La crisis financiera internacional, que surgió desde mediados del 2007 en Estados Unidos, hoy en día se ha abierto a casi todo el mundo y obliga a los gobiernos a tomar diferentes medidas para enfrentar el problema, aunque con frecuencia la respuesta popular es de irritación.
Desde que los problemas derivados de la crisis de las hipotecas sub primes en Estados Unidos se ahondaron y se extendieron a gran parte del mundo, se originó una nueva crisis financiera internacional, de la que pocos escapan hoy.
Los responsables de la política económica en los países industrializados han inyectado miles de millones de dólares a los mercados financieros y han comprado activos en los bancos con problemas.
Pero ni siquiera en los países opulentos las primeras medidas de socorro han logrado aligerar el impacto de las urgencias, y mucho menos se aprecia en el Sur empobrecido.
Francia y República Dominicana son ejemplos de los alcances del descalabro global y de la impaciencia de la población, al punto de lanzarse a las calles o marchar a las huelgas.
Fruto del trance financiero global, este año República Dominicana se verá afectada por una caída en el crecimiento de la economía, el aumento del desempleo y de la pobreza, de las presiones fiscales y el desplome de los ingresos.
Si bien el presidente Leonel Fernández se muestra confiado en hallar una salida para atenuar las consecuencias sobre los sectores más desfavorecidos económicamente, el titular dominicano de Economía, Temístocles Montás, dijo que se espera una marca negativa sobre las exportaciones, el turismo y las remesas.
El desempleo en República Dominicana podría ser de más del 15% y superar a Guatemala, El Salvador, Costa Rica y Honduras, según expresan analistas en la nación caribeña, aunque admiten que son imprecisas las estadísticas del paro en los campos.
No por casualidad trabajadores de la salud fueron al paro en demanda de un aumento salarial, en tanto se reportan bloqueos de carreteras por grupos que demandan arreglos de vías en mal estado, mejorías en los servicios públicos y otras reivindicaciones.
Dirigentes sindicales envueltos en las protestas afirman que los cortes de la electricidad no dan tregua y que escasea el agua.
Mientras esto ocurre en República Dominicana, a muchos kilómetros de distancia, en
Francia, los ocho sindicatos principales convocaron esta semana a la segunda huelga en menos de dos meses.
En contra de la política económica del gobierno que conduce el presidente Nicolás Sarkozy, los huelguistas reclamaron la protección de los puestos de trabajo, medidas para mejorar el poder adquisitivo, y la defensa de los servicios públicos.
Un sondeo reportó que el 78% de los franceses considera justificada la jornada de protesta más reciente y el 62% manifestó que es "mala" la política del gobierno ante la crisis económica.
Los acontecimientos en República Dominicana y Francia son apenas dos botones de muestra del rosario de adversidades derivadas del agravamiento de una crisis que ha comenzado a extenderse por el globalizado sistema financiero internacional.
De su intensidad y duración no se tiene certeza, pero sí hay un extendido convencimiento de la pérdida de credibilidad de los modelos de regulación financiera practicados por los grandes países desarrollados.
La confianza en las instituciones del gran capital rueda por los suelos.
Roberto Morejón-RHC
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