sábado, 11 de junio de 2011
Un retrato de Mariano el día que hubiera cumplido 24 años.
Un recuerdo del joven militante asesinado por la patota de Pedraza que abre posibilidades de sentido sobre su pérdida.
Una vez tuve un sueño. Fue en agosto del año pasado. Me acuerdo porque días después festejé mi cumpleaños y lo conté delante de los pibes de la UJS (Unión de Juventudes por el Socialismo). Bueno, había soñado que Mariano se moría. Y fue muy fuerte. Se moría de una forma muy extraña y al lado mío. Como dije, días después en mi casa lo conté. Fue en un contexto muy afable y nos reímos mucho. Claro que no conté, por vergüenza quizás, que en el sueño yo abrazaba a Mariano y lloraba. Fue un sueño que no tenía ningún sentido y tampoco lo tiene ahora. “¡Che, boludo! El otro día soñé que te morías”, le dije. Hace poco le pregunté a los que ese día estuvieron en mi casa si se acordaban de eso. No sabía si, quizás por el dolor, la mente me estaba jugando una mala pasada. Pero se acordaban. Realmente me habría gustado no haber tenido ese sueño.
Porque cuando a Mariano lo mataron pasé días y días esperando despertar. Creo que, en el fondo, nunca perdí esa esperanza. Favale es, o era, un tipo pesado. Pero pesado de verdad. Un amigo que vive por su barrio me contó una historia. Parece que el tipo laburaba en un frigorífico pero no iba nunca, o no laburaba, o no me acuerdo bien qué hacía, pero el dueño del lugar lo quería rajar. Resulta que, según mi amigo, le tenía miedo y por eso no lo hacía. El jefe le tenía miedo a su empleado, y tenía miedo de despedirlo. “¡Wow!”, pensé, “qué tipo pesado”. Entonces recordé las palabras del arrepentido de la patota: “Es corpulento: lo ves y te inspira miedo”. O sea, es, o era, un tipo pesado. Todos tenemos en el barrio esa clase de tipos con los que uno prefiere no tener problemas, para no tener que mudarse de barrio. Esos que andan calzados, que hacen correr la merca y que, si son uniformados, manejan los prostíbulos también. Cuando la cosa se le puso difícil a este tipo pesado -cuando tuvo que declarar frente a un juez- los diarios cuentan que el tipo se “quebró”, que tuvo una “crisis nerviosa”. Actuación para zafar, o no, es un acto de cobardía. Los tipos como Mariano, en cambio, tienen (él tenía) otra actitud. Claro que Mariano no era de los que intimidan de esa forma. Mariano era flaco. Muy flaco. Yo lo cargaba porque estaba más cerca de pesar lo que yo pesaba en 5to grado (nada menos que 50 kilos) que lo que peso ahora. Recuerdo que en una época el tipo llegaba contento al CBC y me decía: “Che, ¿no me ves más gordo?”. Como buen amigo le era sincero: “La verdad que no. ¿Cuánto subiste?”. Él respondía: “Y… como un kilo… O dos”. Segundos de silencio y estallábamos en risas. En fin, Mariano era muy muy flaco. Además de las cosas que se saben: era tranquilo, era tímido… Mariano, sin embargo -y a diferencia de estos patoteros intimidatorios como un rottweiler (serviles con sus amos y bravucones con los demás)-, era alguien que tomaba decisiones que tenían un riesgo, y asumía siempre las consecuencias de las mismas. Sus decisiones, a diferencia de Favale, no estaban respaldadas por el poder, no tenían la garantía casi segura de la impunidad, iban contra el poder, con todas las de perder. Entendí entonces que el coraje no es tal cuando uno se sabe amigo de policías, jueces, ministros y periodistas que apañan los actos de uno y que, a veces, estos tipos pesados no llegan a pesar los magros sesenta y pico de kilos de Mariano. Por ejemplo: hace ya un año hubo un paro de los supermercados de Avellaneda y Mariano se mandó nomás. Yo estaba en una provincia del interior del país. La historia que me contó, semanas después, fue la siguiente. El paro había sido convocado por un sector que respondía a Moyano. Los trabajadores estaban adentro y no tenían idea de