viernes, 30 de octubre de 2015

Dura derrota de gobierno y Partido peronista en primera ronda presidencial

Argentina está en suspenso tras los resultados de la elección el domingo pasado. Resumo los datos en un apéndice al final de la nota.
Excepto aisladas e inaudibles voces de un sector de la izquierda revolucionaria este desenlace no fue previsto. Por lo mismo, no hay respuesta inmediata a la coyuntura.
Sólo una brusca reversión de las tendencias hoy visibles podría evitar la victoria de Mauricio Macri y el Frente Cambiemos.
Macri, como he repetido en numerosas ocasiones, es un pálido representante de la Internacional Parda. Responde ideológicamente a José Aznar y Álvaro Uribe. Cambiemos es un frente con la Unión Cívica Radial, socialdemócrata, y la Coalición Cívica, creación artificial del Departamento de Estado, por cuya mano fue creada esta fórmula hasta el momento exitosa. En la creatura tuvo un peso singular el Vaticano, que no obstante apoyar inicialmente a Daniel Scioli, cuando Cristina Fernández impuso como candidato a gobernador de Buenos Aires a Aníbal Fernández giró en redondo y respaldó fuertemente a María Eugenia Vidal, quien finalmente arrolló al peronismo en la provincia de mayor peso del país (cuenta con el 40% de los habitantes y el mayor desarrollo industrial).
Así las cosas, la fórmula lanzada a ganar el 22 de noviembre está apalancada por cuatro fuerzas potentes: socialdemocracia, socialcristianismo, una patrulla perdida digitada por el Departamento de Estado y la Internacional Parda, que responde a la vez a Washington y Bruselas a través de Uribe y Aznar.
Que después de 12 años de gobierno del matrimonio Kirchner gane una fórmula digitada por el imperialismo y su mentor espiritual, habla por sí mismo respecto de la naturaleza y carácter de este gobierno. En 2007 Cristina Fernández ganó explicando que quería una Argentina a imagen y semejanza de Alemania. Nadie podría acusarme de simpatía con el gobierno alemán si digo que 8 años después Argentina sería feliz si, aunque sea lejanamente, pudiera compararse con la maltrecha cabeza del imperialismo europeo.
Tras cuatro años de estancamiento, recesión y elevadísima inflación, Argentina atraviesa un dramático momento económico, que el próximo presidente –incluso considerando la improbable eventualidad de que sea Scioli- tratará de resolver apretando el cuello de los trabajadores y el conjunto del pueblo, con la precondición de someterse sin condiciones a Washington y alinearse con el imperio contra la revolución en curso en América Latina.
Nada de esto es novedad. No hablo en este tono cuando la Presidente calla a 72 horas de la derrota que la tiene ella como responsable directa. Quienquiera puede ver mis posiciones (www.luisbilbao.com.ar) desde el inicio de este gobierno, en mayo de 2003. Reuní posicionamientos al respecto en mi libro Argentina como clave regional (Fuenap, 2004). Estas afirmaciones continúan un posicionamiento explícito frente a una gran ficción que engañó a muchos.
El cambio regional que esto representa, sumado a la crisis convulsiva del gobierno brasileño, lo resumí en la edición de octubre de América XXI ( http://americaxxi.com.ve/la-naturaleza-del-conflicto/ ).
Ahora se trata de asumir la nueva situación, que está muy lejos de ser desfavorable para la perspectiva de una revolución antimperialista y anticapitalista en la región.
Justamente: si Fernández en lugar de Alemania hubiese puesto a Venezuela como faro a seguir en 2007, hoy estaríamos en otra situación. Pero el fracaso de tal prototipo es, en realidad, la impotencia del sistema capitalista para resolver incluso los problemas más elementales de nuestras sociedades latinoamericanas. Quienes optaron por esa híbrida mezcla de socialdemocracia y socialcristianismo están hoy claramente en bancarrota.
Al otro lado de la barricada, la Revolución sigue su marcha, seguramente afectada por la defección de sucesivos gobiernos, pero estratégicamente fortalecida por pueblos que tienen cada día más claro que, ante la convulsiva crisis del capitalismo, los horrores de esa crisis tanto en la guerra como en el drama de millones de seres humanos lanzados a la deriva, tienen más posibilidad (porque tienen más necesidad) de comprender que la Revolución Bolivariana de Venezuela y el heroico esfuerzo de los gobiernos del Alba son la única respuesta posible, aunque difícil y exigente.
El resultado electoral del 25 de octubre en Argentina era previsible. Y fue previsto. De un solo plumazo fueron barridos el reformismo burgués (por estos días llamado desarrollismo o keynesianismo) y el tradicional reformismo obrero, apalancado por la socialdemocracia, el ex-comunismo y el socialcristianismo, arrasados moral y electoralmente por la ciudadanía en sus diferentes estratos.
El suspenso durará poco. En la hipótesis más optimista, hasta el recambio presidencial el 10 de diciembre y el comienzo de la faena, en marzo de 2016. Pero ya ha llegado la hora de palabras nítidas y rotundas: Revolución; Socialismo.
Por arduo que sea el camino, es ahora que comienza. Y sabremos recorrerlo hasta el fin.

