lunes, 7 de octubre de 2013
José Ignacio Rucci, Secretario General de la CGT, uno de los fundadores de la Triple A
Más de treinta años después de su muerte, algunos de los colaboradores de Rucci de aquellos años, están siendo juzgados por crímenes de lesa humanidad cometidos antes de la dictadura genocida. Entre ellos Juan Carlos Gómez, Viglizzo, Fernández Ribeiro (que alega senilidad) y el Dr. Gustavo Demarchi (los dos primeros, miembros de la CNU/Triple A fueron custodias y hombres de armas de Rucci). Sugestivamente, también eran asociados políticos y sindicales hasta reciente fecha de otros de los hombres de Rucci de los 70 como Hugo Moyano, actual secretario general de la CGT y que junto al “Momo” Venegas, un compinche de Moyano y Rucci en la JSP de los años de plomo, sacan afiches y realizan homenajes en su memoria.
La pieza clave de la política del Gral. Perón durante el periodo 1970-73 en el plano sindical nació el 15 de marzo de 1924 en Alcorta, Pcia. de Santa Fe, hijo de colonos humildes de origen italiano.
Trabajo de lavacopas, mozo de mostrador y cajero del gremio gastronómico hasta que en 1944 ingresó a la fábrica de armas Ballester Molina, una compañía del Grupo La Hispano Argentina, donde aprendió el oficio de tornero a revólver y donde conoció, entre otros, al que sería dirigente fundador de la UOM, Hilario Salvo y al que después sería máximo dirigente de la Asociación Obrera Textil, Adelino Romero.
El 17 de octubre de 1945, contaba a quien quisiera oírlo, fue uno más de los que metieron los pies en la fuente de la Plaza de Mayo al final de una manifestación de apoyo a Perón.
En 1947 ingresa a la fábrica metalúrgica Ubertini donde lo eligen por primera vez delegado y luego delegado de la Comisión Interna, cargo que desempeñó hasta 1953. En 1948 Salvo, que ya era dirigente de importancia en la UOM, lo llamó para que fuera delegado paritario.
En 1953, cuando encuadraba en categorías a los trabajadores de Phillips, en su carácter de delegado de una comisión de las paritarias, le tocó encuadrar a un obrero rubio llamado Augusto Timoteo Vandor a quien catalagó como “oficial ajustador”.
En 1952 es despedido de Ubertini (historia de la que Rucci nunca quiso hablar) e ingresa a CATITA (Compañía Argentina de Talleres Industriales y Anexos), una fábrica relativamente importante en la época con 2.000 obreros.
Rucci, en sus inicios, fue influenciado por Ángel Perelman, un trotskista del grupo de Abelardo Ramos pasado al nacionalismo y de otro de sus congéneres, Esteban Rey, que durante la Resistencia editaba el periódico Lucha Obrera.
De poquísima o ninguna formación política, pero acicateado por su ambición autodidacta, tomó elementos dispersos de estos dirigentes, particularmente Rey que se había pasado sin estación intermedia al peronismo y Rucci los traducía a su propia ideología, mezcla de nacionalismo de derecha y colaboración de clases que luego evolucionó hacia el anticomunismo mas rabioso cuando fue enfrentado en varias ocasiones, y en un par derrotado, por activistas de origen comunista y Trotskista.
Esto último ocurrió en un par de ocasiones cuando era criticado en asambleas de los obreros de CATITA por los representantes de la Lista Verde, que respondía a la orientación del más conocido de los dirigentes trotskistas del país, Nahuel Moreno.
Rucci no solo respondía con actos de violencia física (a pesar de su pequeño tamaño cargaba siempre un revólver) y mostraba la osadía, para ganar posiciones, de realizar alianzas con el grupo orientado por Esteban Rey y los otros peronistas o llegar a acuerdos con la patronal para despedir activistas y delegados de izquierda.
Ese odio al comunismo y a la izquierda en general que lo llevó a acuñar la frase “hay que acabar con los bichitos colorados” - que repetiría como un leiv motiv durante toda su carrera sindical - se acentuó aun más cuando, siendo Secretario General de la CGT, fue repetidamente criticado por el dirigente obrero Agustín Tosco quien no dejaba de llamarlo el epítome del burócrata sindical.
