lunes, 30 de marzo de 2009

MONSANTO Y LA SOJA.

La periodista francesa Marie Monique Robin dedicó los últimos años a investigar cómo la empresa multinacional Monsanto, con base en los Estados Unidos, desarrolló el uso de semillas genéticamente modificadas, para hacerlas más resistentes, mientras que al mismo tiempo impulsó en forma asociada la utilización de un poderoso herbicida, que puede generar efectos nocivos a largo plazo sobre la tierra y los seres humanos. Según Robin, en Europa se prohibió el uso de cultivos transgénicos, mientras que en América del Sur se expandieron en forma exponencial, de la mano de la soja, gracias a sus cotizaciones crecientes en los mercados internacionales. De acuerdo con sus investigaciones, volcadas en un libro y en un documental, El mundo según Monsanto, la empresa hasta “manipuló estudios científicos para tapar los efectos de las toxinas sobre el ser humano”.
“Monsanto no solamente es el primer productor de transgénicos en el mundo, sino que también desde el año 2005 es la primera empresa semillera del mundo”, explicó Robin a Crítica de la Argentina, recién llegada al país para presentar su libro y su documental mañana, a las 17, en el Auditorio Borges de la Biblioteca Nacional. El trabajo advierte sobre los peligros resultantes del crecimiento exponencial de los cultivos transgénicos, que en 2007 cubrían 100 millones de hectáreas, con propiedades genéticas patentadas en el 90% por Monsanto.
“La soja transgénica nunca fue estudiada y tampoco fueron estudiados los efectos que puede producir en la gente, en el consumidor, en los animales o en el medio ambiente. Hubo una falta total de investigación científica para verificar si hay problemas o no. La segunda cosa es que Monsanto pudo vender el Roundup, el herbicida a base de glifosato, porque mintió. La empresa fue condenada por publicidad mentirosa en Estados Unidos hace ya diez años y en Francia el año pasado”, explicó la periodista.
–¿Por qué mintió?
–Siempre dijo que este herbicida era biodegradable, es decir que luego no queda nada ni en el suelo, ni en el aire, ni en el agua, que no tenía problemas para el medio ambiente, ni para la salud de las personas que lo utilizan. Todo eso es mentira. Lo que reveló mi investigación es que no es biodegradable, queda en las aguas, queda en los suelos mucho tiempo. Hay un estudio secreto de Monsanto que se pudo desclasificar en Francia que revela que Monsanto enseña nada más que el 2% del Roundup es degradado después de ocho días. Además hay muchos estudios que revelan que el Roundup puede llevar al cáncer.
–Además se realizan fumigaciones sin ningún control.
–Sí, claro; cuando estuve haciendo mi documental, Argentina, la soja del hambre, en 2005, lo vi. Están fumigando hasta en las puertas de las escuelas; yo estuve filmando en una escuela por ejemplo, ahí cerca de Paraná, y estuve en una comunidad en Formosa donde todos los cultivos estaban destruidos y la gente se enfermaba. Es una catástrofe sanitaria que ya está en marcha. Este producto, por ejemplo, en Dinamarca lo prohibieron definitivamente como otros herbicidas de Monsanto u otras compañías que han contaminado países enteros. La Argentina ya está totalmente contaminada y me da mucha pena.
–¿Por qué se desarrolló tanto la soja en la Argentina?
–En mi libro escribo sobre esto, como fue que la Argentina, que no era un productor de soja como Brasil, se lanzó a esta aventura yo diría suicida. Monsanto pudo entrar en la Argentina porque era la época de Menem y vamos a decir que era un gobierno muy débil para ciertas cosas. En Francia y en otros países de Europa tuvimos la crisis de la vaca loca. Por eso hubo una demanda muy grande de soja, y el precio subió mucho en el mercado internacional. Como la Argentina tenía este problema de la crisis económica, el Gobierno apoyó la famosa sojización del país.

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