viernes, 4 de octubre de 2013

Un discurso para salvar a la iglesia en crisis



“El mensaje de Francisco provocó una revolución cultural”, titularon los medios del establishment internacional tras la entrevista realizada por la revista jesuita Civiltá Cattólica. El periodista Sergio Rubin hasta sugirió que ese bastión de la reacción mundial con 2.000 años de historia de guerras y masacres había dejado atrás “su extendido espíritu inquisitorial” (Clarín, 21/09). Privilegiando “la cercanía con la gente”, Francisco llamó a “acompañar con misericordia” a los homosexuales y a las mujeres que abortaron y están “sinceramente arrepentidas” porque son “heridos sociales” alejados del cristianismo y la Iglesia hoy es “un hospital de campaña tras una batalla” para “curar las heridas”.
Las declaraciones generaron expectativas de cambio, pero la misericordia referida estaba acotada a las mujeres “sinceramente arrepentidas”. De acuerdo a la Real Academia Española, el concepto de misericordia cristiana significa la “compasión” frente a las “miserias ajenas” de los discriminados, pero de ningún modo su reconocimiento en tanto “sujetos de derecho”, como bien señala Martin Boy, investigador del CONICET y del Grupo de Estudios sobre Sexualidades de la UBA (La Nación, 20/09). No por nada Francisco añadió que “no podemos seguir insistiendo solo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de preservativos... ya conocemos la opinión de la Iglesia... y no es necesario estar hablando de estas cosas sin cesar”. Evidentemente, no existe ningún cambio en la doctrina, “los cambios son de carácter pastoral, hay una forma distinta de encarar los temas, hay un cambio de acento, de tono”, acotó Roberto Bosca, especialista en temas vaticanos (La Nación, 21/09).
Como dijo Esteban Paulón, dirigente de FALBGT, “el papa está intentando mostrar un discurso de apertura porque la Iglesia ha perdido muchos seguidores en los últimos años” (La Nación, 19/09). La encuesta del CONICET de 2010 registraba que en Argentina el 80% de los católicos aprobaba el uso de anticonceptivos y poco más del 70% consentía las relaciones prematrimoniales. Indudablemente, Bergoglio se propuso frenar la sangría de fieles que migran hacia las iglesias evangélicas en Latinoamérica o se reconocen ateos o agnósticos en Europa.
En su afán de aggiornamiento, Francisco criticó “el sistema económico mundial basado en el dinero”, los daños al medio ambiente, la amenaza de guerra contra Siria y “el armamentismo”. Pura demagogia. La Iglesia es la mayor propietaria de tierras y bienes inmuebles del planeta, dueña de miles de empresas y la principal accionista de Pietro Beretta, la mayor fábrica de armamentos del mundo.
Del mismo modo, la designación de los nuevos ministros del gobierno Vaticano se reduce a un cambio de manos entre dos fracciones enfrentadas. Las viejas autoridades vinculadas al cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado de Benedicto XVI, fueron reemplazadas por ministros del riñón de Angelo Sodano, otrora secretario de Estado de Juan Pablo II y referente de la fracción de diplomáticos profesionales italianos, que recuperan nuevamente el poder. Bertone y Sodano están implicados en denuncias de corrupción en el IOR, el banco del Vaticano acusado por las autoridades del Banco Central de la UE de lavar dinero de la mafia y de encubrir negociados de ricachones como Berlusconi. La perla fue el nombramiento de Fernando Vergez de los Legionarios de Cristo, la congragación fundada por Marcial Maciel, denunciado por violación de infinidad de seminaristas y de sus propias hijas.

Un jesuita para la restauración

En realidad, mediante gestos de austeridad y gatopardismo Francisco se propone restaurar la autoridad moral de la Iglesia, en declinación tras la explosión de miles de denuncias de casos de abuso sexual cometidos por sacerdotes (la Iglesia se vio obligada a pagar más de 2.000 millones de dólares en indemnizaciones para contener la situación), la catarata de escándalos de corrupción alrededor del IOR y las revelaciones del VatiLeaks, que sepultaron el papado de Benedicto XVI. Por eso alertó que “el edificio moral de la Iglesia corre el peligro de caer como un castillo de naipes” (Clarín, 20/09). Así se dispone a recrear una mediación política e ideológica de contención, sobre todo dirigida hacia los jóvenes (como ya comenzó a hacer en Brasil con la Jornada Mundial de la Juventud) ante las perspectivas abiertas por la crisis económica internacional.
Con olfato fino, el escritor católico Vittorio Messori apuntó que Bergoglio “tiene una estrategia” que “no se inspira en San Francisco sino en San Ignacio”, quien comprendía que “el mundo debe ser salvado como es, nos guste o no” (Clarín, 22/09). En efecto, la Compañía de los Jesuitas, la orden más política de la Iglesia, fue creada bajo el auspicio del Concilio de Trento por el militar Ignacio de Loyola en 1540 para restaurar las ideas católicas y defender el orden feudal contra la Reforma protestante que reflejaba el ascenso de la burguesía urbana. Los jesuitas encabezaron la Contrarreforma ideológica, apoyados sobre la coerción del Santo Oficio de la Inquisición. De ese semillero viene Francisco.

Separación de la Iglesia del Estado

Los socialistas revolucionarios luchamos por el derecho al aborto y por todos los derechos de las mujeres y de las minorías LGTB, así como por la separación de la Iglesia del Estado y la expropiación de todos sus bienes, terminando así con su injerencia en la salud y la educación de las grandes masas. Una tarea democrática que la burguesía esta incapacitada de llevar adelante, reservada a la clase trabajadora, la única que puede resolverla íntegramente hasta sus últimas consecuencias.

Grassi y el beneficio de la duda de la Iglesia

Finalmente fue preso pero nadie tuvo tantos privilegios en la Justicia. Durante la década menemista, Grassi fue un personaje mediático que se codeaba con la farándula y los políticos millonarios del jet set. El entonces ministro de Economía Domingo Cavallo le proporcionó $5 millones y 65 hectáreas de tierra en Hurlingham para instalar la Fundación Felices los Niños, la que mantenía a los chicos en un régimen de encierro, casi sin contacto con el exterior, violando la Ley 26.061 de Protección Integral de la Infancia. También recibió fondos de Chiche Duhalde, de los hermanos Born y del Banco Nación.
Grassi estaba bajo un régimen de “libertad vigilada”, violando incluso sus propias pautas, al visitar la Fundación y hablar por televisión de los menores que lo habían denunciado. Pese a la gravedad, siguió amparado por la Iglesia, la que ni siquiera lo sometió al Código Canónico, el tribunal judicial interno de la Curia. Durante la audiencia, Grassi dijo que Bergoglio, antes de convertirse en papa, encargó al jurista Marcelo Sancineti la redacción de un libro que afirma su inocencia (Página/12, 24/09). Después Francisco dijo que sería “inflexible” con los curas abusadores, pero hoy la Iglesia “pone en duda la culpabilidad” de Grassi “hasta tanto se resuelva su situación” (Clarín, 24/09), ya resuelta en 2009 cuando el TOC 1 lo condenó a 15 años de prisión por abuso sexual de menores, una sentencia ratificada en tres instancias.

Miguel Raider

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