jueves, 1 de octubre de 2015
De los 30,000 desaparecidos de la dictadura argentina a los 43 normalistas de Ayotzinapa
Una pose humanitaria para Jorge Bergoglio, cómplice de la dictadura militar: quería venir a dar misa en la escuela normal de los normalistas desaparecidos…y no lo dejaron. Pero en su gira por Estados Unidos no recibió a madres de estos jóvenes.
Una piedad de patas cortas. Poco después de la desaparición forzada de los normalistas de Ayotzinapa, en noviembre del año pasado, la arquidiócesis de México hizo pública una carta de solidaridad enviada a los familiares de los jóvenes desaparecidos.
Para enero de este año, nombró cardenal al arzobispo de Morelia, Alberto Suárez Inda. Éste, en una conferencia de prensa dada en Roma en febrero declaró: “Percibo que hay una cierta manipulación y una cierta tendencia política, de intereses que se aprovechan del dolor de los padres de familia para provocar insurrecciones”.
Ésa es la jugada del Vaticano, en su cruzada eterna contra la protesta social: fingida empatía con gestos mediáticos por un lado, mientras que por el otro apuesta a la criminalización de la lucha por los desaparecidos.
Y es que desde que detenta el poder en la Santa Sede, Bergoglio se volvió un tanto más sofisticado.
Denuncia el narcotráfico como el origen de muchos males. Afirmó ante asamblea de la ONU que “va acompañado de la trata de personas, del lavado de activos, del tráfico de armas, de la explotación infantil y de otras formas de corrupción”. Pero al mismo tiempo, protege a la red de pederastas que anida en el Vaticano y extiende sus tentáculos por todo el mundo.
Newsweek en español dio a conocer que, como parte de su gira por Cuba y Estados Unidos, el papa Francisco tenía la intención de pasar por México y aquí dar una misa en la Escuela Normal Rural Isidro Burgos de Ayotzinapa, y que el gobierno de Enrique Peña Nieto se negó.
Ahora, cuando la gira se concretó, cinco madres de Ayotzinapa –Blanca Luz Nava, Luz María Telumbre Casarrubias, Hilda Legideno Vargas, Hilda Hernández Rivera y Angélica González–, con gran esfuerzo, viajaron a verlo a Estados Unidos. Querían entregarle el documento que contradice la “verdad histórica” del gobierno de Enrique Peña Nieto. No lo consiguieron. Nunca las recibió.
Bergoglio, cómplice de desapariciones forzadas
No extraña su actitud ante las madres de Ayotzinapa. Durante los años negros de la dictadura argentina, Bergoglio, hoy papa Francisco, estuvo vinculado al poder militar. Entregó a miembros de la compañía jesuita –la congregación a la que pertenece– a los militares. Fueron los curas Orlando Yorio y Francisco Jalics, quienes tras meses de torturas y vejaciones fueron liberados en la provincia de Buenos Aires.
Bergoglio también está vinculado a la desaparición en 1977 Elena de La Cuadra, una joven que estaba embarazada y dio a luz en un centro clandestino de detención. Su hija, nacida en cautiverio, le fue arrebatada. Bergoglio lo sabía, así como supo de otros casos de apropiación de bebés durante la dictadura.
Pero el papa Francisco no es una manzana podrida en un rebaño de blancas ovejas. Es toda la institución. El Vaticano tiene una larga tradición de ser agente aliado de regímenes militares así como “democráticos”.
Hace unos años, en el periódico The Guardian se dio a conocer que la fortuna de la Santa Sede viene en parte de un pago millonario realizado por Benito Mussolini en 1929 para que la Iglesia reconociera al gobierno fascista. Sólo en propiedades en Reino Unido, Francia y Suiza, posee 800 millones de dólares.
Entre 1931 y 1939, durante la Revolución Española, la Iglesia católica estaba alineada con los nacionalistas, entre ellos quien se convertiría en el dictador Francisco Franco. En 1941, el Vaticano avaló el genocidio croata perpetrado por las tropas de Hitler durante la Segunda Guerra Mundial.
Ante los genocidios, llama a la reconciliación nacional, como lo hizo Juan Pablo II en Chile, cuando incluso llegó a interceder por el dictador Pinochet, o en Guatemala en 2004, para invisibilizar las ejecuciones y desapariciones cometidas por el ejército guatemalteco.
Ésa es la verdadera cara de la Iglesia católica, una institución reaccionaria aliada al imperialismo estadounidense, impulsor de las dictaduras sangrientas en América Latina entre las décadas de 1970 y 1980, de la brutal guerra sucia que se vivió en México y en nuestros días, de la militarización y de la expoliación de la región.
Bárbara Funes
México D.F | @barbarafunes2
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