viernes, 26 de septiembre de 2008

ENTREVISTA A PIEDAD CÓRDOBA, SENADORA COLOMBIANA


Mujeres en lucha por la paz: acuerdos humanitarios y solución política al conflicto

Por Claudia Korol, Pañuelos en Rebeldía.- La luchadora colombiana Piedad Córdoba, actualmente senadora, visitó Argentina en el marco del multitudinario Encuentro Nacional de Mujeres que se realizó del 16 al 18 de agosto en la ciudad de Neuquén. Allí pudo dialogar con mujeres de diversas organizaciones políticas y sociales, y con la prensa que cubrió el evento.
En la escuela convertida en sede de las actividades de “Feministas Inconvenientes” (red de colectivas feministas de diferentes lugares del país), realizó un diálogo abierto con mujeres que llegadas desde los rincones más lejanos de la Argentina, se acercaban a expresar su interés, enseguida su conmoción, y muy pronto su solidaridad con la lucha de las mujeres colombianas por la plena vigencia de los derechos humanos, y por la paz.
Piedad Córdoba, mujer que en 1999 fue secuestrada por los grupos paramilitares colombianos, una de las principales gestoras de los acuerdos humanitarios junto con el presidente Hugo Chávez, ha venido bregando valientemente por la paz en Colombia, alertando que de no ser así –es decir, si continúa la política guerrerista del gobierno de Uribe en consonancia con la administración norteamericana-, se pone en tensión el horizonte político de la región, de cara al siglo 21. En esos diálogos, se coordinaron iniciativas tendientes a impulsar una Plataforma Continental de Mujeres “Paz con Justicia para Colombia”, que tenga como consignas unificadoras: “COLOMBIA: ¡Acuerdo Humanitario Ya! ¡Solución Política al Conflicto!”.
Piedad Córdoba habla en este diálogo de las diversas circunstancias que amenazan la paz, y también de todos los esfuerzos que se vienen realizando para concretarla.
¿Cuáles son los datos principales de la actual coyuntura colombiana?
Yo diría que cada año que pasa se profundiza más, no solamente la crisis, sino la insensibilidad de muchos sectores en el país, frente a una permanente violación de Derechos Humanos. Existe una despreocupación indecente por la resolución de un conflicto de eterna duración, inmanente y permanente, profundizada además por un fenómeno que me obliga a plantearlo aquí en la Argentina, por la amenaza que se convierte el paramilitarismo para toda la región, como una nueva forma de desestabilizar a los gobiernos democráticos de América Latina. Antes, en los años 70 –Argentina lo sabe muy bien-, eran directamente los militares quienes asumían costosas violaciones de Derechos Humanos, impidiendo el pensamiento diferente, obstaculizando reformas profundas que requerían los distintos países en América Latina. Ahora no lo hacen directamente, sino por medio del mercenarismo, que es una práctica muy socorrida en el Estado Norteamericano, y a través del paramilitarismo que es un know-how que empieza Colombia a exportar hacia toda la región para desestabilizar. Es una nueva forma de violar los Derechos Humanos y de impedir, obstaculizar y generar una serie de conflictos en los países.
¿Cómo actúa en este escenario el rescate de Ingrid Betancourt, y de otros rehenes que estaban con ella?
Pareciera como que a partir de ese rescate, Colombia hubiera obtenido el premio al mayor violador de fronteras o al mayor violador de derechos humanos. Para algunos sectores, es como que hubieran encontrado a una especie de “Rambo supersónico” -que es el actual Presidente de Colombia Álvaro Uribe-. Toda esta operación al estilo Hollywood del gobierno, no cambia para nada la situación interna del país. Yo digo que al contrario, la profundiza, porque logra fortalecer el discurso de la guerra. Colombia gasta 22 millones de dólares al año en la guerra. Un 5% del PBI del país, sin contar con el Plan Colombia, y es el tercer país donde los norteamericanos realizan una inversión en la guerra, después de Afganistán e Israel, lo que es algo realmente escandaloso. Son aproximadamente diez millones de dólares.
Yo pienso que la Cruz Roja no ha sido lo suficientemente crítica para rechazar lo que el gobierno colombiano ha hecho, y eso tampoco les ayuda a ellos, porque finalmente se tendrá que enfrentar a cualquier otra propuesta para que en un momento determinado se pueda alcanzar cualquiera de los objetivos que se buscan al tratar de terminar el conflicto.
