martes, 21 de junio de 2011
Más “Intervención humanitaria” de la OTAN
El bombardeo de la Universidad Al Fateh, Campus B
Desde mi llegada a Trípoli para ver in situ las consecuencias de las operaciones militares de la OTAN, me quedó claro que a pesar del continuo silencio de la prensa internacional que está aquí, sobre el terreno, en Libia, existe clara evidencia de que se han atacado objetivos civiles y que civiles libios han resultado heridos y muertos.
Este martes por la mañana me llevaron desde mi hotel a través de la ciudad, pasando por el animado tráfico hasta la Universidad Al Fateh.
El 9 de junio, el decano Ali Mansur estaba afuera en el aparcamiento. El cielo estaba de un azul claro profundo. Las nubes blancas. Hinchadas y blancas. El decano Mansur estaba visiblemente molesto. Parecía que algunos de los jóvenes del Campus B de la Universidad Al Fateh se estaban peleando por las muchachas. Me explicó que los libios son de sangre ardiente. Con un brillo en sus ojos, murmuró que las muchachas son importantes para los jóvenes.
Sí, era muy evidente hoy cuando me acercaba al campus de la Universidad Al Fateh, al Campus B, conocido anteriormente como Universidad Nasser. Bajo los árboles, sobre el césped mientras llegábamos a las puertas del campus, pude ver a jóvenes hombres y mujeres conversando, hablando por teléfonos móviles, caminando de uno a otro lado, reunidos, probablemente hablando de las noticias más recientes del campus, lo que sea. Hoy, el campus Al Fateh, estaba rebosando de vida. La vida estudiantil parecía vibrar. El sentimiento y el ambiente de esta universidad no parece diferente de los de cientos de universidades que he visitado en EE.UU. y por todo el mundi.
Los muchachos y las muchachas libios son como los nuestros. Mi hijo se ajustaría fácilmente a la vida en esta universidad.
El campus también parecía vibrante. Las grúas por doquier indicaban un sólido programa de construcción, a fin de agregar nuevos edificios para mejorar el entorno educacional. A pesar del ruido de los estudiantes, el decano tenía todos los motivos del mundo para sentirse feliz al ver que su universidad se agrandaba, mejoraba y fortalecía. Me dijo que habían firmado un acuerdo con una universidad británica para iniciar programas en inglés. No estudios de inglés, subrayó el decano, sino todo un currículo enseñado en idioma inglés. Por cierto, señaló, es una desilusión que todo eso se haya acabado.
La Universidad Al Fateh, Campus B, está formada por unos 10.000 estudiantes, 800 candidatos a maestría, y 18 estudiantes de doctorado, un personal de 220, 150 profesores ad hoc, 120 empleados. Tiene ocho auditorios, 19 salas de clase, 4 salas de clase extra grandes. También tiene un campus rural en Al Azizia donde aprenden 700 estudiantes y que forma parte del sistema universitario. El decano Mansur se compara con un alcalde porque tiene tantas responsabilidades en la dirección de una gran comunidad de estudiantes empeñados en una vida académica rica y vibrante.
El decano me dijo que la vida en la universidad, y la suya personal, cambió para siempre en la tarde del jueves 9 de junio de 2011.
Recordó que la universidad abrió como siempre cerca de las 8 de la mañana y debía cerrar por la noche a las 8 p.m.
Había pensado que el jueves 9 de junio sería un día normal, si no fuera por la pelea por las muchachas que había llevado a que muchos de los estudiantes abandonaran el campus porque no querían participar en las disputas. De modo que, afuera en el aparcamiento del campus, el doctor Mansur me dijo que estaba preocupado pensando en cómo encarar el problema disciplinario que le esperaba.
Luego, saliendo de la nada y de repente, oyó un fuerte ruido en el cielo.
Dijo que comenzó de la nada, un rugido fortísimo. Luego un sonido como un silbido de alta frecuencia. Dijo que había mirado hacia el cielo y que apenas pudo creer lo que véían sus ojos: apareció algo brillante en el cielo agitándose frente a él. Dijo que se movía como un juego de atari o algo semejante. Se agitaba y zigzagueaba por todo el cielo. Dijo que se quedó paralizado ante el objeto durante lo que le parecieron minutos pero que en verdad solo habían sido segundos.
Aceleraba por el cielo subiendo, bajando y yendo hacia los lados y luego, sin advertencia, se estrelló en el terreno cercano. Era un misil de la OTAN.
Trágicamente había encontrado su objetivo: La Universidad Fateh, Campus B.
El decano Mansur dijo que vio solo un misil, mucho fuego, muchos colores diferentes por todas partes, y luego una inmensa columna de humo. Vio un misil, pero escuchó lo que parecían ser muchas explosiones. Dijo que ya no podía decir honestamente cuántas.
El doctor Mansur dijo que la fuerza y el choque de la explosión lo dejaron paralizado. Dijo que su corazón se detuvo un momento. No tuvo miedo, solo estaba paralizado. No corrió; no se agazapó de miedo; dijo que simplemente estaba estupefacto.
La fuerza de la explosión agrietó pozos de hormigón reforzado, rompió cientos de ventanas y derrumbó numerosos techos en las salas de conferencias.
Nadie sabe si fue un misil crucero Tomahawk o una bomba guiada por láser mal dirigida, nadie lo sabe.
Sus primeros pensamientos fueron para sus miles de estudiantes de la universidad y para sus tres hijos que estudian en ella.
Después de unos 30 minutos, la prensa libia llegó para ver lo que había sucedido. El presidente de la Universidad y otros funcionarios de la institución llegaron todos. Pero para sorpresa del doctor Mansur, nadie de la prensa internacional.
¿Y qué vieron?