Rucci se conectó con el grupo ascendente de jóvenes activistas y dirigentes, entre los que destacaba Vandor en 1954, cuando este conspiraba contra la dirección oficial del sindicato y trataba con artilugios de evitar el cumplimiento de las instrucciones del gobierno de Perón de solo negociar aumentos de salarios basados en incrementos de la productividad.
Entre los partidarios de su amigo Hilario Salvo (peronista de armas llevar, como Rucci) y los seguidores de Abdala Baluch (comunista y Secretario adjunto de la UOM) se produjo un enfrentamiento que llegó a disputarse a tiros en 1954 con varios muertos y heridos y en el que el grupo de Salvo, que contaba con la participación entusiasta de Rucci, fue separado de la conducción del gremio.
Baluch perdió luego la dirección del sindicato a manos de Paulino Niembro, quien le cedió la Secretaria General del gremio en Capital a Augusto T. Vandor, cuando Baluch llevó al gremio a la derrota de la huelga de 1954. Rucci y Salvo se alinearon entonces con Vandor, aunque el primero siempre resintió le hecho de que Vandor, según el, “no tenía historia de acción.”
Después del golpe de 1955, Vandor comenzó una campaña desde la seccional de Capital para ganar la dirección nacional de la UOM. Utilizó para ello la misma estrategia de antes, jugar a ser la izquierda “combativa” de la huelga de 1956 y beneficiarse de la derrota de la misma, y de sus oponentes a cargo del gremio.
Cuando la dirección del gremio y la izquierda proponían “trabajo a desgano” o a reglamento como una primera medida para ir progresando hacia otras, Vandor vociferaba por la huelga general por tiempo indeterminado que, en las circunstancias políticas del post golpe gorila, era suicida.
Luego negociaba con las patronales para salvar a sus partidarios y despedir a sus oponentes. Negoció con el gobierno del Gral. Aramburu el intercambio de despidos a cambio de un aumento del 38%.
Vandor y su lista ganaron la elección del gremio en 1957 llevando como candidato a Secretario General a Avelino “El Gallego” Fernández. Eventualmente Vandor desplazo a Fernández (quien le cedió el cargo de Secretario General) y se alzó con la dirección de la UOM.
Durante los 60, y particularmente después de la gran huelga del Frigorífico Lisandro de la Torre y su derrota por los militares que enviaron tanques y 1.500 policías a reprimirla, comenzó el reinado de Vandor en el movimiento obrero ganando posiciones en las 62 Organizaciones y en la CGT.
Este poder de Vandor lo llevó a creer que podía desafiar a Perón y negociar por su cuenta con los militares y Ministros de Trabajo y crear un “Peronismo sin Perón.”
Rucci, un peronista de cepa, leal al líder, pero también con rencores propios contra Vandor porque este le negaba posiciones de poder dentro del sindicato por la desconfianza que sus posiciones políticas le inspiraban, se oponía en este punto crucial a Vandor.
A pesar de ello, “El Lobo” apreciaba las cualidades de gran trabajador sindical y constructor del aparato de la burocracia de Rucci y lo nombró representante del gremio en congresos y encuentros sindicales y en la comisión negociadora con otros sectores en la reconstitución de la CGT y la creación de las 62 Organizaciones en 1956, que en su principio aglutinaba a sectores peronistas, comunistas, independientes y otros.
En 1965, Avelino Fernández, con el aval de Vandor, acusó al Secretario Adjunto de la seccional capital, José Di Cursi de utilizar fondos de la organización en beneficio propio. Es probable que parte del dinero se emplease en la preparación de una conspiración interna para tomarse la seccional capital por completo, para crearle problemas internos a Vandor durante su enfrentamiento con Perón, en la que también estaba metido Rucci.
Vandor ordenó el enjuiciamiento de Di Tursi y otros conspiradores y el dirigente fue expulsado, igual que Rucci, del gremio. Rucci decidió vender su casa, comprada con un crédito del sindicato y comprar un taxi para sobrevivir.
Meses después, Vandor – que consideraba a Rucci buen organizador pero que no tenía poder en el gremio - lo mandó a llamar cuando su disputa con Perón parecía amainar y le ofreció un puesto que más parecía castigo y exilio: ir a la Seccional San Nicolás a desbancar a la interna de izquierda de SOMISA e intervenir la seccional. Lo logró a fuerza de violencia, chantaje, acuerdos con la patronal para despedir activistas y alianzas con otros sectores peronistas contra la izquierda.
