miércoles, 3 de junio de 2020

Kicillof, la cuarentena y el autoencubrimiento



La advertencia del ministro de Salud bonaerense, Daniel Gollán, sobre la necesidad de una vuelta a la fase 2 de la cuarentena para evitar un colapso del sistema sanitario, carece de rigor. También Kicillof, envalentonado por el fiasco de la concentración anticuarentena, respaldó los dichos sobre una marcha atrás en la flexibilización del aislamiento obligatorio ante la propagación del virus en el AMBA, sintetizando su planteo como “más contagios, mas restricciones”. Sin embargo, se encargó de aclarar que no es una decisión tomada sino una variante en estudio.
Las declaraciones, de todas formas, contrastan con las medidas que efectivamente se tomaron en estos mismos días, en que siguen publicándose resoluciones oficiales en Boletín Oficial que habilitan la reapertura de decenas de ramas industriales en decenas de distritos del Conurbano. A modo de ejemplo, el 30 de mayo se declararon exentas de la cuarentena actividades en Ituzaingó, Hurlingham, La Plata, General Rodríguez, San Miguel, San Isidro, San Fernando y Berazategui. Al igual que el resto de las disposiciones emitidas en las últimas dos semanas, retoman la actividad automotrices y autopartistas, metalúrgicas, químicas, electrónicas, plásticas, textiles, madera y varios otras. Si bien cada distrito cuenta con un listado particular, es notorio que las ramas habilitadas constituyen el tronco de la actividad industrial en cada región. Así, las excepciones a la cuarentena ya se registran en una veintena de distritos del Conurbano.
Para despejar dudas, el propio gobernador encabezó, junto al mismísimo presidente Alberto Fernández, actos por la reactivación de plantas automotrices pertenecientes nada menos que a Volkswagen en Pacheco y Toyota en Zárate. Es una clara señal política en función de cerrar filas con las grandes patronales, que presionan por retomar la actividad al mismo tiempo que gozan de exenciones y subsidios a costa de la Anses. La señal aspira a disciplinar a los trabajadores, que son los que exponen su salud en las fábricas.
¿A qué vienen, entonces, estas declaraciones sobre volver a una cuarentena más restrictiva? En realidad, en la medida en que las alertas de los funcionarios bonaerenses sobre las posibilidades de un colapso como los que se viven en Brasil o Nueva York no se limitan a los que sucede en la provincia, sino que se refieren a todo el Área Metropolitana, es evidente que los dardos apuntan a responsabilizar a Rodríguez Larreta y su temprana flexibilización por la propagación del virus por las villas y ciudades del Gran Buenos Aires.
El mismo intento de desligarse de los costos políticos por la proliferación de los contagios puede leerse en los dichos de Kicillof alegando que en “la mayor parte de la provincia hay aislamientos con características especiales, con trabas al ingreso y salida, pero al interior de las ciudades se permiten muchísimas actividades”. Esta formulación carga las tintas sobre los intendentes, que si bien son quienes confeccionan los listados con los pedidos de reapertura, deben someterlos a consideración de las autoridades provinciales y nacionales.
En este cuadro, la referencia del mandatario bonaerense a que los hospitales, geriátricos y barriadas pobres se han convertido en focos infecciosos es autoincriminatoria. En primer lugar, porque confiesa la exposición que sufren los trabajadores de la salud, mal aprovisionados de insumos y elementos de protección personal, al tiempo que el gobierno congeló las paritarias. A ello se suma la ausencia de control sobre la salud privada, donde la desidia patronal allana el camino a los contagios. Luego, demuestra que la política oficial es impotente para prevenir la propagación del coronavirus por villas y barrios carenciados. La pose restrictiva que ensaya ahora el gobierno de la provincia es una manifestación del impacto de la crisis abierta con la situación de Villa Azul, y de la evidencia de que la situación podría tornarse verdaderamente conflictiva si se ensayara la misma respuesta de militarización y abandono de los pobladores en tantas otras villas y asentamientos más populosos.
Independientemente de que se acuerden determinadas disposiciones para “endurecer” la cuarentena con el gobierno nacional y con el jefe de gobierno porteño, en esencia la actividad de las grandes patronales está siendo habilitada. Lo más probable es que se disponga un mayor despliegue represivo contra la población, que se ve obligada a salir a buscar un sustento por el abandono estatal ante el crecimiento de la miseria, los despidos y los recortes salariales. En definitiva, las restricciones pesarán sobre las familias trabajadoras, y no sobre las patronales.

Iván Hirsch

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