La crisis siempre juega a favor de los poderosos.
De los que se sienten capaces de manejar los números más profundos de la vida y la muerte en las grandes ciudades.
Está en el código genético de los empresarios. No es una cuestión subjetiva, las consecuencias están en la historia reciente de los argentinos.
Por cada gran crisis del sistema, miles de despidos, ingreso en el agujero negro de la desocupación y la exclusión.
Expulsan trabajadores para mantener tasas de ganancias o para lograr mayores y mejores créditos que jamás serán destinados a renovar sus máquinas. Tendrán como objetivo renovar sus riquezas personales.
La Unión Industrial Argentina, un consorcio que reúne a las más poderosas empresas del país y cuya historia está muy vinculada al Estado y en especial en tiempos de dictaduras, advirtió que durante 2009 los despidos llegarán a doscientos mil.
Una brutal condena contra los obreros.
Con total impunidad, los siempre mimados industriales argentinos señalan que habrá doscientos mil puestos de trabajos perdidos. Ellos, los industriales, no serán los que pierdan. Los perdedores serán, queda claro, los trabajadores, sus trabajadores.
La noticia sostiene que “en los últimos días, entre los popes de la Unión Industrial Argentina (UIA) circuló un informe reservado donde se calcula que sólo el sector manufacturero, que emplea a poco más de dos millones de personas, expulsará entre 160 mil y 200 mil en lo que queda del año. En el resto de la economía, por el bajón del consumo y el estancamiento de las exportaciones, los máximos líderes patronales estiman que se perderán al menos un millón de empleos. Los más afectados serán el comercio minorista y los bancos”, remarcó el informe periodístico.
Algunos datos provienen de una encuesta realizada entre los integrantes de la Asociación de Industriales Metalúrgicos. Sus resultados dicen que las fábricas del rubro ya trabajan en promedio a menos del 50 por ciento de su capacidad instalada.
“Los ejecutivos más pesimistas advierten que por la crisis, uno de cada tres talleres pequeños o medianos deberá cerrar sus puertas. Los que producen piezas y repuestos para autos son los más complicados: la mayoría adelantó y extendió vacaciones o pactó suspensiones parciales, pero ahora evalúan seriamente las cesantías. Por el desplome de la demanda externa, las curtiembres fueron las primeras en despedir personal registrado. Los fabricantes de textiles y confecciones también se achicaron, pero con menos ruido porque emplean a muchos más trabajadores informales, sin sindicatos que los protejan. Las 15 mil pymes que producen muebles vieron caer un 30 por ciento su actividad y también iniciaron su ajuste”, agrega la nota.
Como a principios de los años noventa, los industriales avisan de la masacre social que ellos mismos cometerán.
-Nos van a pedir por favor que les abramos las puertas de los cementerios -dijo alguna vez un industrial frigorífico a un dirigente del gremio de la carne santafesina a principios del tercer milenio.
Ellos, los industriales argentinos, creen -desde su histórica impunidad- que son capaces de manejar no solamente los números de la angustia de la desocupación sino también la vida de las mayorías que habitan en las ciudades.
Carlos del Frade (APE)
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