En su reciente discurso, Cristina Kirchner volvió a hacer demagogia anti FMI para desvincularse de su responsabilidad en las graves consecuencias sociales que genera el acuerdo, pero sin plantear un rumbo alternativo. A su vez, propuso que el pago de vencimientos esté atado al superávit comercial del país, lo cual implicaría un enorme negociado a futuro para el organismo.
Allí expresó que “es necesario revisar ese acuerdo con el FMI” puesto que “es inflacionario porque es una política enlatada que se aplica como una receta monotemática en todos los países”. “El principal causante de la variación del precio es la variación del dólar” agregó.
En primer lugar, el planteo de CFK es una estafa porque sabe perfectamente que no hay posibilidades de imponerle condiciones al Fondo si no se está dispuesto a romper con él, algo que el kirchnerismo descarta de plano. Muestra de ello es la negativa constante del organismo frente a los pedidos del gobierno de reducir la sobretasa o modificar las metas fiscales debido a la sequía.
Por otro lado, mientras la vicepresidenta denuncia los efectos inflacionarios del acuerdo fondomonetarista, tiene a funcionarios de su riñón político aplicando la suba de tarifas que exige el FMI, como es el caso de Federico Bernal, subsecretario de Hidrocarburos de la Nación, responsable de fijar los aumentos en la boleta de gas. La impostura no podría ser mayor.
A su vez, reivindica la venta de dólares del Banco Central como mecanismo para contener la brecha cambiaria por sobre el sendero devaluatorio que reclama el Fondo en función de conservar las reservas. Es decir, defiende que el BCRA siga dilapidando divisas en financiar la corrida cambiaria (agravando las expectativas devaluatorias), en lugar de plantear una transformación profunda que permita detener tamaña sangría y preservar el ahorro nacional.
También es necesario remarcar que está describiendo las consecuencias inflacionarias de la suba del dólar la misma persona que devaluó el peso un 23% en el 2014 cuando era presidenta, como resultado de la bancarrota del BCRA tras haber destinado sus dólares al rescate de la deuda externa fraudulenta.
Ahora bien, el relato anti FMI se derrumbó cuando propuso que “queremos que lo que se pague esté atado al superávit comercial”, lo cual podría significar un negocio redondo para el Fondo una vez que finalice la sequía que afecta las exportaciones del agro y disminuya el déficit energético luego de que se inaugure el Gasoducto Néstor Kirchner.
Esa artimaña nos trae reminiscencias del megacanje del 2005, que fue presentado por el kirchnerismo como una negociación exitosa para el país debido a la quita obtenida, cuando lo cierto es que los acreedores que ingresaron terminaron cobrando más del 100% del valor nominal de sus bonos gracias al cupón PBI que les otorgó el gobierno de Néstor Kirchner como incentivo, a pesar de haber adquirido esos instrumentos a precios de remate luego del default del 2001.
Así las cosas, CFK valida que el saldo favorable del comercio exterior se siga yendo por el sumidero de la fuga de capitales, en este caso, a engrosar los bolsillos del FMI. Esa orientación explica que se hayan evaporado los U$S 34.191 millones de superávit comercial acumulado entre 2020 y 2022 y hoy estemos atravesando una crisis cambiaria de enorme envergadura.
Como vemos, la de Cristina Kirchner fue una “clase magistral” de cómo no sacar los pies del plato del programa del FMI y “vender humo” para desmarcarse del ajuste del gobierno del cual integra como vicepresidenta. No necesitamos que nos venga a hacer un diagnóstico de los perjuicios del rumbo oficial, para encubrir que ella lo apoya. Solo una intervención obrera y popular con un horizonte revolucionario puede acabar con el saqueo capitalista.
Sofía Hart
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