Aunque Daniel Scioli obtuvo el primer lugar en las elecciones generales, el oficialismo recibió una derrota política de envergadura, que alcanza a todas sus fracciones por igual. No sólo no ganó en primera vuelta, además deberá ir al balotaje habiendo obtenido una diferencia mínima sobre Macri, muy inferior a la lograda en las Paso. El plan para llegar al 40% elaborado por Scioli salió exactamente al revés: esperaban sumar votos entre quienes no habían concurrido a las urnas en las Paso y recuperar puntos en Córdoba. Pero los nuevos votos fueron en masa a Macri y en Córdoba el candidato del PRO logró el 53%, aplastando literalmente al PJ.
La madre de todas las batallas
Lo más importante, sin embargo, ocurrió en la provincia de Buenos Aires. El triunfo de Vidal sobre Aníbal Fernández es un golpe demoledor a todas las fracciones oficialistas. Golpea a Scioli, que gobierna hoy el principal distrito del país. Pero también a La Cámpora, que preveía recluirse en un gobierno de Fernández para armar un operativo retorno de CFK en 2019. Ese sueño se transformó ahora en una pesadilla, pues la camarilla kirchnerista ha quedado recluida a Santa Cruz, y eso sólo gracias al recurso fraudulento de la ley de lemas.
La candidatura del actual jefe de Gabinete fue una señal lacerante para el electorado, que se volcó en masa contra la pretensión de que el patotero de la Casa Rosada fuese consagrado gobernador. El operativo fue dirigido por el Vaticano, que llamó a votar en su contra identificándolo como responsable del crecimiento del narcotráfico en la provincia. Hay informes que dan cuenta que desde los púlpitos de las iglesias se convocó a votar contra Aníbal Fernández. El kirchnerismo fue incapaz de responder a esta ofensiva del Vaticano, por el simple motivo de que era comandada por el nuevo amigo de CFK, el papa Francisco. Otro tanto ocurrió con Scioli, que nombraba al Papa en todos sus discursos.
La derrota de Aníbal Fernández resulta inseparable de la debacle de los llamados “barones del conurbano” y más en general, pone en evidencia el estado de descomposición avanzada del peronismo. Este fenónemo no se limitó a la provincia de Buenos Aires, como lo prueba la derrota de Eduardo Fellner en Jujuy, presidente nacional del PJ, o el paupérrimo resultado obtenido en Córdoba o el retroceso electoral en Tucumán, precedido por la movilización popular contra el fraude de Alperovich.
Bancarrota económica
El repudio a la candidatura de Fernández se enlazó con las consecuencias de la bancarrota económica actual. En la provincia, el interior agrario votó en masa por Macri porque fue quien más a fondo presentó una propuesta devaluatoria, de eliminación de las retenciones y levantamientos del cepo cambiario. La casi totalidad de las intendencias del interior bonaerense pasaron a manos de Cambiemos. Pero el 53% de Córdoba no puede entenderse por fuera de la presión del capital agrario y de sectores de la burguesía industrial que hacen suyo también ese programa. Incluso en la Ciudad de Buenos Aires, el macrismo logró una recomposición electoral importante al superar el 50% de los votos: la clase media porteña sufre el impasse de una situación económica que ha paralizado la construcción e incluso la compra y venta de propiedades.
La suba generalizada de las bolsas y de los títulos de la deuda pública durante el lunes 26 indica que el gran capital vio en el resultado electoral un triunfo propio. Aunque Scioli había mandado a Urtubey a Estados Unidos a plantear su disposición a negociar con los fondos buitre, o mediante Miguel Bein había anticipado un generoso proyecto de blanqueo de capitales, el triunfo de Macri plantea la posibilidad de un desarme completo de la economía regulada del kirchnerismo. El ajuste “gradual” de Scioli entrañaba el peligro de no cambiar nada. La envergadura de la crisis podía devenir en parálisis.
“Renovación política”
El macrismo explotó todas las contradicciones y debilidades del kirchnerismo. A Aníbal Fernández y a los “barones del conurbano” les opuso un planteo de renovación política, con un sesgo de tipo generacional o de la antipolítica. Con un chef famoso en Quilmes y un periodista conocido en Tres de Febrero logró derrotar a los dos intendentes que formaban parte del aparato de la UOM. En Mar del Plata se valió de un elemento derechista que se ufana de no usar celular. Este planteo de renovación y antipolítica, que elude cualquier modificación del régimen social vigente, ha mostrado su característica contrarrevolucionaria, puesto que es asimilable por la derecha para llevar adelante sus propios propósitos políticos. Para la izquierda se trata de una advertencia importante, sobre todo para aquella que busca progresar, no sobre la base de la lucha de clases, sino del marketing político “renovador”.
