jueves, 11 de septiembre de 2008
Querida Celia, ¡hasta el socialismo siempre!
Homenaje a nuestra compañera, amiga, e integrante del
equipo internacional de Revista de América
El domingo 7 de setiembre, el auto en que viajaban Celia Hart Santamaría y su hermano Abel se estrelló contra un árbol, en el distrito de Miramar, Cuba. Como consecuencia de ello, ambos perdieron la vida. La noticia nos provocó una tristeza inmensa. Nos unía una relación política y personal cada vez mayor. Consternados, no queríamos creer que Celia ya no estará con nosotros. Nos había acompañado apenas veinte días atrás en nuestro Congreso, con toda su alegría y su optimismo revolucionario. Cuando la acompañamos al aeropuerto de Ezeiza, hasta un rato antes de subir a su avión, seguía anotando y haciéndonos anotar planes y campañas que habíamos planificado en común. La última imagen que tenemos de ella en la retina la muestra tal cual era: dinámica, alegre, militante, revolucionaria plena.
Celia provenía de una cuna revolucionaria. Fue hija y sobrina de líderes históricos de la Revolución que pelearon codo a codo con los Castro en la toma del cuartel de la Moncada. Su padre, Armando Hart, fue el primer ministro de Cultura de la Revolución e impulsó la alfabetización a toda la isla. Por ello sigue siendo un intelectual incuestionable dentro y fuera del gobierno. Su madre, Haydée Santamaría, fue una de las dos mujeres que participaron del ataque a la Moncada y la primera presidenta de la Casa de las Américas. Celia luchaba contra el pensamiento único, desde la defensa incondicional de la Revolución Cubana. Era también una brillante física, y ante todo, coherente con sus ideas. El defenderlas, le valió la separación del Partido Comunista Cubano hace ya un tiempo. Sin importar las presiones o aislamientos de la que era víctima, levantó la figura de León Trotski, se animó a defender sus ideas, a explicar lo común que le resultaban con otras enseñanzas del Che, a quien admiraba. Tenía también pasión por la revolución bolivariana, de la cual pretendía más profundidad. Veía en ese proceso la posibilidad de avanzar en todo el continente. Tenía un profundo desprecio contra toda tendencia stalinista y burocrática. De ahí, que en la entrevista que Página 12 le hiciera días atrás, alertara contra un posible rumbo de Cuba hacia el modelo chino, hecho que molestó a varios funcionarios cubanos. Algo similar había ocurrido meses atrás, cuando Nicaragua le negó la visa por no compartir sus opiniones. Celia no estaba acostumbrada a callarse… y lo demostraba.
El recuerdo de nuestra relación con Celia
Habíamos conocido a Celia varios años atrás, cuando en una de sus visitas a nuestro país fue ponente de una charla en nuestro local central de la calle Perú, en Buenos AIres. Con el paso del tiempo, volvimos a vernos en Brasil, donde ella y nosotros fuimos invitados al Congreso del PSOL. Allí compartimos opiniones y debates. El partido brasilero se debatía entre dos caminos: ligarse al movimiento de masas o cerrarse a ser una secta como pretendían algunos pequeños grupos. Y ella, al igual que nosotros y la mayoría del PSOL queríamos que se avanzara a disputar a millones de personas en Brasil, y así lo hacía saber en voz alta a quien se lo preguntara.
Meses después, nuestros compañeros de Marea Socialista de Venezuela, nosotros y los integrantes de Revista de América, organizamos un Seminario Político días antes del referéndum constitucional. Nuevamente compartíamos la necesidad de hacer una fuerte campaña por el SI, y la visión crítica de los sectores burocráticos que al interior de la revolución bolivariana actuaban contra el proceso en curso.
Apasionada por la revolución, lloró de tristeza con el ajustado triunfo de la burguesía, e indignada, no podía entender a los grupos sectarios del trotskismo que equivocadamente no apoyaron la campaña por el SI. En esos días se hizo integrante del Consejo Editor de Revista de América y del proyecto de reagrupamiento internacional que estamos impulsando, y así nos lo hacía saber día a día, con sus mails, cartas, ideas, propuestas de campañas y todo cuanto nos relacionaba.
Cuando hace unos meses la invitamos a participar de nuestro VI Congreso, con alegría nos anunció su presencia, aunque durante dos meses su casilla de mail fuera objeto de opiniones descalificantes contra el MST. Algunos, que en el conflicto agrario estuvieron vergonzosamente apoyando al gobierno, hicieron de todo para que no estuviera con nosotros. Contra todos, nos decía en otro de sus mensajes: “A mí no me gustan las terceras posiciones y menos aún el gobierno de Kirchner”. Con esa firmeza, llegado el Congreso fue oradora de nuestro acto de apertura, y en las sesiones habló, opinó y aportó en el tema internacional y nacional, comprendiendo las oportunidades que se abrían para el MST en el país y para el proyecto del reagrupamiento internacional en el continente y el mundo. A sólo dos días de irse de nuestro país, y mientras realizábamos reuniones y recorridas por sindicatos y la UBA, soportó el embate de distintos sectores que no cesaban en hostigarla por su presencia junto a nosotros. Lejos de alejarla, esto la reafirmaba en la relación política con nuestra nuestra corriente. Nuestro trato personal y político y el compromiso mutuo eran tan fuertes que no había campaña ni comentario malintencionado que pudiera mellarlos.
Sus planes, nuestros planes
Se fue de nuestro país rumbo a Panamá, donde otros compañeros del proyecto de reagrupamiento internacional y Revista de América la esperaban organizando eventos políticos. Volvió a Cuba, llevando el tercer número de Revista de América en donde ella escribía sobre el presente de la revolución, y que por primera vez ingresaba a la isla para su difusión. Y activa, planificaba seguir organizando allí la Columna Abel Santamaría, junto a los jóvenes que tanto quería. Estos últimos días planeaba un nuevo viaje a Venezuela, mientras en contacto con Marea Socialista escribía sobre SIDOR, en apoyo a nuestros compañeros de allí que estaban en plenas elecciones sindicales. Entre todos, habíamos definido un nuevo evento internacional en diciembre en Caracas, y desde allí, organizar la presencia de Revista de América en el 50º aniversario de la Revolución Cubana y la Feria del Libro de La Habana, en febrero del 2009. Y hace tan solo siete días había terminado de corregir la declaración de Revista de América sobre los presos cubanos. El tema la preocupaba mucho. “Tienes que ir a la embajada de EE.UU. y reclamar que les den las visas a las mujeres de los presos”, le proponía a Vilma Ripoll, y juntas planificaron también esa campaña. Así era en todo, audaz, inteligente, pura y sobre todo militante, revolucionaria, capaz de proponer y a la vez criticar todo lo que creía necesario.
Nuestra despedida
Todavía está fresco el sonido de su voz y de sus risas al tomar la palabra en nuestro VI Congreso, al que vino especialmente invitada a participar de las deliberaciones. Los revolucionarios latinoamericanos perdemos con su muerte a una valiosa y entrañable compañera. Muchos de nosotros también perdemos una compañera de proyecto y una amiga. Celia ya no estará entre nosotros, pero nadie nos quita el recuerdo de su valiente personalidad, simpatía y sinceridad. En nombre de la dirección nacional del MST y de todos los compañeros del partido, expresamos nuestras condolencias a sus familiares y amigos. Y a modo de homenaje y despedida, publicamos los últimos reportajes y trabajos que realizó y el llamado a redoblar la campaña por la liberación de los cinco presos cubanos en Estados Unidos, tal cual ella nos había pedido.
Sergio García
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