sábado, 20 de abril de 2019
Las "Felices Pascuas" de Alfonsín: a 32 años del primer levantamiento carapintada
Se cumple un nuevo aniversario del primer levantamiento carapintada en la Semana santa de 1987. Columna de Historia de El Círculo Rojo, el programa de La Izquierda Diario en Radio con Vos.
El levantamiento militar de los carapintadas estalló durante la Semana santa del año 1987, hace 32 años, cuando oficiales y suboficiales de rango medio y bajo del Ejército se amotinaron en Campo de Mayo, el principal centro militar del país.
Fue el primero de los 4 levantamientos que hubo entre 1987 y 1990, pero también el más importante por el impacto político que tuvo y la tensión social que se vivió esos días.
Y en qué contexto se levantaron carapintadas?
Raúl Alfonsín había ganado las elecciones presidenciales hacía más de 3 años, las primeras desde la vuelta de la democracia constitucional con el 51,7% de los votos, frente al 40% que obtuvo el candidato de la derecha peronista Ítalo Lúder.
Argentina estaba viviendo en ese momento las ilusiones de una “primavera democrática” después de 8 años de dictadura. Los movimientos de Derechos Humanos cobraron mucha fuerza e incluso desde comienzos de los 80 las movilizaciones en su contra se volvieron masivas por eso la campaña de Alfonsín se centró en levantar como idea fuerza los “valores democráticos”, con un discurso “progresista”.
En esta situación se fortalecieran los partidos políticos mientras que al mismo tiempo las Fuerzas Armadas se desprestigiaron completamente. Habían fundido al país y fueron brutalmente derrotados en Malvinas. Y a esto se sumó el repudio general al accionar represivo que se conoció con los juicios que sacaron a la luz el plan sistemático de terrorismo de Estado.
El tema de los juicios es interesante porque el gobierno quería mantener ciertos límites. En el marco de la “teoría de los dos demonios”, los primeros juicios querían sentar en el banquillo a los jefes de las organizaciones armadas y se pretendía que las Juntas Militares sean juzgadas por un tribunal militar, un poco para lavarles la cara, pensando que lo ideal sería depurar a algunos cuantos dictadores y tema cerrado. Pero al negarse a juzgar a sus compañeros de armas, las causas quedaron en manos de tribunales civiles conociéndose más ampliamente las denuncias.
Lógicamente los militares no podían ni caminar por la calle porque el repudio era masivo. Por eso como parte de la política de recomposición de las fuerzas y en un intento de reconciliación nacional, en diciembre de 1986 el gobierno sancionó la Ley de Punto Final que daba un plazo de 60 días para hacer denuncias vinculadas a la última dictadura y después de ese tiempo quedarían prescriptas. Si el objetivo era ponerle un fin a las acusaciones pasó lo contrario: hubo una ola de denuncias y se procesó a más de 300 oficiales, superando todas las expectativas.
Esta situación terminó provocando el levantamiento.
Estalló el jueves 16 de abril (jueves de Semana santa) cuando el mayor Ernesto Barreiro, un genocida de la Perla -el Centro de Detención Clandestino más grande de Córdoba-, se negó a declarar y cuando las fuerzas policiales lo fueron a buscar, todo su personal se terminó acuartelando.
Al día siguiente el Teniente Coronel Aldo Rico dejó su regimiento en Misiones y se amotinó junto a otros militares en Campo de Mayo reclamando que ellos también estén incluidos en el pacto de impunidad, igual que sus jefes. Tomaron la Escuela de Infantería y desplegaron un show muy bizarro con armas pesadas, artillería y tanques apostados en todo el predio, pintados con betún y cargando granadas en señal de combate.
Estas imágenes recorrieron todos los diarios y programas de tele agitándose el fantasma de un nuevo golpe. Mientras las supuestas fuerzas leales al gobierno dilataron su ingreso a Campo de Mayo mostrando que en la práctica estaban de acuerdo con los reclamos de los carapintadas.