Después de la ejecución de Vandor en 1969, Rucci llegó a un acuerdo con Lorenzo Miguel. Este lo apoyaría para su elección como Secretario General de la seccional San Nicolás, algo a lo que Vandor se habría opuesto, mientras Rucci apoyaría al “Loro” para asumir la dirección de la UOM.
Había un solo problema, Rucci nunca había trabajado, como mandaba el estatuto del gremio, en una fábrica de la seccional que pretendía dirigir.
Intento conseguir trabajo en OTI, una fábrica local, y no lo logró. Entonces, a través de contactos con la patronal, consiguió que los dueños de una fábrica de llantas de aluminio, Protto, le dieran trabajo, le pagaran el sueldo y le dieran de inmediato licencia gremial.
A cambio, la UOM no molestaría a los dueños de la fábrica adquirida en una transacción rara después de una quiebra no muy clara.
Previo desplazamiento de las listas opositoras que fueron impedidas de participar, Rucci se hizo de la seccional y se alió a nivel nacional con Lorenzo Miguel, quien comenzó también una reorganización de las 62 Organizaciones.
Perón no veía con buenos ojos el ascenso de Miguel a la dirección de la CGT porque lo consideraba un Vandorista puro, alguien que eventualmente lo desafiaría.
El “Loro” que se destacaba por su capacidad táctica, le propuso entonces a Rucci que el fuera el titular de la CGT ya que Perón, que lo conocía de referencias, no lo objetaría. Lo que nunca supo sino hasta más tarde, es que Perón le habría hecho llegar esa misma sugerencia por interpósitos dirigentes.
El 1ro. de julio de 1970 se reunió el Congreso Normalizador de la CGT “Augusto Timoteo Vandor” que reunió a los ortodoxos bajo la batuta de Lorenzo Miguel, con la UOM y las 62 a la cabeza; “los 8” , grupo que había sido expulsado de las 62 por orden de Perón por no acatar un paro el año anterior, que contaba con gremios como Papeleros, dirigido por Fernando Donaires y los Municipales de Gerónimo Izetta; los “Participacionistas” que habían quedado pegados con el gobierno militar, encabezados por Rogelio Coria (UOCRA) y José Alonso (Vestido); gremios “independientes” de las otras facciones como Luz y Fuerza, Ferroviarios, Comercio y Bancarios.
El delegado de Perón, Jorge Daniel Paladino, se reunió con Lorenzo Miguel y le trasmitió la orden desde Madrid: “La mitad de los cargos y la Secretaria General o nada.” Luego de una crisis donde Alonso casi hace un acuerdo mayoritario con la Unión Ferroviaria, se llegó a un consenso. Los ortodoxos entonces obtuvieron 8 en lugar de diez puestos y la Secretaría General.
Los otros puestos fueron distribuidos entre “los 8”, los “independientes y, en menor grado “los participacionistas.”
Como las 62 quedaban en minoría en el Consejo Directivo, Perón dio su aprobación al pacto ya que desconfiaba de quienes encabezaban la misma.
Esto marcaría toda la función de Rucci como Secretario General porque estaría en minoría ya que las fracciones se mantuvieron y se agravaría luego que Miguel, que había jugado de componedor, paso de un apoyo a Rucci a oponérsele una vez que este tomó vuelo propio y se convirtió en el alfil sindical de Perón.
Para ello, unificó a gran parte de las 62 y otros gremios que no formaban parte de ella como bloque “político” que mantendría durante décadas.
El asesinato de Alonso pocas semanas después le complicó aun mas la geografía interna. El 27 de agosto de 1970, a las 9:15 horas, cuando se dirigía desde su casa, situada en el Barrio de Belgrano, hacia la sede del sindicato, su coche fue interceptado por dos automóviles en la esquina de las calles Benjamín Matienzo y Ciudad de la Paz.
Un hombre descendió del vehículo situado detrás del auto de Alonso y le disparó 14 balazos matándolo en el acto.
El 10 de septiembre, un comunicado de un Comando Montonero Emilio Maza del Ejército Nacional Revolucionario, se adjudicó el hecho al igual que la muerte de Vandor.
Cuatro años después, en octubre de 1974, en una nota aparecida en la revista "La Causa Peronista", sus asesinos, sin identificarse, relataron los detalles y enumeraron los motivos para el asesinato.
Rucci viajó asiduamente a Madrid con diversas excusas y mantenía una línea de teletipo directamente conectada con Puerta de Hierro en la cual recibía instrucciones cotidianas.
