domingo, 9 de mayo de 2010
La corte de Troya.
“Ulises decidió que no podían triunfar como guerreros, pero podían vencer como gusanos. Inventó su caballo. La historia lo recuerda como el astuto. En realidad, un psicópata.”(aforismo implicado)
Como se esperaba, la Corte de La Haya dio un veredicto que no dejó ni vencedores ni vencidos. Tanto el gobierno de Argentina como el de Uruguay mostraron su conformidad.
En Gualeguaychú prometieron seguir con la protesta.
En un fallo dividido, en el que concedió a cada parte algo y también le negó otro tanto, la Corte Internacional de Justicia de La Haya consideró que Uruguay violó el Estatuto del Río Uruguay al permitir la instalación de la planta de Botnia de manera inconsulta, pero evaluó que aún no se pudo establecer que la pastera haya contaminado el río, por lo que no hay razones para que no siga funcionando.
Conocida la sentencia, los gobiernos de Argentina y de Uruguay se consideraron satisfechos y apuntaron a una pronta normalización de la relación bilateral. Los vecinos de Gualeguaychú, que siguieron la lectura del fallo desde la ruta a través de una pantalla gigante, gritaron su disconformidad -algunos con lágrimas en los ojos- y prometieron continuar con su protesta, por la que mantienen cortado el puente internacional desde hace más de tres años”.
Astuta la Corte. Pero no me hallo con La Haya. Para mí, no hay Corte que valga. O que “haiga”. Tanto tiempo de espera, parto jurídico prolongado, y nace una sentencia anencéfala. Sin cabeza, y con pie deforme. O sea: si los dos estás satisfechos, me refiero a los gobiernos, es porque los dos están insatisfechos, pero mejor no reconocerlo. Un gobierno frígido, otro gobierno impotente. La pareja ideal: “no soy yo, sos vos”. Lamento borincano y rioplatense donde todo nos une, y la contaminación no nos separa. El mecanismo de la Corte de No Haiga es el habitual de la cultura represora. Si y no. Si pero no. Má si…!!. Es decir: la simultaneidad de dos afirmaciones excluyentes. Resultante: bronca, parálisis, sonrisas cómplices, estupor, alivio, catarsis, flatos mentales, coitus mentalis interruptus.
El consuelo no de los tontos, sino de los astutos. “No me entristezco del todo, porque el otro no puede alegrarse tanto”. Dos borrachos que se sostienen y piensa cada uno que el otro se cae si no lo tiene agarrado. La Ley, absoluta, soberana, inapelable, sostiene algo de la divinidad perdida. La Ley de la Corte de Manga que es la Palabra Sagrada de la Comunidad Internacional Civilizada. El Corte de la Ruta, la barbarie. ¡Cuidemos la civilización!. Alguna vez la política nacional se polarizó con “Braden o Perón”.
Sostengo una polaridad necesaria: “La Corte o El Corte”. Desde ya, el coro estable de los niños y niñas cantores de Viena dirá: legalidad o muerte. Por el momento simbólica, o económica, o ambiental. Si los del Corte nos ponemos pesados, la democracia tiene otras opciones, aunque no se hace responsable del uso del ascensor habiendo escaleras para subir a los últimos pisos del estado de derecho. Como es habitual en la cultura represora, la cuestión de fondo no se plantea. Se soslaya. Astutamente. O, simultáneamente, se la plantea pero se la desestima. Mas astucia.
La Corte de Manga reconoce que hubo violación por parte de Uruguay del Tratado del río Uruguay. Incesto. Por lo tanto, el producto de la violación no es viable. Sobre todo, cuando ese producto sigue violando. O sea: contaminando. Pero claro: la Corte cree que el Corte fue mero capricho pueblerino, más allá de que en los dorados tiempos de la transversalidad a rajatabla, en los tiempos A.C. (antes de Cobos), el gobierno nacional apoyó todos los cortes todos. La Corte de la Haiga desconoce la violación incestuosa de un país padre sobre uno de sus hijos ríos. Faltaría que acudan, como algunos jueces que desestiman el abuso sexual de menores, al delirante “síndrome de alienación parental” o a la astuta apelación de la “co-construcción del relato”.
