Maniatado por el FMI, el Banco Central sigue echando mano a los (pocos) recursos que tiene para controlar al dólar. Sin éxito, espera que por fin llegue el aporte del campo.
"Es muy importante que entendamos. Nadie la tiene fácil en el mundo. Hoy el dólar sube lo mismo en Brasil, en Turquía, en todas partes. Hay cosas que pasan que tienen que ver con el mundo". Con estas palabras, pronunciadas el miércoles en Córdoba, Mauricio Macri parecía restarle importancia a la nueva suba del dólar, cuya cotización en el segmento minorista rozó ese día los $ 45.
Pero lejos de tomárselo con calma, el movimiento del dólar desvela a Cambiemos. La precaria estantería con la que pretendieron alcanzar cierto orden mínimo en algunas variables elementales de cara a las elecciones, se desarma con el dólar manteniendo la tendencia alcista. La inflación descendente que el gobierno promete y no llega, seguirá sin concretarse. No solo por el traslado del dólar a numerosos precios de manera directa (entre otros los de los alimentos), sino porque motivará más aumentos de combustibles.
En los papeles del gobierno, el dólar se mantendría calmo hasta mitad de año, al menos. Este cálculo se basaba en el veranito financiero con el que arrancó el año, y en la certeza de que las exportaciones agrarias sumarían USD 8.000 millones adicionales de exportaciones respecto de los valores de 2018, año donde la sequía dañó severamente el ingreso de dólares por granos vendidos al exterior.
El benevolente clima financiero de enero se lo llevó puesto la revelación del dato de inflación de ese mes, superior al esperado. A esto se agregó que el BCRA sobreactuó en ese entonces la baja de tasas de las Leliq, baja que se trasladó a los plazos fijos. Menos tasa y más inflación bastó para que los especuladores consideraran agotado el negocio que había alimentado cierta estabilidad cambiaria desde octubre: el regreso de la bicicleta financiera protagonizada por tenedores de dólares. Estos apostaban a que, con un dólar quieto después de haberse devaluado fuerte durante 2018, las altas tasas les permitieran fuertes ganancias, para después volver a dolarizarse con mas billetes verdes que al comienzo. Que la tasa de interés le gane a la devaluación es la clave de este negocio, el conocido "carry trade".
Por tres meses los especuladores habían vuelto a confiar en ese negocio, que es el mismo que había alimentado Federico Sturzenegger, el primer presidente del BCRA de la gestión Macri, eyectado en junio del año pasado como resultado de la crisis. Cuando dejaron de hacerlo, el dólar volvió a ponerse otra vez imparable. En un mes y medio, la cotización del dólar minorista (que ayer cerró en $ 44,65) lleva subido un 15 %. Este aumento es más del doble de la tasa que puede rendir un plazo fijo en el mismo período, o de la tasa que ofrecen títulos de capitalización mensual del Tesoro como las Lecap.
Como el dólar cotiza en la llamada zona de no intervención, es decir la banda dentro de la cual el BCRA se comprometió ante el FMI a dejar que la moneda fluctúe según los vaivenes de determine el mercado, su capacidad de acción sobre la cotización es limitada. Solo puede hacerlo de forma indirecta: apostando a más tasa de interés y más contracción monetaria, secando de pesos la plaza para que haya menos fondos para dolarizarse. Es lo que estuvo haciendo durante las últimas semanas, con los resultados a la vista.
Ayer la tasa de las Leliq promedió 68,34 % anual. Estamos cada vez más cerca de volver a las tasas que el BCRA convalidó en los momentos donde arrancó la nueva política monetaria, en octubre pasado, cuando batallaba por calmar la interminable corrida que había durado 5 meses.
Ante la creciente impotencia de estas herramientas, la entidad presidida por Sandleris apela a lo que tiene a mano. Ayer dio marcha atrás con lo que había dispuesto apenas un mes atrás: permitió a los bancos que compren Leliq por hasta un 100 % de sus depósitos. Hace menos de dos meses, cuando todavía imaginaba que el veranito financiero duraría largo tiempo, el BCRA había limitado la posibilidad de que los bancos compraran Leliq al 65 % de sus depósitos. Quería limitar la especulación de los banqueros que estaba haciendo crecer explosivamente las Leliq que estos tienen en sus manos, que no son otra cosa que pasivos del BCRA. Pasivos que a una tasa como la actual del 68 % le cuestan muy caros, ya que crecen de manera vertiginosa.
Pero esa prudencia quedó archivada. Que los bancos especulen, y que den más tasa a los depositantes por sus plazos fijos, si eso permite contener al dólar.
Ayer apenas bajó 30 centavos la cotización del dólar en el segmento minorista.
Un puente demasiado lejos
A mediados de abril el Tesoro empezará a liquidar diariamente USD 60 millones, tal como permitió el FMI. Formalmente estas ventas son para convertir sus dólares en pesos, que necesita para pagar deudas en esa moneda, y no para intervenir en la cotización.
Adicionalmente, el gobierno espera que se incremente la liquidación de dólares por las exportaciones de granos. En los dos primeros meses del año ingresaron USD 3.000 millones, algo menos que en 2018. Las ventas por trigo ya totalizarían los USD 10.000 millones (y habría pendientes de vender USD 3.000 millones más). Está arrancando la de maíz, y luego vendrá el plato fuerte: la soja.