Entonces, para la coyuntura actual, que reitero que no parece coyuntura sino un estado permanente, enfrentar el debate es muy difícil, por el manejo mediático que han realizado las empresas comerciales y los grandes empresarios en general, dueños de cadenas radiales y de televisoras, haciéndole creer a la opinión pública que el problema de Colombia no es un problema de desigualdad, de inequidad, de exclusión. Se oculta el hecho de que en Colombia hay más de cuatro millones de desplazados, más de cinco mil ejecuciones extrajudiciales, más de treinta mil desaparecidos, una cifra altísima de dirigentes sindicales y sociales asesinados. Presentan a las FARC (1) como las únicas responsables del tema. En ese orden de ideas, se utiliza la tesis demoníaca de “los malos y los buenos”, y todo lo que se parezca a discusión sobre derechos humanos, sobre salida política y negociada al conflicto, lo asemejan a terrorismo y a delincuencia. Es más preocupante todavía, porque el paramilitarismo -como una expresión militar de la derecha que no puede hacer las cosas directamente, pero que pone quien haga toda la tarea sucia, asesine, desaparezca-, va consolidando así todo su proyecto, en la medida en que se apropia del Congreso en Colombia. Hoy, con más del 60% de los parlamentarios investigados, un 40% de ellos está en la cárcel; y fuera de eso hay gobernadores, alcaldes, concejales, diputados, miembros de la fuerza pública y del sector judicial; o sea, es todo un proyecto, y goza además de la mirada de aceptación de un sector importante de la sociedad colombiana.
¿Cuál es la actitud del gobierno de Alvaro Uribe frente a la propuesta de acuerdo humanitario que has venido sosteniendo junto al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, con el apoyo de distintos gobiernos de América Latina y Europa?
Lo que le tiene que quedar muy claro a la opinión pública, es el hecho de que jamás el gobierno tuvo interés en el acuerdo humanitario, ni mucho menos en una salida política y negociada al conflicto. Entre otras razones, porque al gobierno actual le interesa mucho mantener vivo el debate de si hay acuerdo o no, si la guerrilla está a favor o no de una salida política, porque eso permite tapar la crisis histórica más grande que ha tenido políticamente el país. Hay que tener en cuenta que Uribe es un presidente elegido con un apoyo total e irrestricto del paramilitarismo. Y que desde el Caguán, donde con un gobierno como el del Presidente Pastrana se logró establecer una zona de discusión, cuando se llega a un punto que son ya la plataforma mínima sobre los que se va a discutir -que fueron doce puntos-, se argumenta que esa zona se ha utilizado únicamente para acumular armas, para el narcotráfico. Desde ahí se rompe este proceso de negociaciones, y empieza un verdadero vía crucis para los que están en poder de las FARC, y para quienes están en manos del terrorismo de Estado, desarrollándose una estrategia cada vez mejor articulada de vender la imagen de que no se quiere el acuerdo ni la salida política por parte de las FARC, y de que ellos son quienes causan todos los males. Este “cultivo” político que se hace en esa época, es muy bien aprovechado por el actual presidente, uno de los grandes impulsores de las Convivir (cooperativas de seguridad privada organizadas principalmente por terratenientes) y en las ciudades, por organizaciones que estaban buscando más que todo asesinar, como efectivamente lo hicieron en regiones completas, a los dirigentes sindicales -como es el caso de la región del Urabá, una zona bananera-.
El presidente actual monta una campaña con la necesidad de acabar con las FARC y prospera, tiene una votación importante, y hoy vemos cómo realmente él nunca tuvo la idea de que se diera el acuerdo o que se diera una salida política. Comienza más bien una carrera para impedir que se entregaran las pruebas, para impedir el acuerdo humanitario, y para llegar al punto al que se llegó a partir del rescate. Hay muchas cosas que no sabe la opinión pública, como por ejemplo que se había llegado a un punto muy serio de la negociación con relación a la liberación de Simón Trinidad, que fue extraditado al igual que Sonia a Estados Unidos. Se logró que Simón Trinidad enviara una carta al Secretariado de las FARC, pidiendo la liberación de los retenidos por parte de ellos, y planteando que ellos (Simón Trinidad y Sonia) quedaran por fuera de la negociación, con tal de que se avanzara en el acuerdo humanitario.
