miércoles, 18 de septiembre de 2024

Anuncios de Milei: el “miedo al default”


El fantasma de una cesación de pagos. 

El jactancioso discurso de Milei, en el que se dio manija sobre el desempeño y los supuestos logros de su mandato, no es suficiente para disimular la enorme endeblez y fragilidad en que se encuentra la gestión del libertario.
 En 2025 vencerán U$S 24.000 millones de deuda, y como es sabido hay inquietud en el mercado por cómo se cancelarán. Esto representa la totalidad de la deuda pública, incluyendo los organismos internacionales y lo de las provincias. Los alcances de un refinanciamiento prácticamente están cerrados. 
 Las expectativas de dinero fresco por parte del FMI se han pinchado de modo tal que hasta el propio presupuesto descarta el ingreso de fondos de esa entidad. La esperanza última sería “aguantar” hasta un triunfo de Trump, cosa absolutamente incierta, pero ni eso asegura que Washington desembolse el dinero de ese salvataje -como lo viene de señalar Claver Caronte, uno de los hombres de confianza del magnate inmobiliario. Los recursos provenientes de otros organismos internacionales, por su parte, están atados a obras y proyectos específicos y, por lo tanto, no sirven para oxigenar financieramente al gobierno, y cuya ejecución para colmo está suspendida o parada.
 El acceso de Argentina al mercado de capitales está cerrado y la posibilidad de que aparezca algún préstamo es a tasas siderales y prohibitivas del 20%. Los tanteos por obtener algún financiamiento de esta naturaleza (Repos) vienen fracasando -el último viene de hacerse con a Arabia Saudita. 
 Esto es lo que está en la base del “riesgo país” por las nubes y excluye una negociación a tasas razonables. Para poder pensar en ello, el “riesgo país” debería reducirse a 800 puntos, una distancia imposible de remontar en el actual escenario. El fantasma de una cesación de pagos está presente.

 Crisis de deuda

 El economista Giacomini, exsocio de Milei por muchos años antes de que comenzara su carrera política, señaló acertadamente que el discurso presidencial estuvo dictado por el “miedo al default”. Según los datos de deuda pública de la Secretaría de Finanzas y del Banco Central, los vencimientos de capital e intereses para el año próximo ascienden a U$S 11.290 millones en títulos públicos (Bonares, Globales y Bopreales), mientras que el FMI representa otros U$S 3.000 millones, la deuda con el resto de los organismos U$S 4.000 millones, a lo que se deben sumar unos U$S 6.000 millones de las deudas provinciales y las primeras cuotas del swap con el Banco Central de China. 
 En este contexto la deuda provincial no se va a poder refinanciar hasta el momento en que el gobierno nacional pueda volver al mercado a tasas razonables. Si no hay vuelta al mercado, el BCRA le va a tener que dar los dólares a las provincias para pagar los vencimientos del año próximo. El swap con China no tuvo ampliación, sino que se hizo una prórroga del vencimiento por un año a pedido del FMI. En 2025 el gobierno va a tener que comenzar a pagar el tramo activo del swap en cuotas mensuales desde junio. El calendario que tienen los vencimientos hacen aún más complejo el pago: entre enero y julio del 2025 vencen casi U$S 15.989 de los U$S 23.792 millones, un 70% del total adeudado.
 El esfuerzo de Milei estuvo dirigido a tratar de despejar la incertidumbre sobre su cumplimiento. Por eso el énfasis lo puso en que la prioridad absoluta para el gobierno es el pago de la deuda. 
 El escenario es aún más explosivo si sumamos la deuda pública en pesos. Basta tener presente que desde el 31 de diciembre de 2023 hasta el 30 de junio de este año, en sólo seis meses, pasó de 84 mil millones a 166 mil millones de dólares. Esto se ha acentuado los últimos meses y se acerca a los 200 mil millones. Con la divisa norteamericana planchada, la deuda en pesos, se ha visto revalorizada en dólares. 
 En este cuadro la preocupación cada vez mayor es hasta cuándo se va a poder ir renovando esa deuda y en qué momento esto pueda encontrar un límite y provocar una estampida incontenible hacia el dólar y un desmadre de la economía. La devaluación que el tándem Milei-Caputo se resiste a hacer sería impuesta de manera caótica por el mercado. Si el dólar no se ha disparado hasta ahora es por las restricciones impuestas a la compra de dólares, empezando por las importaciones y por una intervención del Estado en el mercado cambiario, destinando a esa finalidad una porción creciente de las reservas del BCRA. Esa sangría, contradictoriamente, socava la posibilidad de hacer frente a los compromisos de la deuda. La típica “frazada corta”. 
 Un elemento que no podemos descuidar es el contexto internacional, que proyecta dificultades para países emergentes y exportadores de materias primas. La soja, el maíz, el trigo y el petróleo vienen cayendo de precio por la apreciación real del dólar en todo el mundo. Solo para dar dimensión, en el último año el precio internacional de la soja cayó un 27% y la volatilidad en países emergentes, medida por el índice VIX (un índice internacional en la materia) viene creciendo desde hace un año, llegando a estar casi 100% por encima de lo que era a inicios de mayo. Además, la depreciación del real en Brasil abarata las importaciones desde el país vecino y encarece las exportaciones argentinas. 

