de Castells.
La reacción popular y el desemascaramiento de la represión, provocaron la anticipación de las elecciones nacionales y pusieron fin a la ofensiva represiva abierta desde el estado. Bajo las reivindiaciones arrancadas al gobierno de transición los movimientos crecieran de manera exponencial en 2003. Con la llegada al gobierno de Néstor Kirchner, la avanzada cambió de signo, el paradigma represivo dio paso a una avanazada de carácter político. El movimiento piquetero, en sus fragmentarias y disímiles versiones, sufrió las consecuencias: cooptación de los posibles, fragmentación y aislamiento gradual del resto.
Política activa en materia de avances contra la impunidad del genocidio militar; empresas petroleras transnacionales, Techint y las grandes cerealeras, desplazando al sistema financiero y a las privatizadas del núcleo más duro del poder económico, se convirtieron en los grandes ganadores del nuevo modelo. Un rígido control a la baja de las demandas salariales; el pago total de la deuda al FMI, el fuerte aumento de los subsidios directos e indirectos del Estado a los grandes grupos económicos; el mantenimiento pese a los discursos, de los ejes históricos del sistema de distribución de la renta –sin tocar ni la esencia regresiva del sistema tributario ni la relación ganancias-costos laborales de las empresas- y los pactos con los más tradicionales y corruptos aparatos político-partidarios como estructura de sustento sumados a una política exterior a tono con los tiempos completaron el esquema del nuevo gobierno kirchnerista que continua - con menos éxito - en la actualidad.
Pero fue el descenso palpable de los índices de desempleo, aún sustentado en la proliferación de contratos precarios y en negro lo que pusoen jaque a la principal reivindicación de los movimientos piqueteros. El gobierno recortó a la mitad los subsidios implementados por el gobierno de Duhalde en plena crisis. Las reacciones fueron disímiles.
Algunas organizaciones, las que no se sumaron al kirchnerismo y específicamente aquellas comandadas por los partidos de la izquierda tradicional, tardaron en reconocer el desgaste y pasaron de la ofensiva sin sentido montando abusivos planes de lucha destinados de movida al fracaso sostenidos hasta 2005, a “sacar” de la calle a sus movimientos replegándose en otros sectores y en el propia organización partidaria. La izquierda autónoma, un conjunto en el que podemos englobar a movimentos barriales con desarrollo palpable, fabricas recuperadas, las asambleas barriales, ya en declive y la aparición de comisiones sindicales combativas e independientes y los movimientos de base campesina, aún trazando una caracterizaciones más ajustada del gobierno de Kirchner, practicando un complicado equilibrio entre lo revindicativo y lo político, y a pesar de los intentos, se mostró de todas maneras incapaz de construir espacios amplios de lucha y unidad.
Entre las organizaciones más grandes sumadas al kirchnerismo la FTV de Luis Delía ha sufrido un proceso interno de rupturas, Barrios de Pie conformó Libres del Sur y se encuentra en proceso de distanciamiento del gobierno, ambas organizaciones han logrado algún nivel de inserción institucional a travez de colocar funcionarios u obtener puestos legislativos, El Movimiento Evita y el MUP vieron ensanchadas sus columnas desde su participación en el oficialismo.
Del arco opositor muchas organizaciones han virtualmente desaparecido producto de continua fragmentación y divisiones; los frentes de desocupados de los partidos de la izquierda trotkista y morenista o han implotado (FTC – MAS) o han sido relegados (Polo Obrero – PO); Mientras que en un extraño giro a sus anteriores demandas, el MST y la CCC han puesto sus columnas a disposición de la Mesa de Enlace en el conflicto agrario contra las retenciones estatales a la renta extraordinaria.
Entre la izquierda autónoma hubo dos grandes espacios: la Coordinadora de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón y el Movimiento Teresa Rodríguez. Una parte de los MTD de la Verón ha sido principal motorizador de construcciones más amplias desde la confluencia sectorial actual, el Frente Popular Darío Santillán; Los movimientos provenientes del Movimiento Teresa Rodríguez apuestan a la continuidad del Bloque Piquetero Nacional. Los actuales Frente Territorial 26 de Junio, el Frente de Organizaciones en Lucha (FOL), la Federación de Organizaciones de Base (FOB ) son productos de rupturas y reacomodamientos de aquellas estructuras.
El movimiento piquetero como tal, fue perdiendo presencia en los últimos años quedando en pie sus expresiones barriales más genuinas. La situación en los barrios no ha mejorado mucho: con cada salto en los precios de los alimentos básicos y con 150 pesos que alcanzan cada vez menos, a lo que se suma lo obtenido en esporadicas changas, los comedores se repoblan de chicos y familias. Los movimientos experimentan con cooperativas de trabajo sin patrón, bachilleratos populares, ferias de productos sin iva, talleres de variado tipo destinados a la contención y formación social. Las consignas de la que fuera la última gran jornada piquetera tenían como centro el aumento en los planes de empleo, pedián entre otos puntos 300 pesos por familia, algo que ni siquiera hoy, despues de 5 años de crecimiento económico sostenido, el estado garantiza y mejoras en el sistema de salud primario y la alimentación. Siguen lejos de ser satifeschas.
Mientras este año los piquetes han servido para montar las reivindicaciones de las elites sojeras del campo, es dable esperar que algo de "ese" movimiento piquetero de desocupados; sus familias movilizadas y firmes desde las peores condiciones de vida; sus jóvenes luchadores, simbolizados en Darío Santillán y Maximiliano Kosteki; sus construcciones locales, pura voluntad muchas veces a contrapelo del punterazgo burócrata y la policía; sus asambleas en lugares imposibles; sus desafíos políticos radicales nacidos de las noches y las tardes en el asfalto; del hambre; ese olor a goma quemada, algo de ese espíritu aún de otro modo, aún en otra situación, se peguen un coletazo cada tanto en la historia de las luchas del nuestro pueblo.

PRENSA DE FRENTE

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