martes, 20 de agosto de 2013

O los cuadros, o la plata, algo falta



La semana pasada se hizo público el estado de la causa abierta por el difunto artista León Ferrari contra el periodista Gabriel Levinas quién está acusado de haber vendido obras del artista pero nunca haber entregado el dinero correspondiente.

En los últimos días salió a la luz, a través de distintos medios de comunicación, una causa penal que tiene como imputado al periodista Gabriel Levinas. El productor del programa Periodismo Para Todos de Jorge Lanata y director del portal de noticias plazademayo.com está acusado de haber vendido obras del artista plástico León Ferrari (fallecido en julio de este año) y nunca haberle entregado el dinero.
En 2008, Levinas recibió del artista León Ferrari quince obras en carácter de “préstamo” para exhibirlas y venderlas. Las obras fueron entregadas el 21 de abril de ese año para su exposición y eventual venta en la Galerie Brun Léglise, de París. Entre 2009 y 2010, según registros de una causa penal que tramita ante el juzgado de instrucción número 38 de la Capital Federal, a cargo de la jueza Wilma López, reingresaron al país 12 de aquellas obras. Y de ellas, sólo cuatro le fueron devueltas a Ferrari.
Según consta en la causa judicial el periodista reconoció que vendió parte de las obras pero al momento de pagar “atravesó un estado crítico de salud que tuvo para él enormes implicancias personales y profesionales, entre ellas de tipo económicas”, según explicaron sus abogados. Por este motivo “debió afrontar cuantiosos gastos para poder sobrevivir, y como no tenía dinero propio que en tal sentido le alcanzara para ello, debió disponer del que había obtenido por la venta de ciertas obras de arte”. Estos fueron los argumentos planteados para apelar el procesamiento.
Sin embargo, para la Justicia el argumento de Levinas no es suficiente ya que se pudo advertir que la diferencia entre el valor de la operación quirúrgica que adujo y el valor de las obras fue sustancial. Y aquí surge una de las primeras contradicciones.
El periodista afirmó recientemente a Perfil.com que “los cuadros que se devolvieron costaban 60 mil. Lo que figura son 250 mil pesos”. Pero de esta forma omite un dato clave que un hombre como él, versado en el traslado de obras de arte para exposiciones (no sólo desempeñó esta tarea para León Ferrari), debería conocer: cuando salen del país piezas artísticas para una exposición, se debe realizar un trámite administrativo en la Cancillería que cuantifica, aproximadamente, su precio. Según consta en el expediente, esa suma asciende a 144.199 dólares.
Por este motivo los jueces de la Sala Primera de la Cámara de Apelaciones en lo Penal de la Capital Federal, Jorge Rimondi y Luis Bunge Campos afirmaron en diciembre pasado que “se encuentra suficientemente acreditado en autos el abuso de confianza que habría cometido Levinas. La circunstancia alegada por la defensa, relativa a la repentina intervención quirúrgica por la que debió atravesar el imputado, no logra rebatir las probanzas reseñadas por la jueza de primera instancia, ni resulta suficiente para disminuir su responsabilidad penal”.
En el expediente también se puede leer que “sin cuestionamientos en cuanto a la materialidad del hecho, ya que el imputado ha reconocido haber recibido las obras de parte del querellante, haberlas llevado a París y exponerlas allí, tras lo cual las habría vendido a Roberto Brumberg, resta concluir si la conducta reprochada a Levinas puede encontrar encuadre dentro de las figuras de defraudación detalladas en el Código”.
Así en la resolución firmada por los jueces Rimondi y Bunge Campos “se le imputa a Gabriel Isaías Levinas el haber retenido ilegalmente dibujos y collages de propiedad del artista plástico León César Ferrari Prado que le fueron entregados para exponer en Francia en el mes de junio de 2008, negándose luego de ello a restituirlos a su dueño, pese a las intimaciones cursadas”.
Finalmente la resolución judicial detalla que “independientemente de que las obras en cuestión le hayan sido entregadas al imputado para ser sólo exhibidas, o exhibidas y vendidas, cierto es que éste debió restituirlas en el primer caso, o bien efectuar la correspondiente rendición de cuentas de haber sido vendidas, como lo manifestó”. Como esto no sucedió, Levinas se encuentra procesado y podría recibir una pena, en caso de ser encontrado culpable, de hasta seis años de prisión.

¿Una causa política?

Gabriel Levinas, de ecléctica trayectoria en cuanto a sus posiciones políticas, salió a declarar que esto es una persecución a su persona. En su cuenta de twitter afirmó que estos hechos están siendo utilizados “políticamente y de manera falaz”.
De esta forma el periodista asegura que "cuando León se encontraba ya muy limitado por razones de salud, sus abogados realizaron una falsa denuncia por retención indebida que prosperó por razones políticas y de ningún modo por los elementos que obran en la causa ni lo sucedido en la realidad”. De todas formas reconoce, en la oración siguiente que “las diferencias que sí existieron, debieron ser resueltas en corte civil”.
También acusó a “la jueza Wilma López y los camaristas Bunge Campos (nombrado por el Gobierno Presidente del Consejo de la Magistratura) y Jorge Luis Rimondi” de no haber citado a “ninguno de los testigos propuestos por mi y no consideraron dos declaraciones juradas de Ferrari ante la aduana y la secretaría de cultura donde expresamente indica que esas obras se me entregaron para ser vendidas, con lo que la figura de retención indebida carece de sustento”.
Lo curioso es que Levinas reconoce que hubo diferencias y que las obras se le entregaron para ser vendidas. También acepta no haber entregado el dinero correspondiente a la venta de las obras. En conclusión, reconoce prácticamente todo lo que se le imputa, sin embargo denuncia que esto es una “causa política”.
Aparentemente el periodista que pasó de denunciar las violaciones a los Derechos Humanos durante la dictadura en la revista El Porteño, hoy se siente más cómodo en la producción del “talk show periodístico” de Jorge Lanata y por eso ve el fantasma de la persecución política y la censura por todos lados. Sin embargo la rigurosidad de las pruebas, algo a lo que Levinas dejó de prestar atención hace tiempo, indican otra cosa.

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