Los medios vieron el amplio daño estructural en muchos de los edificios, todas las ventanas reventadas en cada uno de los ocho auditorios. Puertas arrancadas de sus bisagras. La biblioteca en ruinas. Libros y escombros por todas partes. La mezquita del campus dañada. Vidrios amontonados. Habían comenzado algunos intentos de limpieza.
El doctor Mansur dice que han mantenido la institución, en todos los sitios donde era practicable, en la misma condición en la que quedó el día del ataque. Con la excepción del área de clases principal en la que trabajan los estudiantes, que se limpió y se rebautizará como complejo de auditorios Seif Al-Arab en memoria del hijo de Muamar Gadafi asesinado el 30 de abril de 2011 en su casa por las bombas de la OTAN.
El jueves, los misiles de la OTAN. El viernes y el sábado se consideran fin de semana aquí. El domingo, lunes y martes, los estudiantes volvieron a sus aulas sin dejarse intimidar por las bombas. En muchas salas de clase que vi hoy, los estudiantes estaban rindiendo sus exámenes finales entre los escombros. Mientras caminaba por el campus, una voz varonil gritó y me habló en árabe: “¿Dónde está Obama?”
Buena pregunta, pensé.
Siempre me he preguntado si los políticos que envían regularmente a nuestros jóvenes hombres y mujeres a la guerra y que bombardean regularmente a la gente pobre del mundo, han estado, ellos mismos, en el blanco de un ataque de misiles crucero o si se han colocado ellos y sus familias a merced de una bomba de uranio empobrecido guiada por láser. Tal vez así sea, pero solo pensé que tal vez, si hubieran experimentado de primera mano el horror de un ataque de la OTAN contra un objetivo civil, podrían detenerse un momento y cuestionar la necesidad de enviar a nuestras fuerzas armadas a atacar al pueblo de Libia.
No quise molestar a los estudiantes que se estaban examinando de modo que encontré a algunos estudiantes parados afuera con quienes hablar. Les pregunté si tenían algo que decirle al presidente Obama. Una profesora, respondió rápidamente y dijo: “Trabajamos bajo el fuego: físico y psicológico”. Un estudiante dijo que el presidente Obama debería “Liberar Palestina y dejar tranquila a Libia”. Siguió diciendo: “Somos una sola familia”.
Más al respecto después, pero brevemente, cada libio es miembro de una tribu y cada tribu se gobierna y selecciona a sus dirigentes; esos dirigentes de todas las tribus luego seleccionan a los suyos, y así sigue hasta que queda un dirigente de todas las tribus de Libia. Encontré a ese líder tribal ayer en otra parte de Trípoli y me dicen que es el verdadero líder de este país. Preside el Consejo Tribal que constituye el verdadero órgano de decisión política de Libia. De modo que cuando el joven dijo “Somos una sola familia”, es realmente verdad.
El doctor Mansur, formado en EE.UU., habló con cariño de su estadía en EE.UU. y de los muchos amigos que hizo en ese país. Está orgulloso de sus estudiantes y de la riqueza de la vida de la comunidad universitaria. Era exactamente como cualquier decano universitario en EE.UU.
Pienso que Dios intervino el jueves 9 de junio de 2011.
El día que cayó el misil, no murió un solo estudiante. Podría haber sido fácilmente diferente. Podría haber sido una catástrofe, que hubiera costado las vidas de cientos de adolescentes.
Me dicen que en el área circundante, en las afueras de la universidad, otros no fueron tan afortunados. Dicen que hubo muertos en las casas cercanas.
Hay algo extraño con respecto a la guerra. Los que la causan se vuelven inconscientes y alejados de sus consecuencias; parecen felices al infligir daño a otros y se insensibilizan ante sus consecuencias, mientras las víctimas de la guerra buscan un camino para normalizar lo anormal y vivir bajo la constante amenaza de muerte y destrucción.
Después de visitar Trípoli, me opongo a la guerra más que nunca.
Los estudiantes de la Universidad Al Fateh continúan sus estudios a pesar del cerco que sufre su país.
Y, ¡oh!, ¿ese segundo grupo de estudiantes con el que hablé por azar? Les pregunté cuánto pagan de matrícula. Me miraron desconcertados después de la traducción. Les pregunté cuánto pagan por sus libros. De nuevo, las mismas caras desconcertadas. La matrícula en la Universidad Al Fateh es de 16 dinares por año –unos 9 dólares-. Y debido al embargo de la OTAN sobre las importaciones de gasolina, la escuela ha iniciado 10 líneas gratuitas de autobús a sus áreas vecinas a fin de asegurar que los estudiantes puedan llegar a la escuela, gratis.
Les dije que yo misma estaba a punto de entrar a un programa de doctorado en EE.UU. y que para la matrícula y los libros necesitaré decenas de miles de dólares. Les conté que mi prima está endeudada en 100.000 dólares porque fue a las universidades que escogió y obtuvo una maestría.
Me dijeron: “Agradecemos a Muamar Gadafi. Porque gracias a Muamar Gadafi tenemos educación gratuita. ¡Allah, Muamar, Libya obes!”
Bueno, en cuanto a la OTAN, sigue aferrándose a la quimera de que sus ataques son solo contra objetivos militares y que la suya es una “intervención humanitaria”.
Todavía sigo esperando encontrar evidencia en algún sitio del mundo de que el bombardeo desde el aire de pobres poblaciones civiles del Tercer Mundo es bueno para sus derechos a voto, democracia, atención médica, educación, asistencia social, deuda nacional, y para mejorar los ingresos personales y la distribución de la riqueza. Me parece obvio que los problemas complejos de la vida requieren una intervención más compleja que la que puede suministrar un misil crucero.
Cynthia McKinney
Information Clearing House
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