Ante la inoperancia del gobierno los que si reaccionaron rápidamente fueron las millones de personas que se movilizaron durante ese fin de semana en todo el país rechazando los levantamientos. Hubo dos escenarios muy masivos:
Por un lado Campo de Mayo donde desde ese viernes Santo se juntaron miles de personas que cantaban “que se vayan, que se vayan” y “si se atreven, les quemamos los cuarteles”.
Por el otro, la Plaza de Mayo registró una de las movilizaciones más masivas de su historia el domingo de Pascuas. Marcharon sindicatos, los organismos de DD.HH, los partidos políticos de la izquierda como el MAS (Movimiento al Socialismo) que también tuvo enorme convocatoria denunciando los pactos entre el gobierno y los militares. Pero también se movilizaron miles de familias, estudiantes, trabajadores. Todos en las calles.
Alfonsín hablo ese día dos veces en la plaza, la primera anunció que iría el mismo a Campo de Mayo a exigir la rendición de los amotinados diciendo que la democracia no se negocia. Pero finalmente negoció, cuidándose que no se movilicen al lugar las masas, lo que hubiese permitido derrotar el levantamiento.
Cuando volvió, en su segundo discurso, dijo que los hombres amotinados habían depuesto su actitud y cerró: “la casa está en orden”.
Ahora ese orden implicó ceder a todas las demandas de los carapintadas. La mayoría de los partidos políticos (la UCR, el PJ, el Partido Intransigente y hasta el Partido Comunista entre otros) firmaron un “Acta de Compromiso Democrático” que terminó con la sanción en el Congreso de la Ley de Obediencia Debida en junio del 87, que liberaba de culpas a los militares que seguían órdenes de sus superiores. También consiguieron desplazar al jefe del Ejército y desplazaron a los periodistas más críticos del proceso delos programas televisivos.
Los militares no buscaban hacer un nuevo golpe como decían los radicales y los peronistas. No tenían la fuerza ni la sociedad estaba dispuesta a aceptarlo. Pero lo que sí hicieron fue marcarle la cancha al gobierno (que es lo que terminaron haciendo) logrando detener los juicios y sostener cierta autonomía.
En conclusión la Semana santa de 1987 nos dejó dos cosas. Un pacto de impunidad entre las Fuerzas Armadas y el conjunto del régimen político. Se intentó por todos los medios una reconciliación nacional que hasta ahora sigue siendo imposible porque todavía pesa muchísimo la condena popular a la dictadura. Por eso los gobiernos que le siguieron a Alfonsín usaron como fuerza represiva a las Fuerzas de Seguridad en lugar de las Armadas, que aunque también participaron del genocidio estaban menos “quemadas”.
En segundo lugar comenzaron a cuestionarse las ilusiones de “la primavera democrática” del alfonsinismo. Con los meses la crisis gubernamental se agravó por el crecimiento acelerado de la inflación que desembocó en la hiperinflación del 89 y la entrega anticipada del poder a Carlos Menem.
Hoy muchos carapintadas se reciclaron en democracia. Aldo Rico fue candidato del MODIN y del peronismo, ganó la intendencia en San Miguel en 1997, en 1999 fue el ministro de seguridad de Carlos Ruckauf, en 2008 fue presidente del PJ de San Miguel apoyado por el kirchnerismo y hoy sigue teniendo activa vida política.
Otro es Sergio Berni, el Secretario de Seguridad del gobierno de Cristina y futuro candidato del PJ. También Juan José Gómez Centurión un hombre de confianza de Macri que pasó por la presidencia del Banco Nación.
Y hay otros tantos que siguen en actividad adentro de las fuerzas, lo que muestra una continuidad ininterrumpida entre las fuerzas represivas que actuaron en los 70 y las actuales.
Claudia Ferri
Jueves 18 de abril | 12:19
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