Las redes sociales se llenaron la semana pasada de referencias a Luca Prodan, cuando el músico hubiera cumplido 70 años. Su banda, Sumo, se convirtió en uno de los grupos más influyentes y populares del rock argentino.
Su trayectoria fue, por lo menos, singular. Prodan nació el 17 de mayo de 1953 en Roma, Italia, hijo de padre militar italiano y madre escocesa. Estudió como pupilo en el prestigioso colegio británico Gordonstoun, donde se ilustraba la realeza y las clases acomodadas del archipiélago británico. Entre sus compañeros de promoción figuraba el ahora rey Carlos. Pero la naturaleza inquieta e irreverente de Prodan recortaría su figura en este ambiente elitista y conservador y así, con 16 años, y a apenas un año para finalizar sus estudios, sencillamente se escapó a vagabundear por Europa.
Finalmente se instalará en Londres. Allí asistirá a conciertos de grupos consagrados del llamado rock progresivo (Genesis, Van der Graff Generator, Premiatta Forneria Marconi) y abrazará luego el sonido más duro de la escena new wave, punk y post punk (XTC, The Fall, Wire, Joy Division, el reggae). Fue testigo de varios hitos de la historia del rock, como los caóticos recitales de Lou Reed, una de sus mayores influencias, en Italia, a mediados de los 70. Abrevando en estas influencias, formó por esos años su primera banda, The New Clear Heads.
Los setenta, además de ser el comienzo de su vertiginosa carrera musical, también serían los de su calvario. El suicidio de su hermana Claudia, en 1979, marcaría la vida del músico, adicto a la heroína. Una foto de su amigo Timmy McKern, instalado junto a su familia en las sierras cordobesas, le hizo soñar con la posibilidad de escapar a un desenlace fatal luego de una sobredosis. Allí, en Traslasierra, comenzaría a tomar forma Sumo, en el tiempo extra que supo arrebatarle a la muerte escapando a través del océano.
Corpiños en la madrugada
La escena del rock nacional de aquellos años pedía a gritos una renovación. La dictadura militar parecía relativamente indiferente a la escena musical identificada con el rock, salvo por la censura y autocensura que ejercían los entes oficiales y las compañías discográficas. El ambiente represivo asfixiaba toda expresión artística y repelía cualquier innovación. Las razzias eran frecuentes y seguirían siéndolo hasta los años 90, durante la vigencia de los edictos policiales. La crítica, por su parte, acorde a ese ambiente gris, denostaba todo aquello que se saliera del molde. Los grupos debían rendir cuentas de destreza técnica y seriedad. Hasta los coqueteos de Charly García con la New Wave eran desaprobados. Sin embargo, por abajo, la nueva generación cultivaba nuevos sonidos y propuestas estéticas que harían eclosión en los primeros años de democracia alfonsinista y se consumirían en los años 80, también al compás de la debacle del gobierno de Alfonsín.
Prodan vio una oportunidad en el páramo. En su maleta había traído una colección de singles y álbumes prácticamente inconseguibles en nuestro país. Alrededor suyo, un selecto puñado de afortunados conocería por primera vez a David Bowie, Buzzcocks y los Sex Pistols, entre otros. En los primeros años de los ochenta, la dictadura genocida mostraba signos de agotamiento irreversible, mientras que en pequeños pubs una nueva camada de rockeros empezaba a mostrar lo suyo. Serían los protagonistas de un boom cuyos ecos todavía resuenan.
En ese contexto, Prodan reclutó a Germán Daffunchio (guitarra), cuñado de Timmy McKern; y a Alejandro Sokol (bajo), amigo de Daffunchio, para iniciar un proyecto musical. Al trío se sumará la inglesa Stephanie Nuttal (batería), convocada especialmente por Prodan y así quedaría conformada la primera formación del grupo, en 1981. Cuando todo tomó consistencia, Prodan gastó sus ahorros en equipar a la banda, incluso con algunos dispositivos poco usuales en el incipiente under, como una máquina de ritmos, un delay de cinta y un portaestudio donde registrarían sus primeras grabaciones. Daffunchio y Sokol apenas sabían empuñar sus instrumentos, pero eso lo llevaría a desarrollar una técnica y un estilo propios, sobre todo en el caso del guitarriasta. El carisma de Prodan, que se comunicaba con el público en un extraño cocoliche, mezcla de inglés, italiano y español, y la fuerza de Nuttal, les granjearon rápidamente una reputación. Eran la gran cosa nueva.
