domingo, 22 de marzo de 2009
La nueva Blumberg
Es hija de un represor. Milita en el peronismo anti-K y organizó una marcha financiada por De Narváez y custodiada por Barrionuevo. Cree que la inseguridad se resuelve con mano dura y se define: “No soy fascista, tengo un marido judío”.
Una nueva ola de reclamos por mayor seguridad sacude el panorama político. El miedo ante los delitos callejeros se ubica en el primer lugar en las encuestas que indagan sobre las preocupaciones de la población.
Hace cinco años, durante otras crisis de inseguridad, y tras el asesinato de su hijo Axel, Juan Carlos Blumberg se convirtió en referente de un sector social que pugna por el endurecimiento de las leyes para combatir al delito. Con el tiempo, la luz mediática de Blumberg se fue apagando. Ahora asoma una nueva estrella en los militantes de la mano dura: Constanza Guglielmi, una mujer que se presenta como una ciudadana más pero tiene fluidos vínculos con la política. A saber: Guglielmi tuvo su primera aparición pública tras el asesinato de su hermana María Pía, en junio de 2006, en Palermo. Un crimen que aún no fue esclarecido. Pero la “nueva Blumberg” tiene una historia política previa dentro del peronismo. Fue secretaria del senador santafesino Carlos Reutemann y luego se sumó a las huestes de Alberto Rodríguez Saá. En su agenda abundan los números de varios dirigentes del pejotismo anti-K, entre los que se destaca el empresario y diputado Francisco de Narváez, un properonista que hizo foco en la inseguridad como eje de su permanente campaña electoral.
Guglielmi fue la promotora de la marcha del miércoles 18 de marzo, presentada previamente como un encuentro ecuménico de ciudadanos que reclamarían seguridad, pero sin estar embanderados detrás de ningún partido. La convocatoria estuvo respaldada por varios personajes de la farándula, un sector que llamativamente fue víctima, en las últimas semanas, de una seguidilla de delitos, entre ellos, el crimen del florista de Susana Giménez. Entre la repercusión de estos casos en los medios y la fuerte campaña a través de Internet para invitar al acto, la expectativa de la manifestación fue alta. El resultado no. Una plaza semivacía sorprendió a los organizadores.
Guglielmi estuvo en la primera fila del reclamo. Desde allí acompañó las palabras del rabino Sergio Bergman (ver recuadro) y fue acompañada por un puñadito de famosos que pasó por el sector vip de la marcha: Nito Artaza, Facha Martel, Carolina Baldini, Laurencio Adot, Anamá Ferreira y Ana María Giunta y no mucho más. Guglielmi agradeció sus presencias. En cambio, de algunas consignas que lucían rancias en ciertos carteles, las que reclamaban pena de muerte a los delincuentes o el regreso de los militares, la mujer no dijo nada. Quizá le traigan recuerdos de su tierna infancia.
Alejandro, su padre militar, fue denunciado por haber participado en un centro clandestino de detención en épocas del terrorismo de Estado. Guglielmi intenta aclarar: “Él sólo era un jinete de competición”. Y punto. Dice que prefiere hablar de los problemas actuales. Así lo hace ante Veintitrés en el estudio jurídico de su marido, el ex gobernador de Chubut Néstor Perl, un abogado laboralista que fue embajador de Carlos Menem y funcionario del Ministerio del Interior durante la gestión de Eduardo Duhalde. Está claro que Guglielmi conoce la fibra más íntima del cierto peronismo.
Las fotos familiares podrían confirmarlo: a su último cumpleaños –tiene 46–, festejado en su casa de Vicente López, asistieron el ex ministro del Interior Carlos Corach y la ex titular del PAMI Matilde Menéndez. Son años de roce político, al menos quince, que fue cuando se casó con Perl. Por cierto, eran tiempos convulsionados por la hiperinflación. Fue por entonces cuando Perl abandonó la gobernación de Chubut envuelto en un escándalo que podía derivar en un juicio político por supuesta malversación de caudales públicos. Perl siempre acusó al por entonces secretario general de la gobernación –y hoy gobernador– Mario Das Neves de haber estado detrás de la crisis.
