domingo, 15 de marzo de 2009

Memorial del pueblo: a 35 años del “Villazo”

La UOM Seccional Villa Constitución, organización enrolada en la Central de Trabajadores de la Argentina, informó que el lunes 16 de marzo, al cumplirse 35 años de la histórica gesta del “Villazo”, se realizará un plenario con talleres de análisis y debate sobre la actualidad y la crisis global.
De acuerdo con lo anunciado por la Unión Obrera Metalúrgica (UOM Villa Constitución-CTA), liderada por el histórico dirigente Alberto Piccinini, este encuentro se llevará a cabo en su Auditorio sito en la calle Juan Manuel de Rosas 690.
En la oportunidad, asistirán dirigentes nacionales de la CTA y de diversos gremios como así también de distintas agrupaciones locales y regionales.

La historia en carne viva

A continuación, reproducimos textualmente una parte del documento firmado por el profesor Ernesto Jorge Rodríguez del Instituto Superior del Profesorado Nº 3 “Eduardo Lafferriere”:
“Los hechos que se conocen bajo el nombre del “Villazo” se extendieron desde el 7 hasta el 16 de marzo de 1974. Así narra Alberto Piccinini el inicio del conflicto: “El 7 de marzo, los interventores, acompañados por los obreros de apellido Ranure y Carreras, visitaron la fábrica con el objeto de desprestigiar a la Comisión Interna. Sección por sección iban diciéndoles a los obreros: “Muchachos, hay que sacar la CI porque es comunista y hay que poner una CI peronista”.
Cuando tomamos conocimiento de esos hechos, reunimos a todos los delegados que estaban en el turno y esperamos a los interventores al lado del Chapero porque los tipos habían dejado el auto cerca de la oficina de Personal. Cuando llegaron, comenzamos a increparlos, les pegamos una apretada regular, alguno los empujó, otro les gritó, otro los putió. Al final terminaron prometiendo que llamaban a elecciones, que todo, que iban a comprar una ambulancia, todo. Los tipos se quedaron con la sangre en el ojo y al otro día nos mandan un telegrama de expulsión del gremio a toda la CI y a los delegados que habían estado presentes.
Entonces, más o menos una hora antes de las 14, nos llama Aznarez a la oficina de Personal y nos dice: “Señores, he recibido comunicación de la UOM que a partir de este momento ustedes dejan de ser CI”. Para nosotros fue un golpe muy grande porque en esa etapa peronista la burocracia tenía un gran poderío. Entonces intentamos acordar algo, negociar con la empresa. Yo me acuerdo que le dije a Aznarez: “Mire señor que se pueden suscitar problemas graves y la empresa va a estar metida en el medio”. La fábrica se negó a continuar reconociéndonos como CI. Nos intentaron liquidar. Entonces nosotros, como se acercaba el turno de las 14, dijimos: “muchachos, acá no hay vuelta de hoja o peleamos con la gente o nos vamos”.
Entonces salimos, éramos 3 o 4 de la CI, empezamos a parar a los delegados y les ordenamos que hicieran un piquete, que prohibieran la salida de todos los obreros. No era una tarea tan fácil, implicaba mucha responsabilidad, mucho miedo. Si bien la gente nos apoyaba, teníamos consenso, estaba fresco lo del conflicto del 70, donde había quedado una imagen de la dirigencia sindical no muy buena. Pero también sabíamos que si nosotros no peleamos nos echaban.
Esperamos que vivieran la gente de Indape e hicimos una asamblea con los obreros del turno mañana y tarde en donde describimos todo lo que pasó y además les explicamos que la gente de Buenos Aires en definitiva vive llevándose los aportes nuestros, que no tenemos obra social, que esto pasa porque no tenemos CD, nos mandan interventores, se llevan la plata, no nos defienden , todo un discurso con bastante consenso en la gente.
Entonces les dijimos: “compañeros, nosotros tenemos dos opciones: una, agarrar e irnos y, la otra, pelear. Pero si optamos por pelear tiene que haber plena conciencia, nosotros no queremos que después de un tiempo se cansen y digan, tal como hicieron con posterioridad a las huelgas del 69/70, ¿Por qué nos llevaron al conflicto? Tiene existir un convencimiento tal que a la lucha la banquemos venga lo que venga”.
