martes, 20 de agosto de 2013

¿Dónde está Miguel?



Otro Viento se entrevistó con Rosa Shoenfeld de Bru -mamá de Miguel-, para que ella cuente en carne propia la lucha que debió llevar a cabo para poder desarticular los acuerdos existentes entre la policía y el poder judicial, y que de ese modo se investigue la desaparición de su hijo. Hoy a 20 años de la tortura, asesinato y desaparición, Rosa se sigue preguntando ¿Dónde está Miguel?

El caso Bru resulta ser paradigmático, ya que puso en evidencia prácticas muchas veces ocultas debajo la alfombra, pero que existen. Hasta ese momento y aún hoy, para gran parte de la sociedad los beneficios de la libertad parecen estar asegurados por el sólo hecho de vivir en democracia. Supuestamente, la represión de las fuerzas de seguridad es parte del pasado. Pero todo lo que aparenta renuncia a ser. Hace veinte años, un 17 de agosto de 1993, Miguel desaparecía. Nadie sabía dónde encontrarlo y era recurrente la pregunta "¿Dónde está Miguel?".
Hoy Miguel sigue sin aparecer. Sin embargo, al menos, y gracias a la inclaudicable lucha de su familia, amigos y compañeros de la Escuela de Periodismo -hoy Facultad- fue posible visibilizar el caso en los medios de comunicación y la gente, ejerciendo de ese modo presión en los órganos judiciales para que se haga "justicia" y se condene a prisión perpetua a Justo José López y Walter Abrigo -policías culpables de torturar, matar y desaparecer a Miguel-. Sin la lucha hubiese sido imposible romper con la complicidad existente entre las fuerzas de seguridad y el poder judicial, en este caso el juez Amílcar Vara tuvo que ser separado de la causa, ya que se demostró fehacientemente su vínculo con la policía.
Para las familias víctimas del gatillo fácil no queda otra opción que organizarse y visibilizar el reclamo. Los medios de comunicación alternativos -ante el desinterés y complicidad de los medios hegemónicos- tenemos el deber de difundir estas luchas, porque si no se conocen el Estado va a seguir torturando, matando y desapareciendo sin límite alguno.
A 20 años de aquel 17 de agosto de 1993 ¿Qué sensación le causa que tanto usted como gran parte de la sociedad continúe preguntándose "Dónde está Miguel"?
Es una impotencia muy grande. Ya se cumplen 20 años y cada vez que recuerdo el tiempo que ha pasado, me pregunto y se me cierra el pecho. Es un ahogo muy grande el hecho de no poder saber la verdad. No puedo entender como durante tantos años pueden guardar semejante secreto. Es un sentimiento que mezcla impotencia, bronca y dolor. Una vuelta en Mar del Plata, un chiquito se había ahogado en el mar, y mi nieto de siete años me dice "mirá como lo rescataron de rápido al nene y al tío todavía no lo encontraron". Es decir, hasta él desde su inocencia veía que había pasado mucho tiempo y al tío no lo podíamos encontrar.
¿De dónde cree que surgió el rechazo de Miguel hacia la policía?
Creo que de las mismas injusticias que fue viviendo y conociendo. Más que nada cuando comenzó su adolescencia. Uno de los casos que lo conmocionaron mucho fue el de Maximiliano Albanese que con apenas 17 años fue fusilado por la policía en 1990. Miguel participaba de los actos que realizaban todos los lunes la familia de Maximiliano frente al Juzgado donde la causa tramitaba. Después, su rechazo se acentúo cuando comenzó a estudiar periodismo, allí empezó a vincularse con las historias de los desaparecidos por la última dictadura, tenía compañeros que eran hijos de desaparecidos. Más allá de que mi esposo, el padre de Miguel, era policía, nunca fuimos a la casa de un policía a comer. Nosotros nos frecuentábamos con las familias de los colectiveros, ya que mi esposo trabajaba para una línea de micro.
¿Cree que sin la lucha llevada a cabo tanto por usted como por familiares y amigos hubiese sido posible condenar a los culpables?
No, de ningún modo hubiera sido posible. Fue fundamental la lucha de los amigos de Miguel de la Escuela de Periodismo -actualmente Facultad-. Ellos fueron los primeros que salieron, participaron de cada búsqueda. Rechazaban las versiones que indicaban que Miguel se había ahogado en el río, fugado con droga o por una deuda. Tenían la convicción de que la desaparición de Miguel estaba vinculada al accionar de la policía. Ellos fueron los primeros que tomaron en cuenta los problemas anteriores que Miguel había tenido con la policía. Así que sin el apoyo de ellos, no hubiéramos podido hacer nada porque no sabíamos cómo.
¿Qué pensaba antes de la policía y qué pensó luego de la desaparición de Miguel?
Qué voy a pensar de la policía si teníamos un policía en la casa. Lo primero que pensé ante la desaparición de Miguel fue recurrir a la policía para buscar ayuda y eso fue lo que hicimos, nos dirigimos a la comisaría para preguntar qué teníamos que hacer y ahí nos empezaron a derivar de una comisaría a la otra. Al principio pensaba bien de la policía. Inclusive vengo un domingo a la noche que creo que era un 19 de septiembre de 1993 y estaban dos de los amigos de Miguel esperándome y me dicen "necesitamos un abogado", y yo les digo "¿les parece? si está la policía investigando y también hay un juez". Y resultó ser que la policía encargada de investigar era la misma que había matado a Miguel y el juez Amílcar Vara era quien encubría a la misma. Si no fuera por los amigos de Miguel, hubiese creído en las instituciones.
¿Cómo nació la Asociación Miguel Bru? ¿Qué representa para usted ser parte de una asociación que asesora y acompaña a las personas que sufren la represión policial e institucional, y que la misma lleve el nombre de su hijo?
El impulsor de la asociación fue León Gieco y el Dr. Mario Luis Coriolano -Defensor Oficial ante el Tribunal de Casación Penal de Buenos Aires-. Me acuerdo que León vino a un recital en el rectorado por el aniversario de Miguel y quería saber qué hacíamos, los amigos de Miguel le contaron la experiencia desde la misma lucha. Entonces, él se entusiasmó y dijo que teníamos que hacer una asociación para ayudar a las personas que se encuentran solas frente a la violencia institucional, brindarles apoyo y herramientas desde nuestro conocimiento.
La decisión de ponerle el nombre de Miguel fue muy linda ya que fue tomada por sus amigos que formaban parte de la comisión de familiares. Ser parte de la asociación significa una gran responsabilidad. Recuerdo que el día que se largaba la asociación estaba sentada al lado de León y le dije que tenía miedo al reclamo de los familiares, a lo que me respondió “mira a todos no vas a poder ayudar, si ayudas a uno estate conforme y si ayudas a dos más todavía, es cuestión de trabajar”. Uno agradece la confianza que depositan los familiares en la asociación. Siento que la sociedad ha sido tan solidaria con el caso de Miguel que de alguna manera hay que devolverle esa solidaridad.
¿Qué opina de que en democracia haya 137 desaparecidos?
Es una barbaridad. Creo que hay mucha indiferencia por parte de las autoridades. Sobre todo de parte de la Justicia, ya que cuando una familia desesperada va primero a la comisaría y luego a los juzgados empieza a funcionar la famosa “burocracia judicial” y te pasean para todos lados. Dentro de la desgracia que nos tocó vivir, al menos Miguel tuvo grandes amigos con un enorme compromiso y el caso no quedo en la nada. Hay muchos casos sin esclarecer, ya que mucha gente que no consigue el acompañamiento y no todos están preparados para luchar. Los desaparecidos siguen desaparecidos y creo que debe haber más de 137 lamentablemente.
¿Qué análisis hace del gatillo fácil, es una práctica sistemática de la institución policial u obedece a algún que otro loco suelto?
No creo que sea un loco suelto, sino una práctica sistemática llevada a cabo por la institución policial, práctica que nunca se ha dejado de realizar. Son prácticas avaladas por la Justica. Está claro cómo es el accionar de la policía y sin embargo la Justicia mira para otro lado. Por eso fue una gran sorpresa que condenen a prisión perpetua a Diaz Zapata, Espósito y Toloza -ex policías- por haber torturado y asesinado a Daniel Migone en la misma comisaría donde torturaron, mataron y desaparecieron a Miguel. Ojalá que la Justicia comience a apuntar hacia el lado que corresponde y se dedique cumplir su función: impartir justicia.
Teniendo en cuenta que la policía es parte del Estado y cumple una función que le es asignada por él ¿No es contradictorio que las familias -víctimas de la violencia institucional- acepten la ayuda que el mismo les ofrece? ¿Cómo juega que el hecho de que sea una posibilidad para recibir novedades del caso?
Depende qué signifique y cómo sea la ayuda, porque muchas veces se crea un verso alrededor de "el Estado te dio..." y se especula. Me acuerdo cuando recién pasó lo de Miguel, vino Duhalde a mi casa y los vecinos lo único que se preguntaban era cuánta plata me había dado. La ayuda no pasa por cuánta plata te van a dar, sino por cuánta presión pueden ejercer respecto de los jueces. En su momento Duhalde fue a mi casa porque no le quedaba otra alternativa, sin embargo cuando salíamos a la calle a pedir por la aparición de Miguel nos ponía a la policía en la calle con las tanquetas. Es decir, no teníamos apoyo del gobierno.
¿Quién mata la policía o el Estado?
Siendo la policía parte del Estado, el que mata es el Estado.

Revista Otro Viento

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