martes, 26 de abril de 2011

1º de mayo 2011: 125 años después


En primer término ya sabemos que la desmovilización de la clase obrera es culpa de quienes se han corrompido sindical y políticamente.

En primer término ya sabemos que la desmovilización de la clase obrera es culpa de quienes se han corrompido sindical y políticamente, siendo estos, los mismos que vienen firmando y permitiendo retrocesos y pérdidas de derechos de la misma. Este es un hecho que todos sabemos y que venimos escribiendo y recordando, cada tres por dos, como si se nos fuera a olvidar.
Pero en segundo lugar, también existen otros culpables de los que nunca solemos hablar, entre otras cosas, porque tal vez, rehuimos hacerlo para no tener que reconocernos a nosotros mismos. Somos los que nos encontramos en multitud de pequeñas organizaciones sindicales y políticas; desde donde no hemos sido capaces de situar alternativas claras y lógicas en primer lugar y; en segundo, haberlas hecho llegar a la gente. Es posible que de haber dedicado una parte importante, de nuestros análisis y nuestro tiempo, a sopesar el grado que nos corresponde de culpabilidad, hoy estaríamos todos mejor posicionados y con las masas trabajadoras más próximas y dispuestas a organizarse y movilizarse.
Todo esto es mucho más grave (me refiero a nuestra parte de culpa) cuando las contradicciones del capitalismo en esta última crisis sistémica, se manifiesta en forma de insuperable salida. En este sentido se nos han presentado dos frentes, con vastos argumentos para luchar, en los que no hemos alcanzado a comprender su dimensión, por lo que, tampoco hemos sabido explicarlos: primero, es la agresión en base a la destrucción de millones de puestos de trabajo, con sus efectos “colaterales”, entre los que se encuentran los embargos de vivienda. El segundo, es el cúmulo de brutales sin razones que han aireado e impuesto, so pretexto para encontrar soluciones.
En cuanto a lo primero; ya se ha señalado: la obstaculización a la movilización se ha estado usando de mil modos por quienes todos sabemos. Pero en cambio, los que deberíamos haber tenido las cosas más claras, de lo que estaba sucediendo, (las organizaciones con actitud de defensa radical de los intereses de clase y transformadora), todo y teniendo en cuenta las insuficiencias organizativas, tampoco supimos abordar esa situación. A día de hoy, los resultados están ahí. La manifestación en Madrid, de miles de jóvenes, el 8 de abril, (“juventud sin futuro”) así lo corrobora también.
En lo segundo, nuestra parte de culpa debe ser más preocupante, pues es inconcebible que tras de las tropelías del capitalismo, dejando a una parte importante de las personas sin trabajo y sin vivienda (entre otros robos), se permitan el lujo de teorizar e imponer medidas para solucionar sus propios desmanes, siendo que, hasta la gente más humilde y sencilla se ha dado cuenta de toda esa sarta de crueles irracionalidades y contrasentidos. Es de Perogrullo que, no se genera poder adquisitivo ni empleo mandando gente al paro, mientras a los que quedan trabajando se le obliga a producir y a servir más con inferior salario. Sucediendo lo mismo con las medidas que alargan la edad de jubilación. Y todo esto ocurre, después de una década en que nos han venido “regalando los oídos” con los estupendos beneficios que todos los sectores obtenían y, después de haber salvado a los delincuentes de la banca privada, con dinero público. Sin embargo, “multitud” de organizaciones radicales de izquierda no hemos sido capaces de haberles hecho llegar, a las masas, consignas convincentes para la toma de conciencia y de lucha.
Ciertamente la división de la izquierda siempre es un obstáculo y sería mucho mejor si hubiera unidad organizativa. Sin embargo, esto es difícil que suceda, mientras tanto no acertemos de pleno en ponernos de acuerdo para diagnosticar lo que realmente está ocurriendo, así como en las explicaciones que la gente ha de recibir. En este sentido se nos aproxima el Primero de Mayo, con una rica historia, preñada de lucha de clases, aún pendiente de alumbrar.
Cuando para el conjunto de la auténtica izquierda, la lucha de clase, tendría que estar situada en un contexto más claro y resolutivo, la realidad es, que nos encontramos como si estuviéramos en una vorágine complejísima de la misma. A este panorama se ha podido llegar por consecuencia del arrollador dominio ideológico-practico del capitalismo. Un dominio que se viene produciendo exponencialmente desde finales del siglo 19; concretamente a partir del máximo nivel que las luchas obreras consiguen entre mayo de 1886 y 1890, orientadas a conseguir reducir la jornada laboral. Es a partir de aquí, que esta máxima lógica, en la lucha de clases, (en vez de seguir potenciándose y aumentando) comienza a descender y a extinguirse. Su contundente razón de exigirla, (la reducción del tiempo de trabajo) a día de hoy solo puede comprenderse si se reflexiona profundamente y de “la mano” de nuestros mejores históricos pensadores, tanto utópicos como científicos.