lo que estaba pasando afuera, donde un grupo de muchachotes que no eran del lugar les había dicho que no trabajaran y, desde afuera, agitaban con bombos y cantos. Mariano se puso a repartir un volante sobre las paritarias que, parece, cayó muy bien entre los laburantes. Cuando ya se había repartido casi la mitad de los volantes se le acercó uno de los que se encontraban afuera (“me sacaba dos cabezas”, me contó) y le dijo una frase que no puedo recordar pero que en una época fue un latiguillo entre nosotros por lo paradigmática que era. Algo así como la primer frase que debe aparecer en el manual de un buen patorero: “pibe, vos no tenés nada que hacer acá”, o “pibe, borrate porque…”, o “pibe, si no desaparecés ya…”. No puedo recordar exactamente, pero el mensaje era claro. Mariano, obviamente, se borró en un segundo. Cuando me lo contó nos reímos mucho. Estaba muy contento contando esta historia. Supongo que se encontraba tan contento por su propia forma de proceder y por el éxito de su actividad. Supongo también que estaba orgulloso de sí mismo. No le avergonzaba haberse ido cuando lo intimidaron. Al contrario. Creía que esa era la mejor forma de actuar. No necesitaba hacer alarde de nada. No necesitaba exagerar sus historias. No necesitaba demostrarle nada a nadie. Así actuó él y lo noté muy contento, de verdad. Será por eso que, a veces, cuando lo recuerdo, suelo volver a ese momento. No paraba de sonreír. A propósito de esto, resulta llamativo que el presidente del CELS Horacio Verbitsky llame al PO el Partido “obrero” (así, entre comillas), como poniendo en duda la influencia del PO en el movimiento obrero. Insinuación poco feliz, teniendo en cuenta que el asesinato de Mariano puso en evidencia los métodos que las burocracias sindicales son capaces de usar para que la izquierda no gane esa influencia en los gremios. Tan cara es para la burocracia que la izquierda se meta en su gremio que a Mariano le costó la vida. Aún así, la izquierda se abre paso, porque a la burocracia sindical no le alcanza con el fraude, las patotas, la concentración de los recursos económicos, las proscripciones, el apoyo del gobierno y sus voceros periodísticos… Pero aunque así no fuera, sería hacerle un flaco favor a Mariano festejar que los Pedraza de cada gremio lograron su cometido de evitar el avance de la izquierda. La patoteada a Mariano de parte de los “muchachos” de Moyano también es una herramienta de uso común, lo sabe cualquiera que, como Mariano, haya querido alguna vez repartir un volante. Contra las patotas sindicales, y a pesar de los que hablan del Partido “obrero”, Mariano ganó aquel día una importante autoridad política entre los trabajadores de comercio que leyeron el volante y empezaron a comentarlo entre ellos, como también lo estaba haciendo entre los trabajadores ferroviarios. Porque eso es lo que Mariano estaba haciendo cuando lo mataron. No era el perejil que hacen pensar los que afirman que a Mariano lo mataron porque lo mandaron los dirigentes del partido. En primer lugar, Mariano era, sin lugar a dudas, un dirigente del partido. Y, por cierto, a su corta edad era un gran dirigente. En segundo lugar, Mariano entendía como pocos lo que él mismo estaba haciendo ahí, entre los trabajadores ferroviarios. Escuché a José Pablo Feinmann en la radio diciendo que Mariano no tenía que hacer nada ahí porque él era un militante y no un obrero y un militante no tiene nada que hacer en una huelga obrera. El pobre tipo no da pie con bola. Mariano, como militante y dirigente del partido, tenía una visión mucho más amplia de lo que significaba que esa lucha obrera triunfe: la derrota de la burocracia sindical con la perspectiva de recuperar el sindicato para los trabajadores, la denuncia de la tercerización que se convirtió en la forma más común de contrato de trabajo en la Argentina, la