domingo, 17 de abril de 2011
Los que empuñamos armas y los miserables
Es curioso como en esta época de apología de la memoria, algunos viejos militantes del PRT-ERP, olvidan fundamentos éticos que fueron condición esencial para asumir el ejercicio de la lucha armada. Es verdad que ética no era una palabra muy común entre nosotros, pero fue una práctica consecuente asumida en particular del Che Guevara.
Yo tuve la suerte de ser uno de los primeros que asistió a una escuela militar después del V Congreso en Cuba. Y recuerdo perfectamente que Santucho recomendó a las regionales que, en esos primeros cursos, enviaran a los compañeros más politizados, porque independientemente de las técnicas militares que recibiríamos, sería, sobre todo una escuela política. No lo fue en el sentido específico del término, pero fue riquísima en la discusión de lo que podríamos llamar ética militar. No tanto por lo que podrían enseñar los instructores cubanos, sino por el resultado del intercambio colectivo de los veinte cuadros perretianos casi todos fogueados en la lucha armada, compañeros de tal calidad humana, que parecía confirmar el actual acerto de un oficial de nombre Richter, gravemente herido en un combate contra el ERP, quien afirma que el que empuña un arma difícilmente puede ser un miserable porque se juega el pellejo. Que los miserables están en otra parte.
Recuerdo cómo discutimos aquella anécdota del Diario del Che cuando levanta una emboscada porque los soldaditos bolivianos venían durmiendo y las discusiones que nosotros teníamos con los instructores cubanos cuando les decíamos que los soldados conscriptos eran combatientes obligados, parte del pueblo y por ello debíamos evitar al máximo herirlos. Los instructores nos respondían efusivamente con esa poco sutil lógica, típica de los cubanos "Chico, el conscripto tiene un fusil que mata, mata"
De todos modos las obras completas del Che estaban en la biblioteca y en ellas leímos expresiones contundentes, como ser que el prisionero, los civiles o el enemigo fuera de combate, son sagrados; no se los debe matar ni maltratar. Además vimos decenas de textos vietnamitas que decían que no siempre la victoria es el aniquilamiento físico del enemigo, sino que también puede ser hasta más eficaz su aislamiento para dejarlo fuera combate. Los propios documentos del V Congreso hablan de ese tema.
Todas estas cosas debatidas en aquellos primeros tiempos en que en el PRT, se discutía todo, gracias al aspecto más positivo de la herencia marxista trotskista, conformaban, como suele ocurrir dos tendencias que convivían sin mayores dificultades porque la acción del Comité Central, y dentro de este, la influencia inapelable de Santucho, fijaba línea. Y la ética guevarista fue línea impulsada por Santucho y aprobada reiteradamente por el Comité Central.
Claro, también el Comité Central solía equivocare. El caso de la aprobación de la propuesta del Buró Político de realizar ejecuciones indiscriminadas a oficiales de la Fuerzas Armadas en represalia a los asesinatos de compañeros en Catamarca, es uno de los ejemplos más penosos. Era admisible ordenar ejecuciones de represalias a oficiales culpables de asesinatos, pero nunca podrían haber sido indiscriminadas. Fue un grueso error del Comité Central admitido después.
Porque además, los comandos recibieron la orden de buscar oficiales y, desde luego, los oficiales comprometidos no se dejaban ver, o salían con fuerte escolta, y por lo tanto los objetivos, de hecho, fueron en varios casos técnicos, sanitarios o ingenieros.
La cuestión hizo crisis cuando un comando del ERP accionó contra el Capitán Viola, quien en ese momento estaba con sus hijas pequeñas, sin embargo los combatientes dispararon a pesar de la presencia de las niñas matando a una e hiriendo de gravedad a la otra. Claro que no dispararon apuntando a las niñas, pero no se puede explicar porque el comando accionó sin pensar en el riesgo que corrían la pequeñas.
