El viernes pasado tuvieron lugar huelgas y manifestaciones en Cisjordania contra la ocupación sionista en la llamada "jornada de la ira". The New York Times del domingo siguiente hace referencia a un aspecto crucial de la situación en el terreno: la colaboración entre las fuerzas de seguridad de la Autoridad Palestina y las del Estado de Israel para combatir esa oposición a la ocupación. "Bajo los acuerdos que comenzaron con los tratados de Oslo hace dos décadas, se atribuyó a la coordinación entre la Autoridad Palestina y los israelíes en Cisjordania el crédito por el mantenimiento de la calma que ha sido desbaratada en las semanas recientes, así como por la neutralización de los rivales del presidente Mahmoud Abbas". Este pacto represivo es, en realidad, muy anterior a los acuerdos de Oslo, como quedó de manifiesto en la Franja de Gaza, antes de las victorias de Hamas, cuando la seguridad en la Franja estuvo a cargo de una fuerza palestina entrenada por la CIA. Este entrenamiento ha proseguido como consecuencia de aquellos acuerdos. Un reportero israelí le cuenta al NYT que en el pico de esta coordinación entre la seguridad de la AP y el sionismo, se producían "cinco reuniones diarias", y cada semana entre los jefes máximos de cada lado. "Los dos lados compartían información de inteligencia sobre militantes sospechosos, y los oficiales palestinos eran notificados de las razzias de detenciones de Israel en las ciudades de Cisjordania que se encontraban bajo control ostensible de los palestinos". El NYT añade: "Quizá más evidente, y más irritante para muchos palestinos, sus fuerzas de seguridad han tratado por años de bloquear las manifestaciones violentas en los puestos de control de Israel o en la cercanías de las colonias israelíes". ¿No es claro, entonces, que ninguna Intifada puede aspirar a la victoria sobre los ocupantes sionistas sin el reemplazo de ese gobierno 'quisling' por una fuerza revolucionaria?
El artículo del NYT describe precisamente esta realidad cuando señala que "los chicos (por la juventud que pelea con hondas y piedras) ven a esas fuerzas de seguridad en la línea de frente de la ocupación", en tanto que "los funcionarios de seguridad de la AP temen que los manifestantes tornen la violenta sublevación contra Israel en su dirección". Esta conclusión ha superado la etapa de la hipótesis y es consciente por parte de los luchadores, de un lado, y de los represores palestinos, del otro.
El reportaje del diario norteamericano se centra en la crisis que han creado las luchas recientes en la relación entre los servicios de uno y otro lado. Observa, sin embargo, que "en marzo, la OLP votó suspender toda colaboración, en un paso que fue visto como puramente simbólico". Aunque un vocero de la OLP admitió que "el status quo no puede continuar, ello no significa que la AP pueda simplemente cancelar esos acuerdos de una vez. Nuestra seguridad no sobreviviría sin esa coordinación. Incluso nuestros cartuchos de balas tienen que ser aprobados por ellos -en referencia a los israelíes" (!). "Varios expertos palestinos e israelíes dicen que la coordinación ha continuado durante la crisis, aunque con tensiones. Un grupo palestino de derechos civiles, Addameer, ha registrado 800 palestinos arrestados por fuerzas israelíes este mes, incluso en Cisjordania, en allanamientos ayudados por la coordinación. Las fuerzas palestinas pueden haber ayudado o incluso requerido algunos de los más numerosos arrestos efectuados por Israel". Analistas citados por el NYT suponen que un ahondamiento de las movilizaciones podría quebrar políticamente a los servicios palestinos y su colaboración con los servicios sionistas.
Es claro que la lucha palestina enfrenta un desafío estratégico, con mayor razón si se produce una ruptura de estos lazos represivos: cambiar su dirección política, que en este caso goza de un cierto poder estatal, sostenido por el sionismo y los principales Estados capitalistas. Aunque en Gaza la situación es diferente, el gobierno de Hamas tiene pactos y acuerdos con la AP, ejerce un fuerte control policial sobre el pueblo y no sigue una línea independiente de los Estados del Golfo que lo patrocinan. La lucha por una verdadera dirección independiente y revolucionaria debe agrupar en un solo polo a los luchadores de Cisjordania y Gaza.
Jorge Altamira
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