Estos recursos son el puente de dólares con el que el gobierno pretende capear la dolarización de activos que da por descontada en los momentos previos a las elecciones (y que el gobierno esperaba se produciría recién en junio o julio). Al menos aspira a que esto alcance para cubrirla al menos en parte: antes de agosto entrarían USD 14 mil millones del campo, más los USD 10.000 millones que puede vender el BCRA. Sería todo para hacer un cambio de manos: que el Tesoro y los agroexportadores vendan, para que un sector de especuladores se dolarice. En términos netos, no entraría ni un dólar a la economía argentina, o incluso pueden faltar: para la consultora Eco Go la dolarización de carteras en los próximos meses podría llevarse $ 1,3 billones, es decir alrededor de USD 30.000 millones. Más de lo que aportarán el Tesoro y el campo juntos.
Pero además de que puede ser poco para contener el vendaval, todavía está demasiado lejos. Los quince días que restan para que el Tesoro inicie sus ventas homeopáticas pueden ser una eternidad. La volatilidad puede disuadir a los "chacrers" de vender su cosecha. A favor de que la vendan está la necesidad de fondearse para la próxima campaña, pero en contra juega la vocación de especular por un dólar más alto, que no solo significa más ingresos en pesos (y por lo tanto más margen respecto de los costos ya incurridos) sino que además aminora el peso de la retenciones (que son fijas a 4 pesos por dólar), multiplicando así sus ganancias.
La soledad de Macri y el dólar
El ruido político también mete la cola en el dólar. Ya no se trata de los riesgos que conlleva la estrategia de polarización con Cristina, por lo cual hace tiempo que los financistas le vienen reclamando al gobierno. Sino que cada vez le creen menos al gobierno, y la creciente soledad en que se encuentra la figura de Macri.
Aunque la semana pasada se manifesto "caliente" para dar un gesto de autoridad, y en estos días juega el juego que más le gusta de rodearse de figuras internacionales (en este caso los reyes de España, a quienes les agradeció la contribución de la Conquista que "unificó" el lenguaje y evitó que tengamos que lidiar con múltiples lenguas originarias para comunicarnos en América Latina), estos intentos de mostrarse fuerte no convencen. En el empresariado, que votaba a Macri como el "mal menor", empiezan a mirar con cariño a Lavagna, sobre todo los industriales.
Pero son sectores de la UCR los que juegan cada vez más abiertamente con el ex ministro de Economía de Néstor Kirchner. Los mismos que acaban de dividir Cambiemos en Córdoba, ante los desacuerdos de Mestre y Negri (ambos radicales) para definir un candidato o ir a las PASO. Ahora amenazan con sacar al radicalismo de Cambiemos en la próxima convención.
El banquero pirómano
La receta con que el BCRA intentó estabilizar la economía desde octubre, y que viene intentando reforzar ante las señales que muestra de rápido agotamiento, contribuyó en estos meses a agravar el desplome de la economía iniciado en abril del año pasado.
La caída de la economía (5,7 % en enero según se conoció ayer), la destrucción de 260 mil empleos registrados en el último año, la pobreza récord de 32 %, son algunas de las últimas malas noticias que produjo la crisis en la que terminó el endeudamiento serial y la burbuja especulativa armada por Cambiemos desde que asumió. A todo eso el BCRA le suma las tasas que destruyen el crédito, y el refuerzo de los mecanismos que estimulan que los bancos jueguen a la timba, en detrimento del crédito al sector privado (que registra una caída interanual de 26 % medido en términos reales).
El objetivo de todo esto es llegar a octubre con alguna sensación de estabilidad. Ya no de economía recuperándose; por fuera del agro, son pocos los sectores que ofrecen alguna perspectiva. La idea de que el salario le pueda ganar a la inflación quedará relegada para el "segundo semestre"; con los niveles que el aumento de precios mostró en enero y febrero, y los que ya se prevén para marzo y abril por nuevos tarifazos, quedó archivada la perspectiva de que esto pudiera ocurrir en estos meses. Toda esta imagen de estabilidad, que depende entre otras cosas de que el dólar deje de moverse, tiene plazo fijo. Las bombas acumuladas por el gobierno son para llegar con lo justo a octubre, con la promesa cada vez más incierta de que este esquema sirva para pasar el chubasco electoral. El precio, un nuevo salto abrupto del dólar antes de fin de año, y fuga acelerada de los que todavía no se hayan ido de activos en pesos, incluyendo las letras que el Tesoro necesita sí o sí refinanciar para cumplir el panorama financiero de este año y del próximo, ya de por sí muy expuesto porque se usarán este año, para aplacar la corrida, los dólares necesarios para pagar deudas en dólares en 2020.
Más FMI en 2020 para que preste otra vez lo ya gastado, al precio de más ajuste y "reformas estructurales", y más caos monetario a futuro, son los resultados de los mecanismos (fallidos) para calmar al dólar. Cada día se muestra más urgente para la clase trabajadora pelear por imponer un programa de emergencia ante la catástrofe que provoca el gobierno de Macri, y que todos los candidatos que no piensen romper con el FMI se prepararan para continuar.
Esteban Mercatante
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