Entonces acá tenemos que decidir entre nosotros si vamos a pelear o si aceptamos mansamente. Por ahí saltó un tipo que era de la burocracia y dijo: “pero bueno, yo creo que si ellos son los que mandan ustedes se tienen que ir”. Y fueron segundos los que pasaron, pero yo sentía que el mundo se venía abajo, o sea, ese tipo planteaba que nos fuéramos. Pero fueron unos segundos que a mi me parecieron minutos. Pero después hubo una explosión de griterío y la gente comenzó a maldecir al tipo. Los obreros gritaban: “Vamos a pelear y vamos a pelear, y vamos a pelear, y vamos a pelear”, una efervescencia impresionante.
Entonces salió una cosa que a nosotros nos tonificó cualquier cantidad. Ahí yo empiezo a ser dirigente, empiezo a hablar, yo antes tenía vergüenza para hablar, empiezo a hablar ante los compañeros, que se yo, 1000 mil y pico de compañeros, y ya empiezo a hablar y empezamos hablando una vez cada uno de los compañeros, nos turnábamos para hablar y después un poco me toca cumplir ahí de como cabeza de ese movimiento”.
El 8 de marzo comenzó la toma de la fábrica Acindar, en donde más de 2500 obreros demandaban el levantamiento de la sanción a los miembros de la CI y delegados, así como la inmediata convocatoria a elecciones. Al día siguiente fue ocupada Maratón, mientras que los obreros de Metcon realizaban una huelga de brazos caídos. En Acindar, los portones fueron cerrados y controlados por piquetes de obreros. El personal jerárquico no pudo abandonar la fábrica y se lo retuvo en las oficinas de relaciones industriales.
Ante la posibilidad de una intervención policial, en las calles internas se hicieron barricadas para que no circularan vehículos, se utilizaron vagones para cruzarlos donde la distribución de las vías lo permitían y se construyeron barricadas con tanques conteniendo solventes preparados para prenderlos fuego en caso de ser necesario.
La huelga se extendió rápidamente a las ciudades vecinas, se adhirieron las fábricas Villber y Cilsa, los portuarios, los transportistas, los aceiteros, la Asociación del Magisterio de la provincia de Santa Fe, la Asociación Bancaria y el Centro Comercial e Industrial; llegando adhesiones de organizaciones y sindicatos de todo el país.
Comienza así a configurarse un frente de masas que ligaba a los obreros metalúrgicos con la pequeña burguesía de la zona. Este frente obedecía tanto a motivaciones de tipo corporativista (reacción de la ciudad frente al centralismo sindical y a la centralización de los fondos sindicales en Buenos Aires.
También por la necesidad de construir un policlínico, de contar con un camping, etc.), como económicas e ideológicas: la pequeña burguesía comercial de los barrios (mayoritariamente peronistas y ex-obreros u obreros que incrementaban sus ingresos con un comercio minorista) apoyó la lucha de los metalúrgicos porque su prosperidad dependía de la situación de los obreros que eran sus clientes. Esta pequeña burguesía mantenía estrechos lazos con el movimiento obrero o formaba parte de él. En cambio, la pequeña burguesía comercial de la zona céntrica se solidarizó con la lucha de los metalúrgicos por su manifiesto antiperonismo, independientemente de que consideraran justos los reclamos de los obreros.
La huelga culminó el 16 de marzo con la firma de un acta compromiso en la que se dispuso normalizar la seccional en 120 días y la elección de CI y de delegados dentro de los 45 días posteriores al acuerdo. Posteriormente se organizó una marcha desde las fábricas hasta la plaza principal de la que participaron entre 8.000 y 12.000 personas.
Las tomas de fábrica de marzo de 1974 produjeron una acumulación cuantitativa y un salto cualitativo en la toma de conciencia de los metalúrgicos de Villa Constitución. La alianza burocracia-patronal evaluó incorrectamente la relación de fuerzas existentes, subestimando la combatividad, la toma de conciencia de clase de los metalúrgicos de Villa Constitución.
La respuesta inmediata de los trabajadores no fue solamente un eslabón más de la larga cadena de las luchas económicas emprendidas por los obreros, no fue producto de la espontaneidad sino que demostró que las experiencias y enseñanzas recogidas desde el fracaso de la huelga de 1970 fueron asimiladas por los trabajadores y que este proceso se enriqueció con el aporte de las distintas tendencias políticas de izquierda que ejercieron relativa influencia sobre un minoritario pero importante sector del conjunto de los trabajadores villenses, constituyendo un embrión de lucha política.