El hecho de haber logrado avanzar hasta un punto de pensar que era imposible remover un impedimento que era casi intocable como el del despeje, pero haberlo cambiado por una propuesta de carácter político, una propuesta de constituyente, fueron elementos que en lugar de animar a una salida política, ayudaron aun más a que el Presidente radicalizara su postura de guerra, hacia una salida militar, y a que -obviamente con ayuda del gobierno norteamericano- hiciera la violación del territorio ecuatoriano. En este contexto se asesina al comandante (Raúl) Reyes, quien era el que estaba implementando otra etapa unilateral de decisiones de las FARC, que era la entrega de Ingrid y de uno de los tres norteamericanos, junto con un grupo importante de soldados y policías. La decisión de Uribe de la invasión, le produjo una ganancia absoluta desde una estrategia militar dirigida a consolidar en el imaginario publico del país la idea de que es más importante una salida militar y no una salida política.
¿Qué implica para la población, esta opción del gobierno de Uribe por la salida “militar”?
Quienes venimos desde hace mucho tiempo militando en la causa de los Derechos Humanos, estamos convencidos que la degradación del conflicto, la crisis humanitaria, la condición de pobreza y de exclusión de la población, no sólo en lo material sino en lo político y en lo social, no da lugar a una salida militar, sino realmente a una salida política. Sobre todo porque el conflicto colombiano no resuelto, se convierte en una amenaza para regionalizar el conflicto en toda la región, y en una punta de lanza de la estrategia de recomposición y de ubicación del Imperialismo norteamericano para retomar un papel en toda América Latina.
Desde ese punto de vista, la continentalización de los esfuerzos por una solución política, serían de interés no sólo del pueblo colombiano, sino también de los pueblos de América Latina.
Efectivamente, es muy importante tener claro cómo la derecha internacional se está organizando para relocalizarse, para retomar el poder, y para retrasar procesos que se vienen dando en la región. Por eso es muy importante Claudia, en este momento, llamar la atención de Foros como el de San Pablo, que creo que debe reunirse de forma excepcional, y yo diría, urgentemente, para analizar lo que está ocurriendo y para plantear estrategias de salida. Segundo, creo que es muy importante desde la intelectualidad orgánica, convocar a una reunión de derechos humanos en toda la región, para discutir lo que es el fenómeno del paramilitarismo, como una estrategia mercenaria, y como una manera subterránea de empezar a desaparecer y sobre todo, a inmovilizar a través del terror, a dirigentes sociales y populares. En tercer lugar, sería muy interesante promover una propuesta de organización en cada país, de una comisión de mujeres que desde ya exija la salida política y negociada al conflicto en Colombia y la solución a través del acuerdo humanitario. Con la posibilidad de conformar toda una plataforma o una coordinadora continental de mujeres, con una actividad permanente, fuerte, que obligue a los actores del conflicto y al Estado colombiano como tal, a que desde una perspectiva ética y sobre todo de responsabilidad con la región, no alargar más el conflicto, sino que se busque de una vez la salida política.
¿Cuál es el impacto la guerra para las mujeres?
Yo hablé de esto bastante en el encuentro nacional de mujeres, que quiero decirte que me impresionó, ya que como feminista que soy he tenido la oportunidad de conocer muchos procesos, pero jamás una movilización de mujeres tan diversa, y sobre todo con una presencia joven tan importante, para lo que significa el relevo generacional.
Decía en esos encuentros, de la gravedad del impacto del conflicto en las mujeres; primero, porque de la población desplazada, el 80% son mujeres, la mayoría negras e indígenas; con un porcentaje del 70% de niños y niñas, con situaciones tan preocupantes y delicadas que obligaron a la Corte Constitucional del país a exigirle al gobierno una estrategia de emergencia frente a la grave violación de derechos humanos de las mujeres; frente a cómo su cuerpo se convierte en objeto del conflicto, en trofeo de guerra, en las regiones más apartadas; cómo al llegar a las regiones del desplazamiento, son objeto de la trata de personas, y además de eso, se produjo el incremento brutal de violaciones de niñas de 8 a 10 años, y sobre todo del embarazo precoz, en una edad de los 9 o 10 años. Es una verdadera crisis, y un impacto además, por los hogares dirigidos por mujeres, con situaciones de no retorno, por la dificultad de insertarse en unos centros urbanos totalmente ajenos, inhóspitos, indiferentes, que no ven en el desplazamiento una crisis humanitaria para las mujeres, porque no están estallando las bombas en los centros comerciales o en los aeropuertos, sino que supuestamente el conflicto “no existe”, es algo lejano o es un problema de la guerrilla, que no tiene nada que ver con el entorno social o la sociedad en su conjunto, y mucho menos con el impacto de lo que diría yo es el femicidio, como tipo penal en Colombia, por razón de lo que el conflicto impacta a las mujeres.