En 1982, con la Guerra de Malvinas, último intento de la dictadura por perpetuarse, la música en inglés fue relegada de las radios. Se produjo un “boom” del rock nacional. Ahora sí los militares comenzaron a ensayar un acercamiento a ese fenómeno que, después de 20 años de gestación, comenzaba a ser masivo. El repertorio de Sumo estaba cantado mayoritariamente en inglés, pero Prodan tenía la capacidad de sortear el apremio con humor (“Las Malvinas son italianas”, dijo alguna vez con un colador en la cabeza para protegerse de un inminente bombardeo de tallarines). Sin embargo, Nuttal volvió a Inglaterra, por clamor de sus padres, aterrados de que pudiera sufrir alguna represalia. Esto trajo un cambio de formación importante: Sokol pasó a la batería y se sumó Diego Arnedo en el bajo. Poco después, se incorporaría el periodista Roberto Pettinato en el saxofón. Esa formación registraría el primer álbum del grupo, editado de manera independiente, titulado “Corpiños en la madrugada”.
Estallando desde el océano
A través de Arnedo, se integraría Ricardo Mollo, en la guitarra, primero como invitado y luego como miembro permanente en la guitarra. Ambos habían compartido en MAM, una banda de hard rock de los setenta. Por otra parte, Sokol se integraría a la secta mormona y dejaría la banda, para ser reemplazado por Alberto “Superman” Troglio. Esta será la formación definitiva de la banda, ya radicada en Hurlingham, en el conurbano bonaerense.
Aunque la nave principal era Sumo, Prodan repartía su tiempo en una serie de proyectos paralelos, con el propósito de tocar lo más a menudo posible y subsistir. Uno de estos grupos paralelos era la Hurligham Reggae Band, donde compartía con “Tito” Fargo Daviero, luego guitarrista de los Redonditos de Ricota. Los ´cazadores de talentos´ de la industria discográfica se interesaron por este grupo. Finalmente negociaron firmar con Sumo, pero bajo la condición de que éste incorporaría parte del repertorio de aquel otro grupo. Así fue como Sumo incorporaría el reggae a su lista de temas.
Sumo grabó tres álbumes oficiales (“Divididos por la felicidad”, “Llegando los monos” y “After Chabón”), más un compilado de demos y registros en vivo llamado “Fiebre”. El quinteto presentaba una mezcla espesa de punk rock, post punk, ska, reggae y new wave. Cada presentación, cada disco de la banda, es un compendio de influencias y relecturas de lo más granado del rock internacional. Prodan hizo una verdadera labor educativa. Una generación conoció a Bowie, Lou Reed, Ian Curtis y Bob Marley a través suyo. Sus presentaciones eran arrolladoras.
El ascenso musical de la banda se vería interrumpido por la muerte de Prodan, tan sorpresiva como anunciada.
Mejor hablar de ciertas cosas...
El 20 de diciembre de 1987, en el estadio de Los Andes, Sumo compartiría su última fecha junto a Los Violadores. El líder de la banda ya se encontraba consumido por el alcoholismo. La adicción a la ginebra le pasaba factura en su cuerpo, que ya presentaba los primeros signos de demacración. Su himno punk, “Fuck you”, fue la despedida de Luca. Dos días después, el 22 de diciembre, lo encontraron muerto en su casa de San Telmo, en la calle Defensa. Al momento de su muerte tenía 34 años.
La sombra del grupo, desde entonces, no cesaría de crecer. Hoy es una banda infinitamente más popular que lo que había llegado a ser durante su etapa activa. Su música suena plenamente vigente. Sumo fue un extraño artefacto, una nave cosmopolita y extraña, que contaminaría al rock local con actitud y potencia.
La figura de Luca pervive en el recuerdo, no sólo de sus fans, sino en el reguero de anécdotas que dejó esparcidas por la ciudad de Buenos Aires.
Mauri Colón y Jacyn
22/05/2023
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