Además, este proceso no estaba aislado ni era una isla sino que se insertaba en un marco nacional de auge de masas, en particular, con posterioridad al Cordobazo, los Rosariazos y las Puebladas. Los fenómenos sociales y la praxis política desarrollada a partir del 7 de marzo pusieron de manifiesto que los trabajadores visualizaban correctamente la coyuntura y que el enfrentamiento no se limitaba a una reacción instintiva frente a las maniobras y las provocaciones de los interventores Fernández y Oddone.
Tampoco ignoraban que éstos no eran ni el único ni el principal enemigo y que detrás de ellos estaban los intereses del gran capital, representado por Acindar y el sindicalismo verticalista representado por la UOM nacional. Esta no estaba dispuesta a permitir “insubordinaciones que fisuraban su poder y el propio aparato represivo para encauzar el conflicto social en función del reordenamiento del sistema capitalista, dentro de la sociedad armonizada”.
La praxis política-gremial iniciada a partir del 7 de marzo se caracterizó por:
1- Asambleas generales y permanentes; 2- Toma de fábrica, retención y concentración del personal jerárquico en el subsuelo de la oficina de personal; 3- Formación de piquetes de autodefensa, así como grupos de control de entrada y salida de la fábrica, con responsable por piquete y por turnos; 4- Construcción de barricadas internas, con vagones ferroviarios, tarimas, etc. que cortaban una tras otra las calles internas de la fabrica; 5- Ubicación de tambores con solvente en lugares específicos, con compañeros responsables en forma exclusiva de los mismos; 6- Control del sistema eléctrico de la planta y responsable de los mismos; 7- Control de sirena, con responsable exclusivo y manejo de códigos de toque para llamado a asamblea por los trabajadores; 8- Prohibición a todos los obreros de tomar bebidas alcohólicas; 9- Formación de una comisión de compañeros encargada de contactarse con otros gremios y demás fuerzas sociales y políticas de la ciudad y de la zona; 10- Formación de una comisión de obreros con permanencia externa a la fábrica (local de la marrón) que garantizaba y tomaba contacto con otras zonas del país, para informar y recibir apoyo solidario; 11- Formación de piquetes externos de obreros movilizados para recorrer y chequear la seguridad de las viviendas de los principales dirigentes; 12- Formación de la comisión de solidaridad y apoyo conformado por un gran número de trabajadores.
Con el correr de los días y a medida que se profundizaba el conflicto, las medidas adoptadas demostraron una gran eficacia que las convirtieron en determinantes para la resolución favorable del conflicto, obteniendo de este modo resultados que superaron ampliamente las previsiones tanto de los trabajadores como de la alianza burocracia-patronal-Estado, dejando profundas enseñanzas y permitiendo un acelerado crecimiento en la toma de conciencia colectiva, no solo de los metalúrgicos sino también del resto de los trabajadores y del conjunto de los sectores populares de Villa Constitución y de la zona.
Las promesas de la burocracia con respecto a la normalización no se cumplieron oportunamente, apelaron a las consabidas medidas dilatorias. Pero los obreros metalúrgicos continuaron con su lucha irrenunciable, recibieron el apoyo de los gremios combativos y clasistas del país en lucha contra la burocracia y también, el inefable aporte de las tendencias político militares.
Así, en el tiempo que medió entre el Villazo y las elecciones de noviembre se produjeron planes de lucha de los trabajadores –quite de colaboración-; el plenario antiburocrático del 20 de abril de 1974 realizado en el club Riberas del Paraná, contando con la presencia de Agustín Tosco, Rene Salamanca y Jorge Di Pascuale y el secuestro de Erich Breuss, gerente de Acindar, operación realizada por el PRT-ERP, por cuyo rescate se solicitaba las reivindicaciones que demandaban los obreros.
Como confluencia de todos estos factores y sin intentar dilucidar cual fue el determinante y si alguno de ellos actuó como catalizador que retardó o aceleró el proceso que condujo a las elecciones; el 1 de diciembre de 1974, los integrantes de la lista Marrón asumían, por poco más de tres meses, la conducción de la seccional local de la UOM”.

Unión Obrera Metalúrgica (UOM Villa Constitución-CTA).

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