En la recién concluida Cumbre del G 20, el presidente de los Estados Unidos de América, W. Bush —saliente como el sistema imperialista—, confesó ser consciente del impacto de la actual crisis en los países en desarrollo, particularmente en los más vulnerables. Resulta sobrecogedor ese rapto de humanismo y podía hasta ser creído por alguien que desconozca la biografía del personaje. Pero desde los primeros momentos en que se manifestó el presente episodio de la crisis financiera quedó claro que las soluciones estaban pensadas para apuntalar única y exclusivamente a la élite financiera transnacional. No estuvo y no está en la canasta de las soluciones una condonación significativa de la deuda externa de los países del tercer mundo que les permita incrementar sus reservas e incrementar su participación en la demanda mundial.
No hay receta alguna que hable de dedicar fuertes ni pálidas inversiones financieras en el desarrollo de los sectores de la economía real y efectiva de los países pobres.
No hay una palabra sobre la fundamentada propuesta de Fidel de convertir parte de los gastos militares mundiales al desarrollo con lo cual se animaría el consumo global.
No se habla nada de sacar una parte de las suculentas ganancias especulativas para atender los graves problemas globales que enfrenta la humanidad.
Está fuera de la mesa de debate el más mínimo cuestionamiento sobre cuanta tierra devora los insostenibles estándares de consumo de una sociedad que matando todas las ilusiones ha impuesto el atesoramiento de valores y valores de uso como el sentido supremo de la vida.
¿Porqué tantas hipócritas mentiras de Bush sobre la suerte de miles de millones de personas en esta crisis?
Nadie debe llamarse a engaño. A quien están pretendiendo salvar es al podrido sistema capitalista y presienten que los problemas que enfrentan están yéndoseles de las manos. Como diría Carlos Marx, por muy por encima que se piensen los capitalistas y sus expertos en economía de las contradicciones antagónicas que enfrentan, hay leyes y determinaciones muy profundas en la base de esta crisis que ninguna receta puede remediar. Se busca la quimera de eliminar las consecuencias de la crisis sin cambiar las causas que la provoca.
Explicaciones del lado del imperialismo es lo que se sobra. De tanto llorar en un discurso autocrítico y moralizante casi se les puede creer que están arrepentidos de su comportamiento anterior sobre los caminos de incrementar sus capitales. Piden a gritos más controles, casi se escucha la frase, “caballeros, aguátenme, no me dejen llevar más por la tentación especulativa, no volveré a querer más que mis capitales crezcan si no es por métodos sanos, productivos y socialmente útiles”. Ya Fidel lo alertaba recientemente en una Reflexión, veremos qué nos enseñan sobre el socialismo estos señores imperialistas.
Las fórmulas son claras y se acatan al unísono por los principales centros financieros del mundo, “inyectar dinero a los canales del gran capital”. Es curioso que, de forma similar a mediados del Siglo XIX, en Inglaterra ante una crisis financiera se tuviera por solución, la llegada de un barco de oro, según nos cuenta Carlos Marx. Hoy serían contenedores de papeles impresos.
Inyectar dinero y no cambiar los mecanismos desencadenadores de la crisis es aceptar la derrota ante el problema que enfrentan, es declarar públicamente su incapacidad para hacer algo diferente a lo que venían haciendo. Es decir, que nos despediremos de esta crisis para vernos en la próxima, con poderes devastadores superiores porque será con más deudas, más déficit de todo tipo y con mayores cifras ficticias de títulos de valor que corresponderán menos con la riqueza material y con la masa de dinero existente. Estas soluciones preparan las condiciones para crisis mayores, no importa que Bush prometa que no volverán más, cada futura crisis será un monumento a tan colosal mentira.
Como dice Fidel, donde sobran los hombres lo que sobra es el sistema. Lo que se necesita es preparar las condiciones para eliminar el sistema imperialista y eso no se logra haciéndoles pleitesías al imperio. No puede mantenerse un sistema en contra de los intereses de la vida de la humanidad, si esta, como reiteró el Che, dice basta y echa a andar. Por ese camino largo andan los pueblos que luchan hoy en los diferentes rincones del mundo. Pero mientras ese momento llega, sabemos que una crisis general de producción solo traería más hambre y calamidades para los pobres. En lugar de inyectar dinero para continuar alimentando a las insaciables bolsas de valores se debería inyectar dinero a la producción para atender las urgentes necesidades de los pueblos.
Rafael Emilio Cervantes Martínez
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