 Fracaso “libertario” 

El “miedo a un default”, por lo tanto, tiene razones fundadas. Esto es lo que explica los nuevos anuncios. Estamos ante una nueva vuelta de tuerca: el ajuste del ajuste. Pero este hecho es una confesión de que el ajuste sobre el que se vanagloria el líder libertario no logró cumplir con el objetivo que se proclamaba. Como es sabido, la “motosierra” de que se jacta Milei dio un golpe brutal a los salarios, las jubilaciones, la educación, la salud, la asistencia social, la obra pública; pero eso no es suficiente para asegurar el pago de la deuda, que se ha convertido en una bola de nieve imparable.
 Solo la deuda en pesos que se viene refinanciando a un promedio de 3,5% mensual implica intereses de unos 7 billones de pesos mensuales. Esos intereses, sin embargo, no los cuenta el gobierno a la hora de hacer el balance de las cuentas públicas porque, en ese caso, el superávit se convertiría en déficit. Estamos simplemente ante un nuevo artilugio contable que se suma a otros ardides que el dúo Milei-Caputo viene haciendo como la postergación de los pagos y compromisos del Estado para que la caja arroje un saldo positivo. 
 Un caso muy ilustrativo es el de las Lecaps: los intereses que se fueron generando desde marzo de este año, en que volvieron a licitarse, hasta ahora generaron un interés por 10 billones -a precios corrientes-, que sin embargo por la mecánica de su liquidación no figuran en el informe mensual de ingresos y gastos que proporciona la cartera económica. “El resultado fiscal para fin de año pasaría del superávit de 0,4% a déficit de 1,1% del PBI” (Juan Pablo Marino, @jpmarino79). Ni que hablar de que estos intereses que se capitalizan como nueva deuda no es más que otra cosa que emisión encubierta, por lo cual la llamada emisión cero es también otra impostura. 
 Como se ve, todo es una gran truchada. Habría que agregar que los recortes al gasto no han servido para desterrar la inflación pero si han abierto paso a una recesión, que se ha significado la pérdida de 500.000 puestos de trabajo. Una muestra de la retracción aparece en las cuentas de la Afip asociadas directamente a la actividad económica. Para el caso, la caída del 12% real en los ingresos aportados por el IVA DGI desde enero, la del 9,1% en el impuesto al cheque durante el mismo período y la del 11,5% en Ganancias DGI. Está a la vista que esa caída de la recaudación compromete cualquier tentativa que apunte al déficit cero. 
 Las contradicciones de la política libertaria son insolubles. Los nueve meses de mandato de Milei son una nueva prueba de que el saqueo capitalista provocado por el pago de la deuda y la fuga de capitales son fuentes principales del déficit fiscal y de su agravamiento en el tiempo, y no a la inversa como pregonan los representantes de la burguesía -incluidos los “nacionales populares”. El problema no reside en las “restricciones externas”, ni en la “escasez de dólares”, ni en la” economía bimonetaria”, como ha vuelto a insistir Cristina Fernández de Kirchner. Los recortes y medidas que Milei ha anunciado plantean nuevos sacrificios y privaciones para el pueblo argentino pero no lograrán impedir una bancarrota nacional y un default, como ya ha ocurrido en experiencias históricas en el pasado. 
 La deuda es impagable. Cualquier plan de industrialización del país, desarrollo de las fuerzas productivas y satisfacción de las apremiantes necesidades populares debe comenzar por el repudio de la deuda usuaria de modo de colocar el ahorro nacional al servicio de una reorganización del país sobre nuevas bases sociales.

 Pablo Heller

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