lunes, 1 de junio de 2020

Del consenso al conflicto

Las corporaciones fueron hasta ahora quienes más operaron activamente por sus intereses, pero comenzó una mayor actividad desde abajo que puede cortar con tanta dulzura de “unidad nacional”. Editorial de “El Círculo Rojo”, programa de La Izquierda Diario que se emite los domingos de 21 a 23 h por Radio Con Vos, 89.9.

Salud o economía. Ese par conceptual venía organizando la discusión política desde que comenzó la cuarentena y tenía como protagonistas al Gobierno -que decía que priorizaba la salud- y a los empresarios o representantes de las corporaciones que subieron el volumen de su reclamo por la vuelta de la actividad económica.
El reactivado grupo de Whatsapp “Nuestra voz” -que nuclea a dueños o ejecutivos de las principales firmas- estuvo a punto de lanzar una proclama por el levantamiento de la cuarentena, según reveló Alejando Bercovich. Fue después de escuchar la última conferencia de prensa de Alberto Fernández, en la que anunció la continuidad del aislamiento obligatorio en el área metropolitana de Buenos Aires, por lo menos hasta el 7 de junio. Algunos de los más “moderados” en ese antro lograron frenar la movida que podía haber generado una crisis importante en el aparente “consenso” que reinaba en el país.
Sin embargo, esto no impidió que se tomen otras medidas: el grupo Techint inició el domingo pasado un "apagón" en su planta de tubos sin costura en la localidad bonaerense de Campana, Tenaris Siderca, que permanecerá cerrada por dos semanas. El parate afecta al grueso de su plantilla de tres mil operarios en un esquema de suspensiones con el 80% del salario básico bruto, acordado en febrero por la seccional de la UOM, liderada por Abel Furlán, y bastante antes de la cuarentena e incluso del acuerdo UIA-CGT que habilitó suspensiones con rebaja salarial. Vale la pena recordar que esta empresa persiguió desde el primer momento de la cuarentena -en los lejanos días de marzo- la idea de ser considerada como industria esencial y así poder justificar por qué mantenía la actividad. Cumplidos algunos objetivos, ahora cerró.
Dentro de la planta circulan dos hipótesis sobre este “black out” de Paolo Rocca:
1) que ya cumplió con sus compromisos de exportación durante la cuarentena, entonces –como Mondelez Victoria- ahora aprovecha la confusión general para cerrar y pagar menos salarios.
2) que este cierre sería el argumento para avanzar en su plan para discontinuar hasta 800 contratos en proveedoras tercerizadas, en un escenario donde toda la cúpula empresaria reclama un tipo de cambio más elevado (traducido: devaluación), beneficios para sostener sus inversiones (traducido: más asistencia del Estado) y un rápido acuerdo por la deuda (traducido: conceder todo lo que sea necesario a los bonistas). Es muy probable que sea una combinación de ambas hipótesis y un intento win-win por parte de Techint.
Como se ve, los dueños del país juegan fuerte y no tienen problemas a la hora de meterle garra al “vandorismo” para lograr sus objetivos. Igualito a la CGT, que esta semana llevó adelante una medida que, si no fuera, cierta uno creería que fue un invento de la revista Barcelona: tuvo una “ardua” comunicación por zoom con los directivos del FMI para “exigirle” respaldo por la negociación de la deuda.
Por suerte, en las últimas semanas, otra voz bastante ruidosa empezó a terciar en este “debate”:
Por ejemplo, en Córdoba, una provincia que se convirtió en epicentro de conflictos y acciones masivas: miles de empleados municipales que sufrieron un recorte de haberes y ocuparon las calles de la ciudad; una caravana de tres mil autos en apoyo al personal de salud imputado por el brote de Covid-19 en un geriátrico de la localidad de Saldán y en reclamo por mejores condiciones de trabajo; un eterno conflicto de los choferes que, como en muchas provincias, no cobran la totalidad de sus salarios, algunos desde hace casi dos meses; y otros conflictos: docentes, judiciales, bancarios. Un editorialista de La Voz del Interior escribió que la principal preocupación del Gobierno provincial pasa por “que las diversas protestas gremiales y sectoriales que se esparcen por Córdoba se unifiquen en un único reclamo.”
En Rosario, el jueves pasado hubo una masiva movilización de choferes de la UTA, más de diez cuadras colmadas de personas. Llevan cerca de 20 días de paro debido a que sólo han cobrado un 65 % del sueldo correspondiente al mes de abril y hay incertidumbre respecto de mayo.
Este conflicto nacional muy agudo de los choferes empujó a la oposición a Roberto Fernández en la UTA a lanzar un paro de colectivos en solidaridad para el 3 de junio que afectará a más 80 líneas de la zona metropolitana. El Gobierno está operando para se levante, pero hasta ahora se mantiene.
Por último, los precarizados y las precarizadas que se desempeñan en las empresas de aplicaciones, repartidores, call centers y otras actividades sin derechos, también ocupan las calles porque su situación de riesgo, de salarios, de cobertura social es insostenible en un momento de mucha demanda de sus actividades que parece que llegó para quedarse.

***
Salud o economía. El primer problema del debate planteado en esos términos es que habla de abstracciones: la “economía”, la “sociedad”, el “interés general” ¿De quién y para quién?, sería la pregunta.
En esa “grieta” en la que parecía que sólo tenían voz los de arriba, empezaron a terciar los de abajo: hablando de su economía de sus intereses y de su salud.
Parece que es el principio del fin de ese momento consensual que Alberto Fernández aparentaba dominar con tranquilidad. Hace unos días, le envié unas preguntas a la politóloga María Esperanza Casullo para un trabajo sobre el peronismo y, entre muchas cosas interesantes, respondió: “Alberto apunta a un estilo de liderazgo diferente, como síntesis final de posiciones distintas. Cada decisión la anuncia así: ‘Hablé con los gobernadores, con los expertos, con fulano, con Merkel, y tomé esta decisión’, parece el ‘último habermasiano’”. Jürgen Habermas es un filósofo alemán que, para sintetizar y a riesgo de vulgarizar, planteó que los problemas del mundo se solucionaban con la acción comunicativa, con el diálogo que anule el conflicto. Es sugerente lo que dice María Esperanza, pero así como el mundo se encargó de refutar a Habermas, parece que la Argentina amenaza con hacer lo propio con el último habermasiano.
Irrumpe un momento más conflictivo que va permitir identificar mejor quien es quien. No sólo frente a los politizados o quienes siguen la discusión fina, sino de cara a toda la sociedad. O mejor dicho, de cara a las mayorías trabajadoras, las clases medias empobrecidas o del pueblo en general

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