Has hecho denuncias impactantes sobre las maneras en que está actuando el paramilitarismo, y el terrorismo de Estado, y de sus violaciones a los derechos humanos de toda la población.
Me parece importante que Argentina conozca y que tenga clara la amenaza de lo que es el paramilitarismo, y cómo el caso de las ejecuciones de colombianos que se han dado últimamente, que aparentemente son del narcotráfico, que obedecen además a personas que hacen parte del grupo de paramilitares que fueron extraditados a Estados Unidos. Tenemos filmaciones de las sesiones de denuncia que se las haremos llegar. En este documento, campesinos y campesinas, personas del Magdalena Medio, que es una región petrolera muy importante del país, comienzan a denunciar cómo miembros de la Brigada Vº del Ejército, con motosierras, descuartizaron a las personas vivas, empezando por serrucharles las piernas, luego se las abrió desde la ingle hacia arriba, hasta llegar al corazón, estando las víctimas aun vivas, cercenándoles la cabeza, y jugando con ellas al fútbol, o desapareciendo a una gente, y luego vistiéndola con prendas de la guerrilla para decir que eran guerrilleros. Una situación muy degradante, espeluznante, en un país que se precia de tener altos índices de modernidad.
Esto es producto precisamente de las organizaciones paramilitares, en asocio con miembros de la fuerza pública del país, de algunos generales, y de algunos militares que hacen creer que están buscando la tranquilidad de las regiones, cuando hacen el trabajo sucio por intermedio de otras personas, pero cuando además hay evidencias muy claras, a través de entrevistas que no tienen más de 20 días de uno de los jefes paramilitares, que denuncia cómo trabajó de la mano con generales y con militares, cómo podían entrar a los cuarteles a sacar personas que había sido detenidas, luego asesinadas y desaparecidas, para terminar en un cuadro horroroso actualmente, donde 17 mujeres campesinas de la organización sindical (FENSUAGRO) fueron detenidas en las dos últimas semanas.
Quienes estamos en la oposición, recibimos el desprestigio por parte del gobierno, que vincula nuestra actividad al terrorismo -con la permisividad de muchos sectores de la sociedad-, y esto se vuelve más grave todavía porque se vuelve una tesis, una teoría, una doctrina, después de los hechos del 11 de septiembre, que tiene que ver con asociar a todo lo que no camine con el pensamiento único, a terrorismo y a subversión. Es importante señalar que son elementos comunes en la región. Si ocurre alguna situación que perjudique al pensamiento único, eso es replicado inmediatamente por todos los medios de comunicación de la región, y parece que hubieran organizado una patente para conducirse, para trabajar en cada uno de los Estados, de tal manera, que cualquier escándalo se replica de una manera impresionante, y todos ellos tienen el mismo patrón de conducta. Es más, han logrado hacer alianzas. Por ejemplo, RCN de Colombia se enlaza con RCTV en Venezuela, Caracol de Colombia, con otras de las cadenas de televisión en Venezuela; el periódico El Tiempo con El Universal, y así sucesivamente encuentra uno que los periódicos tienen el mismo patrón entre sí. Hay una estrategia articulada de medios muy clara, de desprestigiar a todos los dirigentes de la región, de asimilarlos al eje del mal; pero sobre todo, han encontrado a una figura a quien emular y a quien asimilar como patrón de conducta, como es Álvaro Uribe en Colombia. Lo colocan de ejemplo de cómo ha logrado “acabar con la guerrilla”, perseguir la delincuencia, tener cifras económicas muy altas, cuando eso es completamente falso. Ni han acabado con la guerrilla, ni han acabado con la pobreza en Colombia, y mucho menos creo que la región se quiera parecer a un Estado donde la violación de Derechos Humanos es tal vez la crisis humanitaria más grave que tiene el país.
