Los dichos de Cristina Kirchner en el programa televisivo “Duro de Domar”, identificándose como parte de la “generación diezmada” por la dictadura militar y expresando su deseo de que un hijo de esa generación tome la posta, fueron interpretados por la opinión pública como un anuncio de la precandidatura de Eduardo “Wado” de Pedro a presidente, cuyos padres fueron detenidos y desaparecidos en aquel genocidio.
Para la militancia kirchnerista, que se ilusionó con la insinuación de la vicepresidenta, habría que remarcarles, en primer lugar, que CFK pertenece la generación a la que alude solo por una cuestión etaria pero no por haber luchado contra el terrorismo de Estado, como sí lo hicieron tantos activistas arriesgando su vida. En esa época, ella y su marido se dedicaban a hacer negocios con su estudio de abogados, comprando a precios de remate las viviendas de aquellas familias trabajadoras que no podían pagar las cuotas del crédito hipotecario producto de la crisis que había profundizado Martínez de Hoz, y, mediante esa práctica usurera, lograron amasar fortunas con el sufrimiento de los más vulnerables.
Por otro lado, es preciso decirles a quienes depositan expectativas en la posible candidatura de Wado de Pedro, que el dirigente camporista, lejos de representar el legado de aquella generación de luchadores, cuarenta años después, se postra ante el imperialismo norteamericano y el FMI, responsables de haber orquestado los golpes militares en toda América Latina.
No solo conforma el gabinete del gobierno que aplica el ajuste fondomonetarista contra el pueblo, sino que además, en su rol de funcionario, se ha dedicado a congraciarse con las altas esferas del poder económico, que se enriquecen a costa de las mayorías. Recordemos que disertó en reuniones privadas frente a la crema del empresariado nacional y extranjero, como las que organizó el año pasado la Cámara de Comercio de Estados Unidos en Argentina y el Consejo de las Américas, mostrándose como un agente del capital.
También viajó dos veces a Israel para tejer alianzas con el gobierno sionista, uno de los principales aliados del imperialismo yanqui, dejando de lado cualquier atisbo de demagogia progresista a favor de la causa palestina. Incluso, en su segunda visita a Tel-Aviv fue a negociar convenios con la empresa israelí de agua Mekorot, para que sea la encargada de gestionar los recursos hídricos de la región de Cuyo, en un acto de entreguismo absoluto. La misma impronta cipaya tiñó la gira por Estados Unidos que emprendió junto a los gobernadores del Norte Grande con el objetivo de subastar el litio de la Puna entre las multinacionales estadounidenses.
Wado de Pedro es en verdad un símbolo de la “generación cooptada” por el kirchnerismo, en su intento de cerrar la crisis abierta por la rebelión popular del 2001. Pasó de de militar en la agrupación estudiantil NBI de la Facultad de Derecho, que en ese momento luchaba de manera independiente contra el gobierno de la Alianza y las autoridades de la UBA, a ocupar cargos en el Estado. Esa integración al régimen es la que lo lleva hoy a subordinarse ante Washington y el establishment y a defender una agenda completamente antipopular.
Finalmente, del kirchnerismo que se niega a romper con el Fondo, que ejecuta el ajuste desde la carteras que encabeza y respalda la gestión de Massa no se puede esperar que alumbre un candidato capaz de defender los intereses de los trabajadores y enfrentar a los poderosos. Esa tarea está reservada para la izquierda, que se planta contra todos los políticos capitalistas y lucha por una salida en favor de la población trabajadora.
Sofía Hart
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