consecuente influencia que podía tener, y que tuvo, esa lucha hacia los tercerizados de todo el país… En defitiniva, que la crisis la pagara Ugofe y no los tercerizados abría una perspectiva general para que la crisis la paguen los capitalistas. Era un planteo de salida a la crisis. Y esto, que yo explico con mis palabras, Mariano las conocía mucho mejor que yo. Aclaro estas cosas porque me molestaría mucho que los enemigos de Mariano impongan su historia: Mariano, el perejil que fue mandado a matar por sus dirigentes. Después ellos, que quieren imponer esa historia, salen a “defender” a Mariano: no usen a los muertos, no usen al pibe Ferreyra. Es como acusar a Fidel Castro y a los cubanos de “usar” al Che. Como símbolo, como bandera, como ejemplo. Según los intelectuales K a los muertos por luchar hay que dejarlos en paz, total si queremos recordar a Mariano siempre está la posibilidad de poner como feriado el 20 de octubre, y, si cae un jueves, lo hacemos puente con el viernes y de paso tenemos fin de semana largo. Así se resume la memoria K. Yo pienso que ese tipo de memoria es el olvido. Pero, ¿por qué el Che sí y Mariano no? Porque el Che sabía lo que hacía; Mariano en cambio era un perejil que fue usado por sus dirigentes, respondería el intelectual K. En la nota sobre el uso político de los muertos se dice: “El joven Mariano Ferreyra, si militaba en el PO lo hacía porque tenía la certeza de que todo es el Poder. Que no hay matices.” Y sigue dando una cátedra sobre los matices cual profesor de pintura. Todavía me acuerdo de la canción de Barragán: “Sostiene Caparrós, lo escribe Tenenbaum, Aguinis, Magdalena y Duhalde coinciden en la misma verdad: somos boludos porque le creemos a Cristina y está mal.” Che, ¡estos tipos sí que saben ver los matices, eh! A ver… Tengo en mi casa un libro viejo de Cortázar. Siempre estuvo ahí y nunca le di bola. Un día lo agarré y me sorprendí ya que tenía un prólogo de Vargas Llosa, ahora que se puso tan de moda hablar de él. Al empezar a leerlo me di cuenta de que el prólogo era póstumo. Empecé con entusiasmo y quedé sorprendido por esta frase: “Pero me alegró saber que Aurora había estado a su lado en esos últimos meses y que, gracias a ella, tuvo un entierro sobrio, sin las previsibles payasadas de los cuervos revolucionarios, que tanto se habían aprovechado de él en los últimos años.” Lo mismo. Cortázar, el perejil que se dejó aprovechar por los “cuervos revolucionarios”. Parece que, a fin de cuentas, los K y Vargas Llosa no son tan distintos. Y siguiendo con la analogía anterior, parafraseando a Fidel: si queremos un modelo de hombre, un modelo de hombre que no pertenece a este tiempo, un modelo de hombre que pertenece a los tiempos futuros, de corazón digo que ese modelo es Mariano Ferreyra. Volviendo a Favale, me suena una suerte de Ramón Mercader. “¡No me maten! ¡Me obligaron a hacerlo! ¡Tienen prisionera a mi madre!” En cambio, la gente que está de este lado, los tipos como Mariano, tienen otra actitud. “No le desearía a un perro o a una serpiente, a la criatura más baja y desafortunada de la tierra — no le desearía a ninguno de ellos lo que he sufrido por cosas de las que no soy culpable. Pero mi convicción es que he sufrido por cosas de las que soy culpable. Estoy sufriendo porque soy un radical, y sí soy un radical; he sufrido porque soy italiano, y sí soy italiano… Si me pudieran ejecutar dos veces, y si pudiera renacer dos veces, viviría de nuevo todo lo que ya he vivido”, dijo Vanzetti. La figura de Mariano fue, a mi parecer, muy desvirtuada. Cuando metieron preso a Pedraza escuché una entrevista que le hicieron al “Momo” Venegas en la radio. Le dijeron algo así como: “Metieron preso a otro sindicalista. Primero usted, ahora Pedraza…” “¡No!”, interrumpió el tipo, “lo de Pedraza es distinto. Pedraza mató a un