Además de eso, tienen que saber que el paramilitarismo va bajando de Colombia por toda la región. Es también la forma de entender que el conflicto colombiano es la punta de lanza del Estado gringo, del capitalismo. Logra irradiarlo hacia toda América Latina y creo que en esto hay un peligro en ciernes muy alto. Un ejemplo puede ser México, que está viviendo lo que nosotros, los colombianos, vivimos hace quince años, con las mafias del narcotráfico, que es el otro elemento clave de discusión, porque no se puede hablar de legalización de la hoja de coca, porque los gringos se enojan -supuestamente ellos ponen la nariz y nosotros la droga, la producimos-; pero éste es un elemento que permite esa inestabilidad que garantiza la guerra, y que no haya gobernabilidad. Para nadie es un secreto que las sumas del narcotráfico son astronómicas, frente a los presupuestos de los países. Y en el caso colombiano, el país tiene que arbitrar recursos para una guerra que no ganan jamás, y que además les sirve para recibir dinero y una verdadera incursión militar de los norteamericanos en el país, supuestamente controlando la droga, controlando la guerrilla, cuando lo cierto es que el Plan Patriota y el Plan Colombia han recibido un estruendoso fracaso. La cifra del 27% de aumento de cultivos de destinación ilícita, no da cuenta de una política exitosa. Yo me pregunto cómo es que en Estados Unidos no hay organizaciones que exijan realmente qué se hace con su plata -que viene de sus impuestos-, y que sirve para nutrir guerras que no tienen ningún éxito, y que lo único que hacen es consolidar genocidios y violaciones de los Derechos Humanos. Y eso es lo que se le puede venir a Argentina, o a Bolivia, a Ecuador, o reventar terriblemente a un país como Venezuela, a partir de una estrategia articulada. Por eso insisto, Claudia, en la responsabilidad de quienes dentro de la academia, la intelectualidad, o desde la política, estamos buscando un mundo mejor. Es realmente necesario leer el momento; y saber que el conflicto colombiano no es que no se resuelva porque no se quiera resolver, porque hay que matar a toda la guerrilla, sino que es importante para ellos mantenerlo, porque en la medida en que se mantiene, el negocio de la guerra es extraordinario. Segundo, es importante que se sepa que se confunden las causas con las consecuencias. Por ejemplo, la existencia como tal de la guerrilla, que no es causa sino que es consecuencia de las injusticias, de la miseria, de la pobreza. Tercero, ellos así llenan de contenido el envío de la IVº Flota, y en ese orden de ideas, buscan generar una situación de inestabilidad en la región. La derecha latinoamericana se está reuniendo, se está organizando y esa retoma del poder implica necesariamente, la retoma de los recursos estratégicos de la región, no para repartir bienestar, sino para recuperar lo que supuestamente han perdido y que ha salido de sus arcas. Entonces un eje fundamental es crear una organización desde las mujeres y una presión desde ahí -que no significa la exclusión de otros sectores o actores-; es nosotras tomar la bandería de un movimiento pacifista, por la solución política del conflicto, y desde ahí presionar a los otros gobiernos de América Latina, y al gobierno colombiano. Entre otras cosas, porque la salida internacional es tal vez lo único que preocupa al gobierno colombiano. Entre otras cosas, porque el no resolver el conflicto le sirve para tapar la crisis de la parapolítica, que así se llama el proceso que está viviendo el gobierno de Colombia.
Es sabido que el Plan Colombia financia no sólo presupuestos de combate al narcotráfico, sino también a numerosas organizaciones de la sociedad civil, bajo un discurso de “ayuda humanitaria”. ¿Qué sentido real tiene esa financiación?
