Los trabajadores piensan la crisis recuperando experiencias históricas
Este mes se cumplieron treinta y cinco años de un hecho sindical que quedaría grabado en la historia del movimiento obrero argentino. Un momento singular de un ciclo mayor inaugurado por el Cordobazo, pero que tendría perfil propio.
Tres décadas y media atrás el movimiento obrero y sindical argentino fue sacudido por un acontecimiento que tendría proyecciones nacionales. En Villa Constitución un conjunto de jóvenes delegados resistieron la intención de la empresa Acindar y la UOM nacional de desplazar a la Comisión Interna elegida democráticamente. No fue este un hecho menor, se trató de la derrota de la dirección sindical más dura y experimentada de entonces.
A principios de este mes regresando de Rosario en compañía de un grupo de dirigentes sindicales amigos nos detuvimos en Villa Constitución para saludar a la nueva conducción del sindicato metalúrgico local. Un conjunto de jóvenes que desde hace poco más de dos meses están haciendo sus primeras experiencias encabezados por dos históricos: Alberto Piccinini y Juan Actis. Al llegar llama la atención un imponente edificio, supermoderno, bien equipado y enclavado en un predio enorme. Por el horario el sindicato se veía bastante despoblado y frías sus paredes pese al sol radiante del mediodía, el magnífico auditorio aún despide aroma a nuevo.
La sensación fue otra cuando ingresamos a la sala de reuniones. Una de las paredes está tapizada con fotos del plenario antiburocrático, si no falla la memoria a este cronista que allí estuvo, de abril de 1974. Esa galería fotográfica testimonia la presencia de Agustín Tosco, Rene Salamanca y Jorge Di Pascuale entre otros dirigentes de la época.
El recibimiento de los nuevos delegados le puso calidez a la reunión. Nos explicaron como surgieron y ganaron las elecciones, que no terminaron de asumir cuando debieron enfrentar el impacto de la crisis económica mundial en la región y nos transmitieron sus deseos de llenar el sindicato de gente, de darle vida al auditorio convocando a actividades sindicales y culturales de la zona. Sobre el final de la charla nos invitaron para el acto que harían en el aniversario del Villazo.
Un tiempo de triunfos
Algunas entrevistas a Alberto Piccinini, retomadas por el historiador Ernesto Rodríguez, permiten comprender los hechos que se extendieron desde el 7 hasta el 16 de marzo de 1974 y que desde entonces se conocen como el “Villazo”. “El 7 de marzo, los interventores, acompañados por dos obreros, visitaron la fábrica con el objeto de desprestigiar a la Comisión Interna. Sección por sección iban diciendo: Muchachos, hay que sacar la CI porque es comunista y hay que poner una CI peronista”. Sin mediaciones la dirección de la fábrica desconoció el mandato de los delegados.
La narración da cuenta que esta actitud desató la indignación de los trabajadores de base. Un estado asambleario, de deliberación permanente, se instaló en la fábrica y… “El 8 de marzo comenzó la toma de Acindar, donde más de 2500 obreros demandaban el levantamiento de la sanción a los miembros de la CI y delegados, así como la inmediata convocatoria a elecciones. Al día siguiente fue ocupada Maratón, mientras que los obreros de Metcon realizaban una huelga de brazos caídos. En Acindar, los portones fueron cerrados y controlados por piquetes de obreros”…
…“La huelga se extendió rápidamente a las ciudades vecinas, a otras fábricas. Los portuarios, los transportistas, los aceiteros, la Asociación del Magisterio de la Provincia de Santa Fe, la Asociación Bancaria y el Centro Comercial e Industrial se sumaron; llegando adhesiones de organizaciones y sindicatos de todo el país”…“La huelga culminó el 16 de marzo con la firma de un acta compromiso en la que se dispuso normalizar la seccional en 120 días y la elección de CI y de delegados dentro de los 45 días posteriores al acuerdo. El triunfo fue celebrado con una marcha desde las fábricas hasta la plaza principal de la que participaron entre 8.000 y 12.000 personas.”
La memoria en donde ardía
Aceptada la invitación el pasado lunes 16 volvimos a Villa Constitución. Estaba más fresco que la semana anterior pero el clima era mucho más cálido. El edificio cobró vida propia, más de quinientos trabajadores y trabajadoras, jóvenes y otros que ya no lo son -como quien esto escribe- se arremolinaban en la escalinata y frente a las mesas de acreditaciones. En cada pasillo, en cada rincón, se sucedían encuentros y también se anticipaban discusiones.
La capacidad del auditorio fue colmada. Es que no solo se trataba de celebrar los 35 años del Villazo y de homenajear a sus protagonistas, a quienes el régimen de entonces y la burocracia de la UOM nacional no les perdonaron semejante audacia y por la cual sufrieron persecuciones, cárceles y muerte. También estábamos convocados a discutir la crisis mundial, su impacto en el país y la necesaria respuesta de los trabajadores.
Juan Actis abrió el plenario recuperando la memoria en una cálida y fiel reseña de aquellos intensos días. Luego el debate y las múltiples intervenciones. Una primera parte dedicada a la crisis, caracterizada no como una cuestión sólo financiera sino como una crisis del sistema capitalista como tal, que no será breve. Una segunda dedicada a propuestas, numerosas pero todas destinadas a evitar que los capitalistas descarguen la crisis sobre los trabajadores. El plenario fue cerrado por Alberto Piccinini quién insistió una y otra vez en la necesaria honestidad y decencia que deben mostrar los dirigentes sindicales, en dejar de lado disputas estériles y sobre todo en medir en cada momento la relación de fuerzas existente. Tal vez un balance de su propia experiencia histórica que fue seguido con atención por los presentes, y que hay que leerlo en clave actual.
La necesidad de hacer oir la voz de los trabajadores este 24 de marzo, de convocar a actos unitarios el próximo 1º de Mayo y de volver a encontrarse, forman parte de las conclusiones y es la formula propuesta para darle continuidad a esta iniciativa.
Todo concluyó con el homenaje a los protagonistas de aquellos años, muchos delegados jóvenes entregaron un presente a cada uno de ellos o a sus familiares, simbolizaban así el pasaje de una generación de luchadores a otra. El espíritu del Villazo, transportado por ese hilo conductor que es la memoria histórica, estaba latente. Afuera un sol todavía radiante fundía el pasado con el presente.
Es que en el auditorio de ese edificio moderno e imponente la memoria fue colocada en donde ardía. Como reza aquel antiguo poema de Quevedo: “Dejará la memoria donde ardía / nadar sabe la llama el agua fría / y perder el respeto a ley severa”.
Seguramente habrá nuevos encuentros.
Eduardo Lucita
Eduardo Lucita es integrante del Colectivo EDI-Economistas de Izquierda.
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