Perón le aconsejó ir creando una estructura intersindical para ganar espacio no solo en la UOM, sino en todos los gremios.
En 1970-2 empezó a crear la Juventud Sindical Peronista (JSP) con ese fin y promovió, fuera de los gremios, a los grupos más de derecha y violentos para hacer pie entre la juventud universitaria y obtener cuadros políticos y militares.
En un principio (1970-71) privilegió a la Concentración Nacional Universitaria (CNU), participando en actos públicos de los mismos y promocionándolos en La Plata, Buenos Aires y Mar del Plata.
Cuando la CNU cayó en un gran descrédito y repudio público por el asesinato de la estudiante de Arquitectura de Mar del Plata, Silvia Filler (Diciembre de 1971) amplió sus horizontes a otras corrientes similares. A pesar de ello Rucci mantuvo muy buenas relaciones con la CNU que, tiempo después se transformaría en el brazo de la Triple A en ciudades de la Pcia. de Buenos Aires.
El lanzamiento de la JSP se demoró meses por desacuerdos de quien la dirigiría hasta que Rucci logró formarla y lanzarla el 23 de febrero de 1973, con mayoría de sus partidarios, conformaron un Secretariado Nacional con 16 gremios participantes y ocho miembros de una Mesa Nacional Directiva entre los que se encontraban Hugo Moyano (que en la actualidad es Secretario General de la CGT nacional y se halla reorganizando aquella JSP de Rucci) y el entonces joven activista de derecha, y que llegara en años reciente a ser diputado provincial, Miguel Landin (que muchas fuentes señalan como responsable de crímenes de lesa humanidad). Esta Mesa fue explícitamente aprobada por Perón en Madrid.
Esa Mesa Nacional conformó un Comité de Movilización que se puso en marcha de inmediato para preparar la intervención de la JSP en Ezeiza el 20 de junio. La JSP movilizó unos 500 hombres armados que fueron destinados a ponerse bajo las órdenes del Teniente Coronel Osinde, que viajaron transportando parte de las armas que se utilizarían en la Masacre.
Estos miembros de la JSP fueron a Ezeiza en forma separada de los contingentes de la organización que fueron con sus respectivos gremios. Tenían una tarea diferente. La CGT de Rucci, a pesar que había prometido movilizar al menos 200.000 trabajadores el 20 de junio de 1974 a Ezeiza para detener a la izquierda peronista a la llegada de Perón al país, solo logró la participación en sus columnas de unos 20.000.
Tanto la CNU como la JSP fueron instrumentos de la Triple A y muchos de sus miembros operativos de la misma. Rucci se rodeó de guardaespaldas de la CNU/Triple A como Alejandro Giovenco, Juan Carlos Gómez y Fernández Ribeiros. Todos ellos participantes, junto a la JSP y otros personajes de la CNU, de la Masacre de Ezeiza y posteriormente en la Triple A.
Rucci repatrió del Paraguay al derechista y nazi Juan Queralto que había presidido la Alianza Libertadora Nacionalista (ALN) durante el primer gobierno de Perón y le encargó la conducción de algunos grupos que se movilizaron también para Ezeiza.
Otro profesional de la violencia, adscrito a su entorno, incluía el “negro” Corea, su chofer, sindicado como el jefe de la patota de torturadores en el Hotel Internacional de Ezeiza el 20 de junio de 1973 y el que dirigiera, junto a Giovenco, el grupo de choque que había puesto una pistola a la cabeza de Héctor Cámpora durante una de las negociaciones sobre el reparto de los puesto en el Consejo Superior del Peronismo.
Rucci tenía a su alrededor de 150 de estos sujetos y contaba con unos 300/400 más para la rápida movilización para operaciones de tipo paramilitar en todo el país. Este núcleo estaba rodeado por unos 2/3.000 activistas y militantes de derecha que suministraban información sobre sus adversarios de izquierda en fábricas y gremios para que se convirtieran en blancos móviles y para participar en tareas como “cadeneros” o fuerzas de choque en manifestaciones.
Hay una tendencia a minimizar estos grupos terroristas, u otorgarles una categoría casi natural de “culatas” dispuestos para la custodia de dirigentes y locales de los gremios. Rucci tenía otra impresión y les otorgaba otra importancia. Por eso construyó un polígono de tiro en la sede de la CGT para que entrenaran, les otorgó un presupuesto jugoso para que hicieran sus tareas, profesionalizó a centenares de ellos en puestos sindicales que nunca ocuparon y les proveyó con armamento moderno y eficiente.