Astutas estrategias para legitimar la violencia ilegal del victimario sobre la víctima. Las pruebas de la infamia, difíciles de llevar en la maleta como propone el tango, son desestimadas. No contamina, ¿viste? Políticamente correcto, ambientalmente insoportable. En el sur de nuestro país la contaminación ambiental, especialmente de los suelos, aumenta en forma absurda la incidencia del osteosarcoma (cáncer en lo huesos) de los niños. Por favor, que nadie proponga llevar el tema a la Corte de No Haiga.
Nuestro río Uruguay puede ser contaminado, ya que no es un Imperio Colonizador que lo hace. Con las Malvinas no se jode, al Uruguay que lo monten. Astuta soberanía Pero por un momento, aceptemos que el producto es puro y sin mancha. No contamina, ¿viste? ¿Y de la violación, que? Porque una violación, aunque sea de un Tratado es algo grave. El gobernador Scioli propone avanzar en las conversaciones bilaterales. Paso. Con un violador no se habla. La Astuta Corte de la Manga: ¿sanciona al Estado Violador, que comete un crimen de lesa humanidad, ya que los efectos de la brutalidad pastera se mantienen en el tiempo?
Supongo que no será un revival de la Ley de la Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado. El Estado Argentino: ¿renuncia a su pretensión punitiva? O sea: ¿avalamos la peor de las impunidades, la estatal? Nos violaron el tratado, astutamente, y entonces nosotros nos hacemos “fans” de Heráclito, y no nos bañamos dos veces en el mismo río, pero no por cuestiones filosóficas, sino porque está contaminado. Ni vencedores ni vencidos, en realidad, triunfadores y jodidos. Como el hermanito río Uruguay, con un padre violador y una madre que sabe pero deja. Como decir “des endeudamiento” a la mera operación de pagar deuda. O decir “deuda ilegítima”, cuando en realidad es una estafa colosal.
O decir “honrar la deuda”, cuando se la honró demasiado, y sigue pidiendo honras y laureles, que corremos el riesgo de olvidar como los supimos conseguir. Pecado de Bicentenario. Por suerte, en estos tiempos de modernidad líquida, como enseña Zygmunt Bauman, apareció un sólido. La Corte o El Corte. La Corte no se bajará, inapelablemente. Y El Corte sufrirá todo tipo de apriete, de contaminación ideológica y política, serán los villanos de esta otra astuta historia, culpables de catástrofes turísticas y económicas. Pero resistieron. Y resistirán.
Ellos son, a mi criterio, los luchadores de Gualeguaychú, los anarco ambientalistas de esta historia. Y se detienen, con firmeza, para que la historia de los depredadores no les pase por encima. El astuto Eduardo Feinman, pretende contaminarla con sus comentarios reaccionarios. No lo logra. Y evidencia, a su pesar, que el Uruguay es mucho mas que un río. Será la correntada que limpiará los establos de augías de los Estados que eligen la Ley y renuncian a la Justicia.
El Corte es una expresión del Bicentenario de los Pueblos, porque la pastera no vino para hacer el bien, sino que la echaron del lugar de origen para que no siguiera haciendo el mal. Y cuando la convicción es firme, no hay astucia que valga. No tendremos la conciencia culpable de Troya que termina abriendo sus puertas de la peor manera. Sucumbiendo a la astucia del enemigo. Esta Corte de Troya nos entrega una sentencia/caballo que encierra en su vientre los gusanos de la destrucción. A los luchadores, que no abran las puertas del río. La historia también los absolverá.
Alfredo Grande | Agencia Pelota de Trapo.
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