Pero aquel escándalo no significó su retiro de la política: Menem lo nombró agregado para asuntos científicos, tecnológicos y culturales de la embajada argentina en Roma. Luego pasó por el Ministerio de Salud y Acción Social menemista. Duhalde lo regresó a la función pública, esta vez como secretario de Coordinación del Ministerio del Interior. Actualmente, Perl es de los patagónicos que recelan de Kirchner, su antiguo compañero. Al tiempo que asesora a la Asociación de Pilotos en el pleito de Aerolíneas Argentinas, participa de las cenas en el restaurante Lola, donde el núcleo duro del duhaldismo –Eduardo Camaño, Jorge Sarghini y Chiche Duhalde– sueña con retornar al centro del poder. Constanza, siempre a su lado.
Pero Perl, diplomático al fin, no rompe del todo sus lazos con el kirchnerismo: mantiene una buena relación con el ministro de Trabajo, Carlos Tomada.
Guglielmi dice que se hizo peronista cuando cursaba la secundaria en su natal Bella Vista, en plena adolescencia donde ocupaba su tiempo en la Acción Católica –fue catequista– y la lectura de un libro que le cambió la vida: Eva Perón, la mujer del látigo, una biografía de la inglesa Mary Maine.
Hoy su buscada exposición pública y su proyecto personal la impulsaron a estudiar Ciencia Política en la UCES. Quiere un título universitario, uno real, por cierto, no como el falso ingeniero Blumberg, alguien que no le tiene mucho afecto.
Dice Blumberg de ella: “Se dijo que había sido secretaria mía... son macanas. Vino cuando le asesinaron a la hermana, pero nunca estuvo en la fundación. Ella es más bien una mujer vinculada a la política. Hace poco la encontré en un canal de televisión nuevo que hay en la Casa de San Luís. Fui a dar una entrevista y ella estaba, no sé si trabaja ahí o qué. Es una mujer muy especial... que siempre cambia de opinión sobre las cosas: dice una cosa, y después otra”.
Guglielmi también despega del padre de Axel.
–¿Usted es la “nueva Blumberg”?
–¡No! Nosotros no llevamos petitorio: queremos respetar nuestra Constitución desde el rol de ciudadanos. Además, esto no tiene nombre y apellido. No es Constanza.
Rara respuesta: el día de la marcha, las calles porteñas amanecieron con carteles convocando a la marcha por “mayor y mejor seguridad”. Firmado: “Constanza”. Claro, en este caso faltó el apellido.
De tanto andar con la farándula, al parecer, los referentes de la mano dura cayeron en una guerra de egos.
Si bien la marcha no alcanzó los niveles de concurrencia esperados, en la previa, en cambio, Guglielmi quedó conforme por el respaldo que recibió. La organización de un acto de estas características tiene un costo y una logística que no puede afrontar cualquier vecino común. La seguridad del encuentro la arrimó el sindicato de vigiladores privados que comanda Ángel García, mano derecha de Luis Barrionuevo: varias decenas de vigilantes. De Narváez aportó lo suyo. Y lo suyo es dinero.
Guglielmi define su posicionamiento ante la reclamo por seguridad: “Esto ya no tiene que ver con la derecha ni con la izquierda ni con el centro. Hay un estereotipo sobre los que estamos en seguridad como gente de derecha, fachos... pero imaginate, estoy casada con un judío: muy fascista no debo ser”.
Sí, leyó bien, estimado lector, dijo: “Estoy casada con un judío: muy fascista no debo ser”.
Sigamos.
–¿Cómo se define políticamente?
–Siempre me he identificado con el centro. A diferencia de muchos en el tema seguridad, yo vengo de la política. He sido militante política siempre, de perfil muy bajo... Tendría que hacer un reconocimiento público, un mea culpa: me involucré con el tema de la seguridad recién después de lo de mi hermana. No me había dado cuenta de lo importante que es involucrarse antes de que las cosas pasaran. Y eso es lo que le pasa hoy a la mayoría del pueblo argentino: queremos involucrarnos antes de que nos pase, empezar a prevenir.
–Lo curioso es que Ana Ronzoni, viuda de Héctor Landolina, que empezó convocando a la marcha
tras el crimen de su marido, se bajó porque la convocatoria se había politizado.
–Todos hacemos política, desde que nos levantamos y compramos el diario. Y yo vengo de la política, pero hay que separar: no se puede agarrar un micrófono y pedir seguridad para hacer política partidaria. Es demasiado grave como para que un partido lo utilice. Y para evitar eso nos dimos cuenta de que había que buscar un discurso conciliador, que superara las parcialidades.