Cuando las organizaciones no gubernamentales y sociales reciben dineros del Plan Colombia, es como cuando uno abre una llave en un barril sin fondo. Nunca se va a llenar el tanque. Uno no puede tener una doble moral. La ética es una sola. Uno defiende los Derechos Humanos o está simplemente negociando principios. Porque ¿qué es lo que hace el Plan Colombia? Y no lo digo ahora. Cuando se inició ese plan en mi país, yo fui una de las primeras personas que viajaron a Estados Unidos a decir qué es lo que iba a suceder, a denunciar el maridaje del paramilitarismo con sectores militares del Estado colombiano; además les expliqué el desplazamiento tan feroz que se iba a dar en esas regiones: 25.000 familias se desplazaron. Detrás de eso ¿qué iban?: las empresas multinacionales, que hoy más que nunca está claro que financiaron y financian a los ejércitos de la muerte. Lo que el Plan Colombia hace es concentrar recursos en unas regiones, además de formar unas ONG´s -de ellos- porque las que existían en muchas de las regiones, a esas sí no hay quedarles ni un peso, porque esas sí vigilan los derechos humanos. ¿Y qué hicieron? Desaparecer gente, dirigentes sociales, sindicatos… El caso concreto es la región de Arauca, donde con medidas excepcionales se detuvieron arbitrariamente a cantidades de personas para impedir que ganaran las elecciones, y posteriormente salieron libres después de estar tres o cuatro años en la cárcel por ser condenadas por delitos que no cometieron. Entonces ¿cómo puede uno como organización decir que recibe plata de quienes tienen un plan de exterminio? Si una organización recibe dinero del Plan Colombia, y analiza el informe de la ONU sobre lo que ha sido el impacto de las fumigaciones, sobre todo en el medio ambiente en el país, en el exterminio de los nevados y de los nacimientos de agua; y en segundo lugar, -como ya dije- no sólo no se redujeron los cultivos, sino ¡aumentaron en un 27%! Es decir, 70 mil toneladas más de cultivos de coca. ¿A qué estamos jugando?
Sos una de las personas que han sido más desprestigiadas y estigmatizadas por el gobierno de Colombia, y que está siendo perseguida judicialmente. ¿Cómo vivís esas circunstancias?
Yo tuve una circunstancia excepcional: el hecho de ser hija de un padre afro-descendiente y de una mamá blanca, me abrió los ojos al mundo muy rápidamente en la discriminación y la exclusión, por el sólo hecho del color de la piel. Pero eso también me enseñó muy rápido a defender las ideas y las convicciones en las cuales me formaron, y sobre todo en algo que me parece sumamente importante: el valor como seres humanos. Yo de ahí saco la fuerza, de ahí creo que viene “el cuero” para resistir tantos embates, y sobre todo porque milito en la esperanza; y la esperanza es la posibilidad de soñar que Colombia tiene que salir de esta noche oscura en la que lleva muchísimos años de guerra. Además, he recibido mucha solidaridad. Si nos atacan es porque estamos haciendo la tarea bien. Y tengo también mucho entusiasmo porque lo más importante que está pasando en Colombia es el reverdecimiento de los estudiantes, de los jóvenes, con una actitud comprometida frente a lo que tiene que ser el futuro de ellos, y sobre todo para preservar la posibilidad de construir democracia, y eso ya te gratifica la vida.
En estos momentos tengo varios juicios en mi contra en Colombia, entre ellos, el de alta traición a la patria, asociación para delinquir, secuestro y terrorismo. Están en práctica de pruebas y están recolectando pruebas. Yo no me voy a exiliar. Ya lo hice en una ocasión, cuando salí del secuestro del paramilitarismo, por las amenazas, por proteger la vida de mis hijos; pero en estos momentos he tomado la decisión de enfrentar el proceso en Colombia, de ir a la cárcel si es necesario. Estoy totalmente segura que la mayoría de la gente sabe que soy inocente. Pero hay una presión muy fuerte de los medios de comunicación de la derecha, de sectores muy cercanos al gobierno, que han llegado a decirle a la Corte Suprema si es que me tienen miedo. Pienso que puede ser my fácil que me detengan, y que después me tengan que soltar. No iré al exilio, no tengo nada que esconder. Nunca he pertenecido a las FARC. El gobierno sabe también que yo no manipulo testimonios, como me acusan. Yo combato de frente sus prácticas, combato de frente sus tesis, y jamás estaré de acuerdo con lo que el gobierno hace. Por lo tanto, creo que una actitud mucho más valiosa para el país es enfrentar el proceso, enfrentar la cárcel si es necesario, porque yo también pienso que desde la cárcel se puede hacer política y defender los derechos humanos. Todo mi esfuerzo, es por la paz. Yo sueño con ver el acuerdo humanitario ya, y el proceso de solución política al conflicto en Colombia. Eso para mí es lo más importante ahora y a futuro.

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