Apéndice: Los resultados de la elección

Los tres candidatos principales, Daniel Scioli, Mauricio Macri y Sergio Massa obtuvieron a nivel nacional 36,86%, 34,33% y 21,34% respectivamente. En comparación con las Paso, realizadas el 9 de agosto, Scioli perdió 2 puntos, Macri ganó 4 y Massa 1. En la provincia de Buenos Aires la gobernación quedó en manos de María Eugenia Vidal, del Frente Cambiemos, con 39,49% contra 35,18% de Aníbal Fernández, actual jefe de gabinete nacional, y 19,22% de Felipe Solá, ex gobernador peronista actualmente alineado con Massa.
Conducido por la viuda de Kirchner el Partido Justicialista fue arrasado allí donde siempre tuvo su base principal. No sólo perdió la gobernación de la provincia de mayor peso en el país, sino también 64 gobiernos municipales en el interior, incluyendo La Plata, capital provincial, y todas las grandes ciudades del distrito: Mar del Plata, Bahía Blanca, Olavarría, Junín, Pergamino, Campana, Rojas... Peor aún: el PJ y el Frente para la Victoria perdieron municipios clave del Gran Buenos Aires, Quilmes, Lanús, Morón, 3 de Febrero, Pilar, entre tantos otros. A la pérdida de la provincia de Buenos Aires, que concentra el 40% de la población nacional, se agregaron derrotas por porcentajes inusuales en la Capital Federal y en las tres provincias con mayor población y desarrollo industrial después de Buenos Aires: Córdoba, Santa Fe y Mendoza.
El Frente de Izquierda y los Trabajadores obtuvo el 3,27% y el Frente Progresista el 2,53%. El Partido Socialista, que originalmente encabezó ese sector, tuvo un durísimo revés con la derrota de Hermes Binner, que no logró la banca de Senador por la cual compitió. Otro fracaso estrepitoso lo sufrió el PC, asociado a la candidatura de Aníbal Fernández a través del ex intendente de Morón Martín Sabbatella, quien fue como candidato a vice gobernador, perdió esa posición y también la intendencia de Morón, que había delegado en su hermano.
En otro plano y a diferencia de lo ocurrido en las Paso, el voto en blanco y los anulados (entre otros el Voto Protesta) fue bajo a nivel nacional: 2,36 y 0,75; también en Córdoba: 1,22% y 0,82%; en Santa Fe 2,52% y 1,10%. Pero hubo provincias donde cobraron una relevancia mayor. En Chubut hubo 9,58% en blanco y 1,51% nulos. En Santa Cruz 3,65 y 1,08%; en Neuquén 3,72 y 1,42 respectivamente. También hubo una participación mayor de la ciudadanía: del 74% en las Paso al 80,88% el 25 de octubre. Aunque no se puede medir en votos, la iglesia católica y propio Papa jugaron un papel importante en estos resultados. No tanto porque Vidal proviene de ese cenáculo, sino porque Francisco se empeñó personalmente en que Aníbal Fernández, acusado de narcotráfico y participación en asesinatos, no accediera a la gobernación de Buenos Aires.

Luis Bilbao
@BilbaoL

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