El presidente de la Reserva Federal, Jay Powell, anunció esta semana el primer recorte en muchos años de la tasa de interés de referencia de los Estados Unidos. No lo hizo en la forma discreta tradicional de una reducción del 0,25 % sino del doble, el 0,50 %, más varias rebajas adicionales para lo que resta del año –una mega disminución propia de una crisis-. La Fed había llevado la tasa de referencia al 5,5 % anual, hace cuatro años, con el propósito de contener una inflación elevada que atribuía a la enorme emisión de dinero durante el período de pandemia, que sirvió para subsidiar en forma multibillonaria a las multinacionales de Wall Street. Muchos críticos de esa escalada de la tasa destacaban que el aumento de la inflación obedecía a otros motivos, en especial, a los aumentos de costos provocado por la ruptura de las cadenas de producción internacionales desde la pandemia misma (guerra comercial entre marcas de vacunas contra el Covid) y, posteriormente, por la acentuación de la guerra comercial de EEUU y la Unión Europea contra China y el desencadenamiento de la guerra de la OTAN y Rusia.
Powell, de todos modos, encuadró el anuncio de la reducción de tasas en el lenguaje anodino convencional, a saber, a la necesidad de mantener el equilibrio entre los precios, de un lado, y el empleo, del otro –como se encuentra establecido en la Carta Orgánica del Banco Central norteamericano-. Tampoco se salió del guión en cuanto a justificarlo en términos nacionales, sin consideración por el lugar dominante del dólar como moneda de transacción y reserva internacional.
La prensa especializada no siguió, sin embargo, el mismo libreto. La agencia Bloomberg atribuyó la reducción de tasas “a la demanda de dinero barato por parte de Wall Street”, o sea, de parte de las empresas que cotizan en la Bolsa de Nueva York. La súper valuación de las acciones privadas y de la deuda pública norteamericano encierra el peligro de un derrumbe mayúsculo, porque no corresponde a las expectativas de beneficios sobre el capital invertido y no incorpora la posibilidad de una recesión. De modo que esta reducción de tasas es otra operación de rescate financiero al gran capital. Ese derrumbe ya se manifestó a principios de septiembre pasado cuando las acciones de las tecnológicas (“las Super Siete”) sufrieron un desplome bursátil durante varios días. La causa inmediata del derrumbe fue el aumento de la tasa de interés de Japón, que había servido para financiar la burbuja accionaria en Estados Unidos (una operación conocida como “carry trade”). Quienes habían invertido en acciones con préstamos en yenes japoneses tuvieron que salir a cubrir esa deuda, cuya magnitud aún es desconocida (Financial Times, 19/8). Lo cierto es que la suba de la tasa japonesa ha invertido en sentido contrario la onda especulativa, que apunta ahora a una valorización del yen y de contratos financieros en Japón (idem). La Reserva Federal norteamericana toma la posta del Banco de Japón en la tarea de mantener viva a la Bolsa de Nueva York y a la deuda pública de Estados Unidos. Adam Tooze, un destacado historiador de la economía mundial, destaca en su boletín que el Tesoro norteamericano está emitiendo grandes cantidades de Letras de corto plazo para financiar el déficit público, lo que ocurre, advierte, en períodos de recesión.
La reducción de la tasa de referencia puede servir para refinanciar la deuda pública a tasas de interés inferiores, como puede ocurrir también con las deudas hipotecarias o personales. Pero encierra el peligro asimismo de provocar un retiro del financiamiento extranjero de la deuda del Tesoro. Antes de la posibilidad de esta deriva, Donald Trump ha advertido que aumentaría los aranceles de importación en un 100 % a los países que “se alejen del dólar” (“move away from the dollar”, FT, 9/9). La alusión es naturalmente contra China y Japón –este último es el principal acreedor de Estados Unidos-. Pero como se señala más arriba, este “alejamiento” ya tiene lugar por parte de los inversores, sin referencia a su nacionalidad, que se endeudarían en dólares o euros para apostar a la suba del yen, lo que equivale a una salida de capitales. Mientras los bancos centrales intentan infructuosamente regular el ciclo de ascenso y caída de la economía de sus países, no existe ningún banco internacional que pueda hacer infructuosamente lo mismo a escala planetaria. El capital se mueve con velocidad para explotar en su beneficio esta desincronización de la economía internacional, agravando al mismo tiempo las tendencias a una crisis internacional generalizada.
El ciclo de reducción de la tasa de interés de Estados Unidos, que acaba de comenzar, debería aflojar la presión sobre la moneda de China, el yuan o renminbi, donde la tasa de interés de referencia es un poco superior al 2 por ciento y la de préstamos hipotecarios de 3,8 por ciento. Podría revalorizar la divisa china y facilitar una afluencia de capitales. Pero China atraviesa un proceso de deflación (caída de precios) y de superproducción, que se vería acentuado. Este encarecimiento de los costos podría servir para que sus rivales comerciales reduzcan o eliminen los impuestos a la importación de China, pero es difícil que esto ocurra. El Banco Central de Brasil, por su lado, ha aumentado al 10,5 % anual su tasa de referencia, con el propósito de detener la devaluación del real. Pero esto podría recrear una experiencia amarga, como es una invasión de capital golondrina para explotar las ventajas de la tasa brasileña sobre la norteamericana, como ocurrió en Argentina bajo Macri, para luego revertirse en una fuga de capitales en gran escala.
Los anuncios de Jay Powell deberían inducir a una afluencia de capital de corto plazo a Argentina, si no tuviera el obstáculo del cepo, que limita la repatriación del capital extranjero. El otro obstáculo es que el superávit primario destinado a pagar los intereses de la deuda externa no tiene la contrapartida de los dólares necesarios para hacer ese pago. Argentina atraviesa una valorización de la deuda externa en el corto plazo, como resultado del blanqueo y de la desvalorización de los dólares paralelos, pero esto no aumenta su capacidad de pago de la deuda y sus intereses que vencen en 2025. Caputo intentará aprovechar la suba del oro, que debiera seguir a la baja de intereses norteamericanos, para ofrecerlo en una operación de rescate ruinosa de corto plazo.
Jorge Altamira
20/09/2024
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