martes, 31 de marzo de 2009

La vacuna de las dos caras

Desde fines de 2006 la vacuna contra el cáncer de cuello de útero se aplica en distintos países de Europa y América. De uso preventivo, la droga busca evitar que 280 mil mujeres mueran por año a causa de la enfermedad. Pero mientras los laboratorios que la fabrican y las farmacias incentivan su comercialización, especialistas subrayan que la vacuna no es una medida suficiente para evitar el mal, piden prudencia en su administración y alertan contra los posibles efectos adversos de la primera vacuna que existe contra algún tipo de cáncer.
Después de probar la vacuna del virus del papiloma humano (VPH, más conocido como el virus que causa el cáncer de cuello de útero) en 21 mil pacientes a través de siete grandes ensayos, las autoridades de distintos países de Europa y América – entre ellas la Agencia Europea del Medicamento EMEA y la Administración de Alimentos y Fármacos estadounidense FDA - autorizaron en 2006 su prescripción y comercialización. Pero mientras millones de mujeres se vacunan, ginecólgos y expertos alertan sobre los efectos adversos que la droga puede generar, y señalan que la efectividad del hallazgo no podrá conocerse con certeza sino luego de varias décadas de estudio y experimentación.
La vacuna, producida por los laboratorios Gardasil (Merck, Sharpe y Dohme), y Cervarix (GlasoSmithKline) está recomendada para niñas y mujeres de entre 9 y 26 años, y sólo protege contra los tipos 16 y 18 del VPH, y no contra otros tipos de virus – que se contagian por vía sexual o por transmisión vertical entre madre-hijo - que producen entre el 30 y 40 por ciento de los tumores malignos.
En nuestro país la vacuna cuenta desde 2006 con la aprobación de la Administración Nacional de Alimentos, Medicamentos y Tecnología Médica (ANMAT), y hasta el momento su aplicación es optativa. Pero las dudas acerca de su efectividad se expresaron desde diferentes sectores.
A fines del año pasado el Ministerio de Salud de la Nación y especialistas del Instituto Malbrán advirtieron que las vacunas contra el VPH no son suficientes para prevenir el desarrollo del cáncer de cuello uterino, y señalaron que es fundamental la prevención a partir de la educación sanitaria, la promoción del uso de preservativo y los controles que incluyen el test de Papanicolaou (PAP), método que permite la detección temprana de posibles lesiones.
Tal como lo habían previsto los expertos, los casos de argentinas vacunadas con efectos adversos no tardaron en aparecer: durante 2008, según el Sistema Nacional de Farmacovigilancia, se computaron siete pacientes con cuadros desfavorables, aunque ninguno de ellos fue de gravedad.
Un grupo de ginecólogos de la Universidad de Córdoba, dedicado al estudio de los temas relacionados con el virus del VPH, aseguró que los eventuales efectos de la vacuna todavía se desconocen, y que su efectividad sólo podrá comprobarse dentro de dos o tres décadas. Así lo afirmó una de sus integrantes, Teresita Audisio – que fue consultada para esta nota pero prefirió no prestar declaraciones – en un artículo periodístico publicado por el diario Panorama.com de Santiago del Estero a principios de este año: ''El desconocimiento sobre los efectos de la vacuna se debe a que nunca se hizo un estudio sobre la eficacia de su aplicación en niñas.'' Audisio, además, resaltó que quienes se vacunen deben mantenerse bajo control médico para detectar y atender posibles efectos no deseados.

El virus de las mujeres pobres

Otro punto que alimenta la polémica alrededor de la vacuna contra el VPH en Argentina es su alto costo: cada una de las tres dosis que la componen tienen un valor de 384 pesos. En nuestro país la droga todavía no está incluida en el Plan Médico Obligatorio, y las obras sociales tampoco la cubren.
El costo de la vacuna no es un dato menor, ya que según un informe del Ministerio de Salud, en Argentina la enfermedad mata a unas 2.300 mujeres por año (es la segunda causa de muerte después del cáncer de mama en pacientes menores de 45 años), de las cuales la mayoría son pobres, por lo que no tienen acceso a controles preventivos, y tampoco a la vacuna.
Por ello, ya hay dos proyectos de Ley para que el Estado cubra la aplicación de la vacuna. Uno de ellos pertenece a la legisladora Patricia Walsh por el Movimiento Socialista de Trabajadores (MST), que perdió a su hija de 34 años por este tipo de cáncer en enero de 2008. La otra iniciativa fue presentada por el diputado provincial por el partido Argentinos por una República de Iguales (ARI), Dr. Fernando Urbano.
Las desigualdades en cuanto a las posibilidades de acceso a la vacuna también las sufren otros países de América Latina. En un informe publicado durante el 2008, la Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que en todo el continente alrededor de 27.500 mujeres mueren cada año a causa de VPH, mal que es definido por la organización como ''una enfermedad de inequidades que afecta desproporcionalmente a mujeres pobres.'' Así, la tasa de mortalidad es 7 veces mayor en América Latina y el Caribe que en Canadá y Estados Unidos. En un ranking de los treinta países latinoamericanos con mayores índices de mortalidad, Bolivia, Haití y Paraguay se ubican en los primeros tres lugares, y la Argentina ocupa el número 23 (se calcula que entre 5 y 6 argentinas mueren cada día a causa de la enfermedad, unas 2.300 al año).

En otras latitudes

En Estados Unidos, entre 16 millones de mujeres vacunadas hubo alrededor de 10 mil que presentaron cuadros de lipotimia, mareos, fiebres y desmayos, y un 6 por ciento de los casos fueron calificados como graves. En España, según una nota publicada en febrero de este año por el diario El País, se distribuyeron 1.146.000 vacunas en los últimos dos años, y se notificaron 103 casos de efectos adversos, de los cuales 35 fueron severos e incluyeron convulsiones.
De cualquier modo, y más allá de la polémica, en ambos países las condiciones para acceder a la vacuna son más favorables que en nuestro país. En España la droga del VPH integra el calendario de vacunación oficial desde 2008 entre niñas de 11 a 14 años, y en Estados Unidos su costo apenas asciende a 130 dólares.

Flavia Mameli (ARTEMISA)

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