Santucho, sumamente indignado, calificó esa actitud como de un exceso injustificable, repito, injustificable, y a raíz de tan cruento hecho, propuso levantar las ejecuciones indiscriminadas contra oficiales de las FF.AA, como homenaje, - textuales palabras-, "a esas criaturas inocentes". Pero en la discusión en aquel Buró Político, con la presencia de Santucho, Mena, Urteaga, Ledesma, Germán y yo, empezamos a conjeturar la consideración sobre las dificultades del ERP para componer suficientes comandos con autonomía de criterios como para decidir por razones éticas ante cada combate. Recuerdo que Domingo Mena comentó que por la fuerza de la necesidad política, la mayoría de los que habíamos asistido a aquellas primeras escuelas político militares, no estábamos frente a unidades militares. Evidentemente los compañeros de tal comando no tenían esa formación.
Lo cierto es que ese hecho fue de una gravedad inexcusable, del que nuestra organización siempre se ha hecho cargo con absoluta sinceridad y condenándolo sin atenuantes, porque precisamente Santucho afirmaba que la verdad es revolucionaria y hay que asumirla. Asumimos colectivamente el hecho de que un comando del ERP se haya comportado de esa manera contraria a la ética guevarista y aspiramos a que los miembros del comando asuman su responsabilidad, porque nunca estuvo en la doctrina perretiana aceptar el criterio de "obediencia debida". Es decir, el comando que cometió semejante brutalidad, no podía argumentar el cumplimiento de órdenes.
Bien, todo este repaso viene a cuento porque en el libro de Daniel Gutman, "Sangre en el Monte" el autor comenta que encontró varios casos de ex compañeros que justificaron la acción que hemos narrado. Pero hay un caso que menciona con nombre y apellido y que, a mi juicio, es muy grave: Se trata de Juan Carlos Ledesma, quien argumenta que la esposa de Viola, entrevistada por Gutman, no dice que tal oficial era de inteligencia y por lo tanto habría torturado compañeros.
Es muy difícil comprender semejante razonamiento. Es tal el estupor que produce que uno piensa que quien lo dice no debe ser una persona en sus cabales. Pero ocurre que Ledesma, a quien le decíamos el Vizcachón, es un viejo cuadro del PRT, una especie de archivo verbal a tal punto que la mayoría de los investigadores lo consultan, y además fue subordinado mío. Por lo tanto lo conozco bien, bueno digamos lo conocía bien. Claro el no pasó por las escuelas que he mencionado, pero tenía suficiente formación política como para dominar la ética guevarista. Por eso mi asombro y enorme indignación. Porque cualquier lector normal, puede interpretar que Ledesma está diciendo que a las hijas de los torturadores o los asesinos o los enemigos del pueblo hay que fusilarlas. O, bueno bajemos el tono, al menos justifica que con tal de "hacer justicia" ejecutando al padre, se corra el riesgo cierto de herir o asesinar a sus hijas, como ocurrió en este caso. O también implicaría admitir que un comando del ERP es una máquina de matar difícil de controlar.
Bueno, digamos, y no como chiste, porque no estoy para bromas, sino como una patética realidad que con amigos como Ledesma, el ERP no necesita enemigos
¿Acaso exagero en pensar que los lectores, sobre todo las nueva generaciones que no conocen las circunstancias y los hechos que se sucedieron en los setentas pueden interpretar que sólo un demonio puede pensar así, o sea no escatimar métodos crueles para combatir la crueldad?
El único amargo resultado de esto que he comentado, no es la miserable actitud de Ledesma, sino que me quedo con la sensación de que no todo el PRT-ERP cultivaba la ética guevarista de la cual yo siempre he manifestado nuestro orgullo, incluso que es lo que me llevó a afirmar que Santucho fue el sucesor el Che.
Le llamo ética guevarista el rescate que hizo el Che Guevara de la ética de Marx, trasgredida, en nombre de la defensa de la revolución, por todas las revoluciones. Tal ética se basa en una expresión nunca demasiada divulgada del viejo Marx "No se pueden lograr fines justos con medios injustos"
Luis Mattini
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