Que la derecha pueda explotar una línea democratizante contra un gobierno que se jacta de “nacional y popular” muestra las limitaciones insalvables del nacionalismo capitalista, que concluye en engendros bonapartistas en favor de camarillas parasitarias, y en medidas represivas y antidemocráticas. Antes de que Scioli anunciara su gabinete con Blejer o Berni, el gobierno “nac & pop” empleó al mismo Berni contra las luchas obreras, mientras recolonizaba YPF de la mano de Chevron. El último antecedente político de los “nac & pop” ha sido el fraude tucumano, que hizo empalidecer al de la “década infame”. Esa crisis sólo fue sofocada con el concurso de Macri y sus socios políticos, que llamaron a cerrarla en nombre de la “gobernabilidad”.
Crisis de fondo y pronóstico
El resultado electoral ha dejado abierta una crisis de fondo, que obligará a nuevos e improvisados desplazamientos políticos. La carrera del balotaje lo tiene ahora como favorito a Macri, después de haber logrado un virtual empate y de ganar la provincia de Buenos Aires. Scioli no tendrá el apoyo del aparato justicialista, ya sea por los que ganaron y salvaron su ropa, o por los que perdieron y deben buscar otro rumbo. Macri buscará pactar por abajo con los punteros pejotistas, lo que demostrará enseguida la impostura de su planteo “renovador”. Ya en la Ciudad ha comprado llave en mano la estructura punteril de las villas, que en el pasado sirvió al PJ y también al “progresista” Ibarra. En la previa, Macri ya había buscado el apoyo de la burocracia sindical, anudando acuerdos con Moyano. Dos días antes de las elecciones se realizó una reunión para reunificar la CGT, donde quedó excluida el ala más sciolista de la burocracia (Caló y Pignanelli). Macri y Scioli ya anticiparon que defenderán el “modelo” sindical y prometieron apoyo para “enfrentar a los zurdos” en los sindicatos.
La transición política a la que asistimos se sigue alimentando de la crisis final del peronismo, pero es comandada claramente por la derecha, que busca improvisar una nueva estructura de gobierno. De cara al ajuste de envergadura que preparan, esa improvisación puede arrojar un resultado incierto.
La votación del Frente de Izquierda
El resultado electoral del Frente de Izquierda ha sido condicionado por todos estos factores. Ya en las Paso habíamos señalado que el proceso político estaba monopolizado por los candidatos del ajuste, que habían recibido el 95% de los votos. En esa oportunidad señalamos que encarábamos una lucha defensiva, que requería de una plataforma de los trabajadores frente al ajuste en marcha. Las posibilidades electorales nos permitían aspirar a pelear por algunas bancas parlamentarias, para lo cual se requería un crecimiento importante de votos.
La campaña del Partido Obrero estuvo determinada por esa orientación de fondo. Hicimos una fuerte agitación mostrando que la votación al Frente de Izquierda y la conquista de bancas parlamentarias eran un recurso de los trabajadores para enfrentar el ajuste en marcha y el que se prepara. Advertimos sobre la experiencia de Brasil, donde Dilma Rousseff encaró una campaña requiriendo el voto contra el ajuste para -luego de ganar- ser ella quien lo aplicara. Desarrollamos un programa por un salario mínimo igual a la canasta familiar, el 82% móvil, la lucha contra la precariedad laboral y el impuesto al salario, como una forma de blindar a los trabajadores.
Los casi 800.000 votos recibidos en la categoría de presidente, que se extienden a casi 1 millón para diputados, son un recuento de fuerzas para encarar una nueva etapa. Es cierto que no representan un crecimiento en relación con las Paso -al menos en la categoría presidencial-, pero a la vez marcan una línea de resistencia que no logró armar el centroizquierdismo de Stolbizer, barrido del mapa por el crecimiento del PRO. El ingreso de Néstor Pitrola como diputado nacional ha sido resultado de una dura batalla, porque se dio en un cuadro de fuerte disputa por la gobernación de la provincia de Buenos Aires. La votación alcanzada es un fuerte punto de apoyo para la intervención política de la izquierda revolucionaria en una nueva fase de la lucha de clases, y de una transición política que está marcada fundamentalmente por la crisis del peronismo.
Hacia el balotaje, la campaña por el voto en blanco no sólo es una obligación principista del Frente de Izquierda. También es la oportunidad para profundizar una lucha para separar a los trabajadores de los candidatos capitalistas, preparando los acontecimientos que se avecinan. Por eso será importante desarrollarla muy especialmente en los lugares de trabajo y de estudio, para fortalecer el reclutamiento y la organización de trabajadores y luchadores detrás del Frente de Izquierda.
Gabriel Solano
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