–¿Quién tiene ese discurso?
–La Iglesia. Le pedimos especialmente a monseñor Jorge Bergoglio que nos dé una mano. La Iglesia Católica se puso al frente de un reclamo de la mayoría de la población.
–Se la vincula con De Narváez y Rodríguez Saá. ¿Qué relación tiene con ellos?
–Soy peronista. Y trabajé muy de cerca con Francisco, porque creí en él y tenemos cosas en común, como el tema de la seguridad. Después que sucedió lo de mi hermana, fue uno de los que más insistió para que apostara al proyecto de la ONG Mejor Seguridad. Y Alberto Rodríguez Saá es un gobernador que respeto sobremanera. Pertenezco a ese espacio político, pero jamás mezclé una cosa con la otra. Alberto es un dirigente en el que creo. San Luis es una provincia que me hace soñar con que alguna vez podamos realizar transformaciones. Tiene el índice de desocupación más bajo y es la provincia más segura de la Argentina, porque hay un plan de inclusión social mucho más justo, que me apasiona.
–¿Va a ser candidata?
–Vengo trabajando con la página mejorseguridad.org, que está online desde el 12 de abril de 2007. Pero son compartimentos estancos: así como cuando llego a casa apago los celulares y soy mamá, y si a la noche tengo que acompañar a mi marido a una comida soy esposa, y a la mañana, cuando llevo a mis chicos al colegio, soy chofer, la seguridad es un compartimento en mi vida que no mezclo con el de la política partidaria. Aunque sí me parece necesario mezclarlo con la política, porque las soluciones van a venir de la política.
–¿Su militancia peronista le trajo problemas con su padre?
–Para nada: en mi casa siempre se respetó la pluralidad de ideas.
–Pero su padre estuvo involucrado en la represión ilegal en Campo de Mayo, según consta en el legajo 3716 de la Conadep.
–Muchas de las cosas que se dicen de él no son ciertas: nunca fue general, se retiró como teniente coronel. Tenía muchos afectos dentro del Ejército, pero él no iba al cuartel porque era jinete olímpico: representó a la Argentina en las Olimpíadas de Munich. Lo de papá eran los caballos. El resto, no lo sé. Yo iba a la escuela secundaria y no me involucraba. Pero nunca tuvo un proceso. Siempre pudo entrar y salir de la Argentina cómodamente.
El periodista Fernando Almirón no opinó lo mismo. En su libro Campo Santo, en el que cuenta los horrores del centro de exterminio “El Campito” en el que fueron aniquiladas más de 4.000 personas entre 1976 y 1980, señala que Guglielmi se desempeñó como “jefe de cuadra”.
El tema derechos humanos es una cuestión sensible para la familia. Alejandro, el hermano de Constanza, eligió la misma profesión que su padre, y como teniente coronel del Ejército fue uno de los que le dio la espalda al entonces presidente Néstor Kirchner en un acto en el Colegio Militar, como forma de repudiar la política de derechos humanos del gobierno K.
En el velorio de su hermana María Pía (ver recuadro), Miguel Giuliano, vocero de un grupo de golpistas habitué de los actos que reivindican la dictadura en la Plaza San Martín, habló a la prensa y atribuyó al crimen una intencionalidad política.
Ahora Guglielmi se distancia de ese personaje: “No me puedo hacer cargo porque ni siquiera lo conozco. Sentí una sensación de violación terrible: era usar el dolor ajeno para una tribuna personal”.
Justamente, “usar el dolor ajeno para una tribuna personal” es la acusación que lanza contra su ex cuñada Carlos Báez, viudo de María Pía: “Constanza se aprovecha del dolor para hacer política; casi ni tenía relación con mi mujer”.
Es una interna familiar que viene de lejos. Perl y Constanza desalojaron de un departamento en Barrio Norte a María Pía una Nochebuena. Báez nunca lo olvidó. Y hay más. Después del crimen de su hermana, Guglielmi acusó a su cuñado de ser el instigador del asesinato. Y pidió, sin éxito, la custodia del hijo de la pareja, que tenía menos de un año. Cosas de familia.
Durante el acto del miércoles, algunos familiares de víctimas de la inseguridad le reprocharon a Guglielmi el uso político del dolor.
Es un año electoral. Habrá que ver en las listas si una tal Constanza es candidata.
Tomás Eliaschev
Veintitres
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