Varios estados federales buscaron prohibir los shows del consagrado bajista y vocalista británico, acusado de “antisemitismo” por su apoyo público a la causa palestina. Fue el caso del municipio de Frankfurt, donde se iba a realizar el concierto en el Festhalle el 28 de mayo. Tras los primeros recitales en tierras teutónicas, la policía federal investiga a Waters por “incitación al odio” y al “desorden público”.
Esto es debido a que Waters apareció vestido como Pink, el protagonista de la película de 1982 basada en el álbum The Wall. Metáfora de la alienación del star system rockero y de una generación criada al calor de los bombardeos de la II Guerra Mundial, Pink se asemeja a un desquiciado líder de masas frente a su público.
Waters lució entonces un brazalete con un símbolo similar al de las SS alemanas. Con esta representación, Waters buscaba denunciar los peligros del totalitarismo, la manipulación mediática y la pérdida de la identidad y humanidad en una sociedad opresora. Al contrario de lo que los creadores del film dirigido por Alan Parker quisieron denunciar, el Estado alemán tomó el atuendo del músico como una banalización del Holocausto y una exaltación al nacionalsocialismo. Irónicamente, los que señalan a Waters de nazi son los mismos que en sus entrañas cobijan a las células neonazis que pululan, al día de hoy, por toda Alemania. Sin ir más lejos, en el nonato golpe de Estado neonazi del año pasado, en Alemania, fueron detenidos varios oficiales policiales y un número importante de miembros antiguos y activos del ejército, incluso varios oficiales del Comando de las Fuerzas Especiales.
La campaña de supuesta lucha contra el antisemitismo tiene un objetivo claro: censurar a Roger Waters y las denuncias políticas que realiza en cada presentación. Lo que tiene de especial esta gira es que se da en medio de una guerra imperialista feroz, donde Alemania apoya al campo de la OTAN decididamente con armamento y dinero. Justamente lo que busca tapar el Estado alemán es la responsabilidad del militarismo germánico en las masacres imperialistas. Roger Waters es un activo militante contra la guerra, crítico de la OTAN como de Putin. Esto le ha valido numerosos ataques, incluso de sus ex compañeros de banda.
La música de Waters, en sus presentaciones, es acompañada con grandes mensajes en las pantallas de video donde se podían ver algunos mensajes como: “Rechazar todos los imperios”, “Rechazar los drones”, “Rechazar los bombardeos en sus casas”, “Rechazar la ocupación” y “Libertad a Julián Assange”, entre otros. (Idem) Otro punto fuerte de la noche es cuando pone imágenes de los presidentes norteamericanos Ronald Reagan, George Bush, Barack Obama y Donald Trump con la frase: “Criminales de guerra”. Todos estos momentos acompañados por los aplausos cerrados del público de todas las generaciones. Como podemos observar, los shows de Waters son una poderosa denuncia al imperialismo, del cual Alemania es parte de su columna vertebral.
En conclusión, la censura a Waters no es más que un intento de silenciar una voz crítica y disidente que denuncia las atrocidades del imperialismo y el fascismo. La censura es uno de los ladrillos con los que el capitalismo construye un muro de alienación y opresión sobre los trabajadores y los pueblos oprimidos del mundo. Un muro que debemos derribar con la lucha de nuestra clase contra el régimen social y la solidaridad internacionalista. Como dice la canción: “All in all it’s just another brick in the wall” (Después de todo es solo otro ladrillo en el muro).
Mauri Colón
29/05/2023
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