Por supuesto que Washington y sus socios de Occidente son grandes personajes humanitarios hasta la médula.
Son tan sensibles, que perros y gatos, o mejor dicho, algunos perros y gatos, tienen tiendas especiales, ropas de última moda, botines contra las bajas temperaturas, comidas carentes de colesterol, bebidas refrescantes, colchas, camas, etc, etc, etc...y por supuesto millonarios dueños para hacerle frente a tantos y tan costosos mimos.
Mientras, la gran potencia del orbe, la cuna de la democracia global, el imperio de la justicia y el orden, nunca jamás ha cumplido con la miserable cuota de 0,7 por ciento de su Producto Interno Bruto destinado a los seres humanos más pobres del planeta, según reza un añejo acuerdo de la ONU.
Para la Unión los alimentos y el dinero, los apoyos y los socorros, poseen otro valor. Pertenecen todos a la instancia del chantaje. Yo te doy y tú cedes. De lo contrario, allá tú con la miseria, la angustia y el hambre masivas.
Es la filosofía brutal de utilizar la riqueza para ganar siempre dividendos, ya sean materiales o políticos. Les es imprescindible humillar, imponer, decidir y menospreciar a cambio de unos dólares o unos paquetes de auxilio.
Africa, Asia y América Latina bien pueden hablar de estas prácticas habituales en el accionar imperial. Prácticas que siguen vigentes sin mayores rubores ni remordimientos.
En pasados días, por ejemplo, la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) reclamó que se necesitan unos 30 mil millones de dólares anuales para que las naciones pobres del mundo, donde viven más de dos tercios de la población global, puedan enfrentar la escalada de los precios de los alimentos provocada por la especulación financiera en ese sensible sector.
La entidad indicó que la suma tiene un doble propósito. Por un lado dar cobertura a las urgencias de los hambrientos, y por otro, reactivar los sistemas agrícolas del Tercer Mundo, depredados por la competencia desleal que les imponen los países ricos a través de sus subsidios agrícolas internos.
Por último, la FAO recordó que en los últimos 12 meses la factura alimentaria de primera necesidad se elevó en 52 por ciento a escala universal, lo que deja virtualmente fuera de la posibilidad de comer a cientos de millones de personas.
¿Y mientras qué?. Está claro que si de muertes masivas por inanición se trata, para los acaudalados del orbe el asunto carece de importancia. Es más, el drama ofrece oportunidades para ejercer nuevas “misiones humanitarias” donde agua, petróleo y otros recursos no renovables y escasos pueden ser ocupados; en tanto se ejecuta el teatro del apoyo, bien condicionado por demás, a los crecientes desvalidos.
Néstor Núñez (AIN, especial para ARGENPRESS.info)
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