compañero. Pedraza mató al compañero Mariano”. Curioso, ¿no? Mariano murió por enfrentar a los burócratas sindicales que ahora se dicen sus compañeros. Por lo menos José Pablo Feinmann fue el único que no cometió semejante disparate. El aclaró: “Compañeros del PO (aunque ustedes no me quieran como compañero, pero no me importa…)”. Él tiene bien en claro que Mariano no lo consideraba un compañero. Yo lo subscribo. Y podría suponer que Mariano no lo consideraba un compañero. Pero no lo supongo, puedo afirmarlo. Porque una vez estábamos en la casa de Mariano, él, yo y uno más viendo la tele en su pieza. Haciendo zapping. Enganchamos a Feinmann en TN (sí, Galasso: ¡haciéndole el juego a la derecha!). Le hacían una entrevista en “Palabras más Palabras menos”. El filósofo explicaba el peronismo y Mariano, que sin dudas era el más capaz de nosotros, se hizo un festín con las pavadas que decía. Nos hizo matar de risa. Pero en un momento las risas se apagaron. Le preguntan a Feinmann qué era Duhalde para él. Y respondió que Duhalde era el infierno. Tenembaun le contestó que había muchos Duhaldes y elogió no sé que cosa que hizo el tipo en el pasado. A lo que Feinmann enojado le respondió: “Pero yo no hablo del Duhalde del pasado. El Duhalde de la transición, con Lavagna, a mí me encantó, yo estoy a favor de ese Duhalde. Yo hablo del Duhalde que apareció ahora…”. Nos quedamos mudos. Mariano fue el primero en hablar: “¡Pero ese fue el Duhalde que mató a Kosteki y Santillan! ¡El Duhalde de la época que a él le gusta es el que mató a Kosteki y Santillan!”. Por los comentarios que siguió haciendo Mariano entendimos que José Pablo Feinmann no era considerado un compañero por Mariano. Ni por ninguno de nosotros. La entrevista ahora está en youtube. Después de eso enganchamos en canal 7 la película “Doce hombres en pugna” y nos colgamos con eso. En definitiva, los amigos de Mariano, porque respetamos su lucha y sus ideales, no consideramos como compañeros ni a Verbitsky ni a Feinmann. Mariano nunca paraba de leer. Siempre andaba con algo. La muerte detuvo su lectura de dos libros. Uno era El Padrino, de Mario Puzo. El otro, La noche quedó atrás, de Jan Valtin. La última vez que le pregunté acerca de este último libro (yo se lo había prestado) me dijo que iba por la mitad y que le fascinaba. Se lo presté porque ese testimonio a mí me ayudó a entender lo que significó el stalinismo más que cualquier análisis de Trotsky. Siempre me pasa lo mismo. El testimonio vivo me resulta más ilustrativo para entender cualquier fenómeno. Por ejemplo cuando una vez un fundido del PC, ahora devenido en facho y, para colmo, en mi jefe, me explicó la historia de la desmoralización de toda su generación, probablemente sin saberlo. Él, obviamente, no sabe que soy del PO. Su narración fue así: “Cuando yo era pibe la explicación de que el país no lograba desarrollarse plenamente, no podía dar ese salto que dieron los Estados Unidos, no podía convertirse en una potencia y cada tanto sucumbía ante una crisis, la explicación a todo eso, decía, era que los diversos golpes militares interrumpían los procesos democráticos que seguían ese camino de desarrollo del país. Durante toda mi infancia, toda mi adolescencia, toda mi juventud y parte de me adultez, me habían dicho que de no ser por los golpes militares, el país sería el país que soñamos una vez que la democracia logre caminar sin que interrumpan su camino. Cuando fue la vuelta a la democracia en el ´83…”Hizo una pausa y continuó. “Mirá, mi viejo siempre fue el tipo más escéptico que existió. No era peronista ni radical, ni de izquierda ni de derecha. Para el la política era una mierda y los políticos todos sin excepción, unos delincuentes. Cuando fueron las elecciones en el ´83, mi viejo fue a votar con el entusiasmo de un pibe de 18 años. Me acuerdo que parecía un adolescente. A