jueves, 11 de septiembre de 2008

Celia Amor, Celia Hermana, Celia Revolución!

Paul Fortis

Hace nada más tres noches de mísero y efímero tiempo te escribí un poema y me contestaste: Qué bonito! Durante el huracán me escribiste y me enviaste besos con todas las algas de tu mar Caribe, recientemente me dijiste que fuera fuerte ante la muerte de mi hermana (hace ocho días) y ahora me dejas solo con la incógnita: a dónde van los seres como tú, olvidando que tú misma me diste la respuesta: la tumba de todo revolucionario está en el corazón de los revolucionarios, entonces te has eternizado desde siempre en mi corazón y guiaré mis pasos leyendo y releyendo tu profundo pensamiento.
De cierta forma, tú me enseñaste a ser fuerte, a ver la muerte como algo inexistente, como la simple transformación hacia otros estadios existenciales, hacia la esencia incomprendida, hacia el significado del significado, hacia el ser filosofico per se. Sin embargo, es difícil digerir tanto golpe, aunque sé que hay que digerirlos asumiendo no el compromiso con una nación, con un pueblo, sino el compromiso con la humanidad. Quisiera llórate, pero es imposible. Mis ojos se secaron desde hace largo tiempo y sólo podrán lagrimar de nuevo con el rocío de la libertad universal.
Hemos perdido todos@. Tú me enseñaste tanto, me hiciste dudar de muchas cosas y me enseñaste a ser más humilde, a entregarme por siempre y de forma ferviente a espulgar los textos revolucionarios, no para criticarlos, sino; al contrario, para aprender de ellos y tratar de explicar a otr@s lo que sólo una mente cuántica como la tuya podía ver en las estructuras profundas de la semántica. Hay veces me digo: que lejos estoy de ser revolucionario y me lo repetías que los revolucionarios, los verdaderos revolucionarios son una estirpe rara, y no sólo rara, sino escasa y que hay hordas visteindo fatigas y botas revolucionarias que mas parecen esperpentos del espejismo capitalista.
Ah Celia! Hija de la poesía de Martí, de los ideales del Che, de las enseñanzas de tus padres héroes, de Fidel a quien considerabas tu padre también, hija de la dulzura y bravura de tu Haydée, hija de los Sóngoros de Guillén, del alma guajira en la música de Carlos Puebla, Hija de Siboney y del Malecón, de la Habana Vieja y de la Academia, hija de la manigua y de las flores del mar. Hija de la Patria Liberada.
Ah Celia! Tus últimas cartas ateridas por la patria herida me decían: Gracias porque tenemos una revolución, hubo destrucción; pero no hubo ni un muerto y ello vale más que todo y quizá lo presentías porque me dijiste que tenía que digerir cosas más duras que la muerte de mi hermana y bueno ahora tú te metes en mi alma para siempre para estarme dirigiendo en lo que falta de esta corta experiencia de la vida.
Ah! Celia Amada, tú has forzado un viraje en mi vida para aunar fuerzas y esfuerzos en esta constelación de la irreverencia revolucionaria, por ti juro a mi corazón ser cada día más humano para poder servir a mis hermanos y hermanas de la forma que tu siempre me exigiste que lo hiciera. Que mejor testimonio a tu compañía siempre presente en mi conciencia revolucionaria, que tratar de extender los segundos y adaptar el tiempo a nuestras necesidades inventando formas para no dormir y no perder el tiempo en el lecho ausente y vacio, este es mi testimonio: mi corazón abierto a las intemperies de la vida caminando por los hoscos y quebrajosos caminos de la anomia social buscando la planicie donde las presentes y nuevas generaciones puedan plantar y construir sus abrigos de hogar en tierra fija, en mi Farabunterra fértil, libre y soberana donde la paz y la justicia social caminen juntas con el desarrollo económico sostenido y donde los trabajadores sean al final los que construyan y decidan las sendas hacia el socialismo, donde las artes que tanto tu amaste y te aman estén siempre encendidas como una fogata cromática eterna, como una inmensa pájara celestial aleteando versos y diagramando lienzos inmortales, este es mi testimonio: “Mi entrega incondicional a la causa de los obreros, de los trabajadores del mundo para que la revolución sea constante, permanente y reparta justicieramente de cada quien según su capacidad a cada cual según su necesidad, una revolución donde nadie sea excluido, donde todos tengamos los mismos derechos y las mismas obligaciones, una revolución que haga pedazos las ostras y la rémoras robolucionarias, que de vida a la vida y muerte a las desviaciones y donde los hombres nuevos y las nuevas mujeres sean los compañeros y compañeras que conduzcan el tren de la historia de los pueblos, una revolución demoledora de muros y constructora de estuarios revolucionarios y de fraguas permanentes donde se forje para siempre el acero del alma revolucionaria indoamericana, una revolución como tú, crítica y autocrítica, dialécticamente permanente donde la ley de los cambios cuantitativos en cualitativos sean la lección permanente de la vida
Celia amor, donde quiera que estés además de mi corazón, eres la sempiterna águila fénica oteando desde el infinito para dirigir la lucha universal de los obreros del mundo y con ellos la liberación humana.
Ello, por nuestros pueblos, por nuestro amor y nuestros juramentos.

Patria o Muerte!

Paul

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