También (y aunque esta tesis puede sorprender a muchos), considero que por diversos motivos, el triunfo de la revolución bolchevique, la instauración de la Unión Soviética, en vez de relanzar con fuerza esa orientación reivindicativa, cara al mundo del capitalismo más avanzado (que era donde Marx teorizaba las mejores condiciones para implantar y desarrollar el socialismo) por el contrario, lo que hace es olvidarla y frenarla, dadas las necesidades y dificultades que se le plantean para subsistir y construir el socialismo. En este sentido, la temprana muerte de Lenin y la irrupción de la segunda guerra mundial, socaban en el olvido de esa exigencia que debía ir arrinconando a la clase capitalista. Hoy sabemos que en los países del éste durante la época del “socialismo real”, no existía gente desempleada, ya que hubiera sido un contrasentido; sin embargo, si hubieran reducido la jornada de trabajo a la mitad, en la mayor parte de los sectores, sobre todo de la industria y de los servicios, los recursos obtenido, habrían sido los mismos.
No es casualidad que, aquel par de barbudos, situaran el aumento de plus valía, ó cuanto menos el mantenimiento de sus cuotas, como eje central de las contradicciones del capitalismo; contradicciones que en su opinión serían cada vez mayores. (Ver artículo mío publicado en Kaos, el 17-12-09 con el título Recuperar la filosofía revolucionaria de la clase obrera en lo fundamental; en su primer y tercer párrafo, señalo dos citas del Manifiesto Comunista). Claro, pero estos amigos (Marx y Engels) creían que la clase obrera mantendría su atención y tensión en no permitir cargar con las contradicciones de quienes les explotaban; para lo cual no había que dejar de mantener y aumentar los contenidos de solidaridad de clase; cuya principal prueba se encontraba, constantemente, en los despidos que se producían a consecuencia de las nuevas tecnologías que las empresas se obligaban a incorporar.
Se entienda que estoy hablando de la lucha de clases en su punto más básico en el que no caben cortinas de humo de ningún tipo, porque es ahí donde se produce la explotación del hombre por el hombre de la forma más clara y concreta. La solidaridad, entonces, (además de conveniente para cada trabajador) en el reparto del esfuerzo, en no permitir que la empresa despida a nadie, jamás se debió dejar de lado, ó como cuestión secundaria. Por eso, si esto continúa sin llevarse acabo, si no se sitúa con la convicción y la fuerza que requiere, entonces, acontece lo que “”tenemos entre manos”: desorganización y despiste político, gente de vanguardia perdida en la magnitud de los problemas, (corrupción, desempleo, desastre medioambiental, conflictos bélicos…) todo ello convertido en grandes cubiertas que nos ocultan lo cercano y concreto; o sea, esto que nunca debimos perder de vista. Por eso a mí, me gusta darle la vuelta a la metáfora, interpretando que es el bosque el que no nos deja ver el árbol. Y es por eso que nos encontramos en este desolador panorama, de ofensiva capitalista y retroceso de la clase obrera, con datos verídicos, que nos hielan la sangre y nos producen arritmias como coces de jirafa. Las últimas manifestaciones de la dirección de Telefónica son un ejemplo al respecto.
Mirémoslo y pensémoslo desde todos los ángulos y razones que queramos: una teoría formada para la subversión, ensamblada a “años luz” de la revolución científica y técnica, no sirve para crear organización ni subversión, y viceversa. Por situar un ejemplo, (el que vengo exponiendo desde hace 25 años, el que más se ajusta a esta tesis, es la reivindicación de las 35 horas de jornada laboral; una desfasada petición que “todo el mundo” mantiene, sin que nadie muestre una sola razón de peso. Nadie que se precie de hacer uso del método de análisis marxista será capaz de decir o escribir coherencias (respecto a razones de lucha a favor de la clase obrera) para defender esa reivindicación, absurda, de las 35 horas de jornada laboral, por estar (exageradamente), fuera del tiempo en que se propone. Todo y así, lamentablemente, me temo que este disparate seguirá manteniéndose aún.
Si a partir de mañana el capitalismo tuviera en sus manos la posibilidad de crecer el doble de lo que existe, lo haría sin crear empleo y en un proceso reduccionista del mismo, tal y como viene sucediendo hasta ahora; siendo su problema mucho más grande al no tener a quien venderle tal cantidad de material. Lo mismo pasaría, (y esto ya sería otro obstáculo añadido en el anterior ejemplo) si toda la humanidad del “primer mundo”, tiráramos por la “ventana” todos los útiles e inútiles trastos que tenemos en casa, pretendiendo comenzar de nuevo, facilitando a los explotadores el podernos ofrecer un puesto de trabajo; todo y así, prescindiendo de los stop existentes, (que primero te exigirían consumir, lo que sería imposible al no haber un euro en los bolsillos de la gente), aún eliminando esta realidad; nos encontraríamos con la misma situación que en el primer ejemplo; es decir, todo el material destruido sería nuevamente construido con mucha menos mano de obra, y al cabo de poco tiempo, nuevamente, se produciría un colapso de productos y de desempleo.
De modo que, si esto es así, como vengo afirmando en diversos artículos, pienso que entonces tendría que notarse… Y si no, si por el contrario alguien piensa que soy un pesado, (cosa con la que estoy de acuerdo) pero sobre todo, si considera que estoy equivocado, igualmente es preciso decirlo. Con razones, claro.
La reducción de la jornada laboral, a mínimas horas diarias, no sólo resolvería el problema de empleo para todo el mundo, sino que sería la mejor fuente de ahorro en energía. Un esfuerzo que se reduciría a límites inimaginables para los humanos si además, como debe de ser, se produce y se servir en aquello que verdaderamente necesitamos para obtener calidad de vida. Si la humanidad intuyera esta realidad, sólo un poco, el sistema capitalista duraría menos que un pastel en la puerta de un colegio.

José Estrada Cruz

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