mí me sorprendió porque él nunca creyó en nada. Pero el momento despertaba un entusiasmo, una esperanza… Lo que vino después fue… ¡¿cómo explicarlo?! Todo lo que nos habían hecho creer, todo lo que esperábamos de la democracia… ¡¡Se suponía que se habían acabado los problemas!! ¡¡Que ahora todo iba a ir bien, cada vez mejor!! No sé cómo explicarte, pibe, todo lo que viví en este tiempo. Pasé momentos casi tan malos como en la dictadura. En un momento me quedé sin nada de nada. Situaciones que no te puedo explicar, que psicológicamente destruyen hasta al más fuerte. No entendía nada, te juro que no entendía nada…”. Ahí me cayó la ficha de muchas cosas. Una de ellas es que el facho también se emociona. Otra, que, por ejemplo, con Mariano siempre hablábamos de “el típico viejo desmoralizado”, que le decíamos, porque en Plaza Alsina cada vez que hacíamos una venta de la prensa siempre se acercaba algún viejo, no para comprar el periódico, sino para trasmitirte sus frustraciones y desmoralizaciones. “Che, hoy se me acercó otro típico viejo desmoralizado”. En el fondo también teníamos parte de la explicación. Una vez comentamos acerca de cuando fuimos a un debate en el BAUEN donde el diputado Fernando Iglesias le decía a un compañero del partido: “yo milité en los ´70 y creía como vos que la democracia y la dictadura eran lo mismo. Y cuando vino la del ´76 nos quisimos matar”. A lo que el compañero le respondió: “yo también milité en los ´70, pero no pensaba que el problema democracia-dictadura era una pavada. Pero había que saber ver lo que había de ruptura y lo que había de continuidad entre una y otra”. Para no desmoralizarse, agregaría yo. Porque en definitiva, el problema es que esa generación hoy logre transmitir esa desmoralización a la juventud. Y en parte lo han hecho. Nadie puede negar, por ejemplo que el Indio Solari es un tipo piola. A Mariano le gustaban mucho Los Redondos. Pero hace poco escuché que en una entrevista con Pergollini, al tipo le preguntó acerca del gobierno y él respondió que le gustaba mucho tener una presidenta que no lea sus discursos. Que tenga capacidad oratoria, sin que alguien le esté escribiendo lo que tiene que decir. Yo no podía creer que el nivel de exigencia del tipo a un gobierno sea tan bajo como eso. De todas maneras el tipo lo dejó bien claro: “yo estoy hablando desde una artista, y que tiene que ver con que yo no creo que haya una ideología que solucione los problemas políticos para siempre de ahí que mi motor básico es político pero de ideales, no de ideologías soy un individualista impenitente que ha sido defraudado más de una vez desde ahí puedo decir cosas de este gobierno”. Y dijo que el gobierno enfrenta a todas las corporaciones juntas. Claro que esa es una gran cualidad, la oratoria, pero si lo del Indio no se llama desmoralización, entonces, ¿qué es la desmoralización? Prefiero escuchar lo que el Indio decía hace ya muchos años y que mucha razón tenía: “ya tenemos la suficiente edad para, en vez de bajarles línea a los chicos, escucharlos porque en sus nervios hay mucha más información del futuro que los tipos de nuestra edad pueden tener para aconsejarlos”. “Disculpa. Acabo de soñar que estabas en mi casa con Mariano. Fue hermoso. Charlamos bastante. Un abrazo grande amigo!”, es un mensaje que todavía tengo guardado en mi celular. Lo de los sueños es un tema. En fin, a Mariano le gustaba mucho el cine. Y sabía bastante. No siempre coincidíamos, pero a veces la opinión del otro hacía cambiar la propia. Conocía de directores, de actores. A él le debo, por ejemplo, que me abra los ojos sobre Ricardo Darín. “No te dejes guiar por lo que dice todo el mundo. Si te fijas bien es un actor de cuarta” me dijo. Fue algo revelador: el tipo estaba en lo cierto. Yo le devolví el favor con Kevin Spacey. A Mariano le gustaba y yo