El kirchnerismo ha sufrido una colosal derrota electoral. Obtuvo un 26 por ciento de los votos, menos de la mitad que hace dos años. Se cayó el “nos votó el 54 por ciento”. El retroceso fue mayor al de 2009, cuando Kirchner sacó un 31 por ciento y perdió en la provincia de Buenos Aires. Este domingo, además, el gobierno retrocedió o fue derrotado en provincias donde sus gobernadores habían obtenido la reelección en 2011 -particularmente, en el norte del país. El resultado electoral detonó una nueva diáspora en el kirchnerismo.
Final de un arbitraje tardío
Los resultados del domingo entierran la pretensión oficial de la re-reelección y han debilitado incluso una sucesión de Scioli, quien tendrá que rever su política. Los acercamientos a Massa de los intendentes bonaerenses que se habían quedado con los K anticipan un desbande político en la base principal de sustentación del kirchnerismo: el aparato de punteros pejotistas de Buenos Aires. A esto se agrega el éxodo anterior de buena parte de la burocracia sindical. Massa, sin embargo, enfrenta una dificultad enorme para poder asimilar esta nueva ola de emigrados. Esta crisis de orden general alimenta la ilusión del oficialismo de que podría remontar la derrota.
En estas condiciones, para llegar a 2015, el kirchnerismo dependerá del apuntalamiento que le presten sus propios opositores, los cuales no quieren apresurar la salida del gobierno, salvo que se precipiten hechos excepcionales -como, por ejemplo, un defol. Todas las fracciones patronales necesitan darse el tiempo de una transición para ajustar las clavijas de la crisis. Es una probabilidad remota, en especial porque se descomponen las condiciones financieras (a partir de las crisis en China y Brasil) y del fracaso de los ‘cepos’ y ‘cedines’ del gobierno. Los K intentarán establecer un régimen de “economía racionada” hasta octubre, pero no podrán evitar un derrumbe y la necesidad de un viraje de 180 grados. En los círculos financieros, ya se ha abierto una polémica sobre si el gobierno logrará pagar el Bonar VII, por el que debe pagar 2.500 millones de dólares en septiembre. El Citibank, al bajar la nota de Argentina, pareciera querer precipitar un desenlace. Ámbito Financiero reaccionó de mala manera ante la maniobra del Citi, no así Clarín.
El martes pasado, CFK dio muestras de entender que la aparición de Massa como desafiante responde a un cambio de frente de la burguesía nacional. Reclamó una discusión con los ‘titulares’ de la ‘opo’ -la patronal que exige acabar con el intervencionismo ‘morenista’. Seguramente para advertirles, por un lado, el riesgo de explosión social que implicaría un cambio brusco y para volver a prometerles una ‘sintonía fina’, por el otro. Ofrece el garrote de una mayor reglamentación de la economía y la zanahoria de un cambio para luego de octubre. La desintegración política se juega, por arriba, en estos términos.
El llamado “fin de ciclo” apunta a todo el régimen político, no solamente a los K, porque expresa el fracaso de todas las agrupaciones políticas tradicionales que han gobernado desde 1983. Este final encuentra su expresión en la conciencia popular, por un lado, y en el fraccionamiento completo de los partidos históricos de la clase capitalista. El peronismo no es más que una entelequia, cuyos caudillejos abrevaron en la Ucedé del finado Alsogaray.
No se Unen
También la ‘opo’ ha recibido este domingo varios golpes. Por un lado, al macrismo le fue en la Ciudad igual que al oficialismo a nivel nacional: un 30 por ciento. El mito de la clase media porteña reaccionaria no ha durado un suspiro. Cuando Macri dice que “las tres cuartas partes del país votaron contra el gobierno K”, olvida que el 70 por ciento de la Ciudad votó contra él. La derecha también fue desautorizada en la interna de Unen, donde la lista de “J.P. Morgan” Prat Gay no accedió siquiera al piso para el reparto de cargos, para mayor daño a sus promotores ‘guerrilleros’ Donda y Tumini, quienes no se cansan en repetir que “el poder se construye desde arriba”. La suma de los votos en el distrito de la izquierda atomizada y personalista, por un lado, y el Frente de Izquierda, por el otro, ha sumado el 15 por ciento del electorado. La situación en su conjunto evoluciona hacia la izquierda, no hacia la derecha.
La oposición radical y centroizquierdista ha celebrado victorias, lo que aviva los apetitos de unos y de otros (Binner, Cobos, Aguad, la dirección de la UCR), o sea que agudiza sus contradicciones. Algunos de sus voceros ya han anunciado que buscarán arreglarlas con una mega interna abierta en 2015. Claro que, en el entretanto, serán un cero político.
Perspectivas
El debate electoral de cara a octubre se concentrará en torno a la salida de un régimen agotado y de una economía encepada. El casi millón de votos alcanzado por el Frente de Izquierda adquiere, en ese plano, una dimensión excepcional, porque nos ha colocado como protagonistas nacionales de un debate estratégico, el cual servirá para orientar a los trabajadores que quieren meterse ya en una lucha -en primer lugar, para abolir el impuesto al salario y, en definitiva, para que la crisis la paguen los capitalistas. El discurso de CFK, el martes pasado, ha puesto el sello oficial al debate estratégico. Esto abre la posibilidad de conquistar, en la nueva etapa, a otras centenas de miles de votos.
Argentina palpita un verdadero tiempo histórico.
Marcelo Ramal
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