El gobierno del Gral. Lanusse hizo varias concesiones tácticas a la burocracia, como la Ley de Obras Sociales y dictando aumentos salariales lo que dejaron varias veces a Rucci fuera de tono y a merced de sus críticos internos, particularmente los “participacionistas.”
La dirección cegetista de Rucci estuvo marcada por el ascenso de la izquierda peronista y no peronista en los sindicatos y la juventud, la lucha interna contra las distintas fracciones de la burocracia y los enfrentamientos con partes del aparato político del Justicialismo, siempre siguiendo las instrucciones y maniobras planeadas por Perón.
A pesar de que organizó huelgas contra la dictadura, traicionó otras con el argumento de que “hay que elevar la lucha sindical a la lucha política” que significaba para él en concentrarse en el regreso de Perón al país y no en las luchas meramente reivindicativas.
Un “piloto de tormentas” y estrecho colaborador de Perón, Rucci se relacionó con el estanciero Manuel de Anchorena, un oligarca nacionalista y admirador de Rosas, que entremezclaba sus ideas estrambóticas y derechistas de lucha “contra la Sinarquía internacional” con su interés de inmiscuirse profundamente en el movimiento peronista.
Este personaje organizó el Movimiento Federal y pronto atrajo a Rucci a su esfera de influencia en los 70 y lo introdujo a los grupos de extrema derecha con los que Rucci nutriría sus huestes de asesinos. Muchos individuos del grupo de Anchorena fueron también parte de la Triple A.
El Secretario General de la CGT paseaba a caballo en la estancia La Carona de Anchorena y asistía allí a grupos de estudio y entrenamiento de matones que luego pasaron a su servicio. Además de los Anchorenistas, la estancia era visitada también por miembros de la CNU, el CdeO (Comando de Organización), la ALN y otras “orgas” de la extrema derecha.
Rucci, como todos los demás invitados a la estancia, participaba de grupos de estudio sobre historia (revisionismo de derecha) y los dictados por o basados en los textos del ideólogo de la CNU, el Profesor Disandro.
La proximidad con el oligarca desarrollo sus gustos hacia las escuelas privadas para sus hijos, la degustación de vinos caros, la compra de un Chevy último modelo y la utilización de camperas de cuero que se convertirían en el distintivo de los burócratas hasta nuestros días.
Antes de la Masacre de Ezeiza, esta fue planificada en múltiples reuniones de una confederación de grupos y organizaciones de la derecha, Presididas muchas de ellas por miembros del Consejo Superior Peronista y del Comité de Recepción a Perón, entre otros Osinde, Rucci, Britos y Norma Kennedy y otros.
Estas eran las reuniones preparatorias de los organizadores de la Masacre de Ezeiza y dispuso a sus hombres para que cumpliera los planes de movilización, toma de radios y televisoras, de los servicios de trenes y el transporte de armas en todo el país en preparación a las acciones en Ezeiza. Otros grupos se encargaron de otras tareas como la custodia del palco oficial, la toma de locales cercanos, el copamiento del hotel del aeropuerto, el control de las comunicaciones y la vigilancia de los grupos “hostiles” de la izquierda peronista.
Después de estas preparaciones, Rucci viajó a Madrid para regresar con Perón. después de la Masacre declaró: “si había armas eran para usarlas.” Con ello selló su suerte, las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias) lo condenaron a muerte.
Durante el breve interregno de Cámpora y su administración se dedicó a socavar al “Tío” y a preparar el golpe que los desplazó del poder para permitir el acceso al gobierno y al poder al propio Perón. Su celebre frase “Se acabó la joda”, pronunciada por el líder de la CGT a la salida de una reunión en Casa de Gobierno es considerada como de finalización del breve gobierno de Héctor Cámpora.
López Rega es considerado el padre y fundador, así como máximo dirigente, de la Triple A. En el terreno de ciertas áreas de la práctica de la operación de terrorismo de estado, López Rega y sus hombres cumplieron un papel de ejecutores de los blancos VIP (es decir los hombres prominentes que fueron eliminados como Ortega Peña, Silvio Frondizi, Troxler y el Padre Múgica, entre otros).
Esa tarea “práctica”, el brujo solo la pudo empezar a esquematizar a su regreso definitivo al país en 1973 y su incorporación al gobierno como Ministro de Bienestar Social. Antes de eso, otra era la historia.
En términos de la paternidad del terrorismo de estado, la Triple A y las fuerzas que la conformaron a nivel nacional, ese honor le pertenece a José I. Rucci y sus aliados que participaron en su primera acción en los alrededores de Ezeiza el 20 de junio de 1973 y garantizaron después todos los aspectos prácticos de organización y desarrollo de los grupos de tareas de la Triple A, aunque todavía funcionara con nombres múltiples.
Rucci cumplió un papel de primer orden en la campana electoral de la formula Perón-Perón que fue elegida en las elecciones de setiembre de 1973 con una amplia mayoría de votos. Dos días después, Rucci es asesinado.
Su asesinato confundió en el primer momento a partes de la dirección de Montoneros que desconocían los pormenores de la preparación del asesinato.
El grupo original asignado a la Operación Traviata, como se dio en llamarla después, era de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) que no se unificaría con Montoneros sino hasta dos días antes de la ejecución, por lo tanto algunos dirigentes de Montoneros desconocían los preparativos. Aparentemente, el grupo autónomo (ya que así se manejaba la FAR en contraste a la alta centralización operativa de Montoneros) designado para la ejecución de Rucci, no había sido declarado en la reuniones previas de unificación entre Montoneros y las FAR.
Aparentemente, el grupo de las FAR contó con la colaboración de un grupo de Montoneros que se relacionaban con él en el proceso de unificación y con elementos de la que después sería la disidente columna de Montoneros Sabino Navarro (luego abandonaría Montoneros) que contribuyeron con la inteligencia y precisamente criticaban a Firmenich por no dotar a las unidades de combate con armas propias y autonomía en la acción.
La operación nunca fue firmada y Montoneros tardaría algunos años en “asumirla” como propia aunque sus partidarios lo expresaran en cánticos alusivos en actos y mítines desde mucho antes.
En el 2010, el hijo de desaparecidos Aníbal Facundo Martínez Soler se hizo presente con su abogado patrocinador Dr. Daniel Straga y acompañado por el miembros de la Mesa de Investigación y Acción Contra los Crímenes de la Triple A (MIATA), a los juzgados federales de Comodoro Py.
Allí, Facundo radicó una denuncia por estafa y fraude contra el fisco contra la por entonces cuarta candidata del PJ2 en la Provincia de Buenos Aires, Claudia Rucci. Los cargos devenían del cobro de 224.000 dólares de indemnización que la familia Rucci, incluida la candidata Claudia, cobraron por la muerte del Secretario General de la CGT Ignacio Rucci en 1973.
Presentando evidencia falsa, la familia Rucci cobró esa indemnización que se reserva a los familiares de desaparecidos por la acción del terrorismo de estado, aduciendo que su padre había sido asesinado por los militares o un grupo paramilitar, la Triple A. Esto tenía como propósito desfigurar la historia y ocultar el papel jugado por Rucci en la represión de la izquierda y la izquierda peronista.
En realidad, como lo afirma la misma Claudia Rucci en estos días (sin devolver el dinero que obtuvo fraudulentamente), José Ignacio Rucci fue asesinado por una organización guerrillera (aunque aparentemente no Montoneros como ella dice por ahí) el 25 de setiembre de 1973.
Perón, llorando, declaro “Me cortaron las patas” y a la esposa de Rucci le dijo “me mataron a un hijo” lo que reflejaba la importancia que signaba Perón al papel jugado y por jugar por el Secretario General de la CGT.
Es falso decir que el asesinato de Rucci marcó un camino sin retorno en la relación entre Perón y los Montoneros y que recién allí este último decidió liquidarlos.
Esa decisión había sido tomada a fines de 1972 cuando Perón advirtió el gigantesco prestigio en el campo popular de los Montoneros, rechazó con indignación la lista de 300 funcionarios que proponían nombrar en el gobierno de Cámpora y los condenó como responsables de los hechos violentos en Ezeiza en 1973.
La orden de ejecución contra ellos estaba firmada antes de la muerte de Rucci y esta no fue sino el resultado de la aplicación de la “táctica” de aniquilación de la “Juventud Maravillosa” dispuesta por Perón y que comenzara en Ezeiza.
Carlos Petroni
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