siempre se lo criticaba. Hasta que un día me dijo: “Tenés razón. El tipo una vez hizo de psicótico en Pecados capitales y nunca más salió de ese papel”. Tenía una extraña debilidad por Adam Sandler. Sostenía que a pesar de la cantidad de películas de mierda que hacía el tipo era un capo. Siempre me recomendaba ver la película Embriagado de amor, especialmente una escena donde Adam Sandler pateaba un vidrio que para él era una verdadera genialidad. Estaba enloquecido con eso. Lo buscó es youtube para mostrármelo pero no lo encontramos. Una vez le dije que me fascinaba Lito Cruz y me dijo “Mmmh… puede ser. Pero se parece mucho a Horacio González”. Se la pasaba sacando parecidos. Siempre hablaba de dejar de fumar y de empezar algún deporte. Una vez quedamos en empezar boxeo. “Che, ¡pero nos anotamos en serio, eh!”, nos decíamos. Nunca sucedió. Mariano se había ganado muchos apodos. El primero fue “El bala”, por la forma de su cabeza. El último fue “El jefe”. También tuvo otros apodos por su apariencia física. Una vez le dijeron Fido Dido y él dijo “uh… eso me lo decían en la secundaria”. También le dijeron Don Ramón, pero él siempre discutió el parecido. Además se había ganado otros apodos. Uno era “deportivo Essien”, por su uso y abuso de dicho jugador cuando jugábamos al PES. El Chelsea era su equipo, pero le lesionabas a Essien y se le acababa la magia. Cuenta la leyenda que yo lo tenía de hijo, lo mismo que a Mauro y a Fabricio, el cuñado de Mariano. El rasta, que es un tipo el que yo quiero mucho, directamente se había ganado el apodo de “tramitín”. Creo que nunca ganó un partido. A propósito de ellos, creo que nadie se debería perder la oportunidad de conocerlos. Mariano era un pibe maravilloso, un ser excepcional. Me duele mucho decir estas cosas sólo cuando él ya no puede escucharlas. Creo que nunca le dije cuánto lo quería. Y eso me afecta tanto que al día siguiente de su muerte soñé con él, estábamos hablando y le dije “loco, te quiero”. Mariano me sonrió, con esa sonrisa que él tenía y dijo: “Si, ya sé”. “No quiero que te mueras”, le dije antes de despertar llorando. Es una verdadera lástima que sólo pueda decir estas cosas cuando ya nadie más puede conocerlo. Siempre le digo a mi novia, que por ser ella el amor de mi vida, me habría gustado que conozca un poco más a Mariano. Y hace poco hablando con un amigo entendí que por más cosas que uno pueda decir, es imposible que los que no lo conocieron puedan concebir a Mariano como realmente era. Los pibes que militan en Avellaneda se formaron bajo la gran influencia de Mariano y de su personalidad tan cálida. No quiero perder la oportunidad, por lo tanto, para decir que son pibes increíbles. De lo mejor que uno puede conocer, y que a mi me tocó en suerte conocer. Lugo, Mauro, Cintia, Luciano, Rubén, Nico, Agustina y otros más son personas que vale la pena conocer, como valía la pena conocer a Mariano. Y en ellos se nota la presencia de Mariano en cada paso. En su forma de hacer humor. En su modo de militancia. En tantas cosas uno siente que conociendo a ellos conoce una gran parte de Mariano. No suelo decir estas cosas, pero no me parece justo dar la oportunidad de conocer a esta clase de personas antes de que sea tarde. Y entendí que esas cosas que uno siente las tiene que decir al menos una vez en la vida, si no te podés arrepentir para siempre. Un homenaje no puede ser sólo un recordatorio. Un homenaje a lo Mariano es un discurso, un volante, una lucha. En fin, todo esto viene a que el día de hoy, 3 de junio, Mariano debería estar cumpliendo 24 años. Este es mi regalo. Este es mi homenaje. Este es un intento de despedirme de él.
El Be
* “El Be” trabaja en una fábrica importante y desarrolla una militancia sindical que impide que su verdadero nombre sea consignado.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario