viernes, 10 de junio de 2011

Ignorancia + sumisión al idioma inglés


Jorge Elías, especialista en noticias internacionales de “La Mañana de Víctor Hugo”, lee el despacho de una agencia informativa referente a la bacteria que hasta ahora ha causado veinticinco muertes y miles de afectados y la menciona, tres o cuatro veces, como “i coli”: el “experto” tiene ante sí un papel o una pantalla donde dice “E. coli” y pronuncia “i coli”, como si estuviera leyendo “e-mail” y pronunciara “i meil”.
Para que este acto de barbarie (digo bien: barbarie) pueda consumarse se deben reunir dos condiciones: 1) una ignorancia militante, y 2) un grado terminal de capitulación ante la hegemonía del idioma inglés.
Examinemos el punto 1: de por sí es raro que una persona adulta, alfabetizada, no haya oído jamás mencionar la Escherichia coli, pero en el caso de un periodista eso es aún más extraño. Ahora, si esto sucede el 7 de junio, cuando el tema de la contaminación con esa bacteria lleva al menos quince días en las portadas de los diarios y las páginas informativas de la web, esa ignorancia ya asume la forma de patología mental. Y ni Elías, ni ninguno de sus compañeros corrigen el error en todo lo que resta de la audición. Primera conclusión: la comunicación de masas está en poder de periodistas que tienen un nivel cultural inferior al del común de las gentes. Escucharlos sin una atención consciente y crítica, por lo tanto, implica embrutecerse día a día.
Punto 2: En castellano el grafema “E” no se pronuncia “i”. Tampoco en francés, portugués, alemán, italiano o latín: solo en inglés. Hay que tener una predisposición extrema a ver el mundo desde el plexo ideológico y cultural angloparlante para atribuirle pronunciación inglesa a la inicial de una palabra latina, incluida en una noticia redactada en castellano, originada en Europa continental.
Pero en este punto los periodistas, locutores y conductores radiotelevisivos no están por debajo de nuestras clases medias que, como sabemos, desesperan por tener o aparentar tener el pasaporte de elegancia implicado en mostrar alguna familiaridad con el idioma y la cultura del Big Brother.
Si bien Elías, con su brutalidad —y considerando las especiales condiciones en que la ha perpetrado— ha alcanzado una marca muy alta, tengo recopiladas otras que quizá la superan y que, sobre todo, son más jocosas, aunque la sonrisa que al principio causan, inevitablemente se desdibuja en un rictus de desolación.
Pero eso quedará, acaso, para un próximo envío.

Juan del Sur.

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