Las reservas del Banco Central están en caída libre, producto de la fuga de capitales bajo toda sus formas, y viene fracasando el objetivo de recomponerlas a partir de concederle al agro un tipo de cambio preferencial. Por lo tanto, dicho beneficio es pura pérdida para la autoridad monetaria.
Desde diciembre, las reservas brutas se redujeron en U$S 10 mil millones. El gobierno tenía la expectativa de atenuar este drenaje a partir del dólar agro, lo cual no ocurrió. De los U$S 1.920 millones que lleva liquidado el sector tras el inicio de la medida, el Banco Central solo pudo retener U$S 277 millones (apenas el 14%).
Sucede que, además de la venta constante de divisas para achicar la brecha cambiaria, financiando la corrida, ni bien comenzó mayo el BCRA se deshizo de U$S 102 millones para importar energía y de U$S 760 millones para pagarle intereses al FMI. Lo primero es consecuencia del déficit energético fruto de las dilaciones del gobierno para comenzar las obras del gasoducto Néstor Kirchner y de la huelga de inversiones de las petroleras que explotan las cuencas locales. Lo segundo, es resultado de la política de rescate de la deuda del FMI y de sus intereses ultrausurarios.
También es cierto que la liquidación tras el lanzamiento del dólar agro resultó menor de la esperada. No solo por la sequía, que incidió fuertemente en que el primer trimestre del año concluyera con un déficit comercial de U$S 1.290 millones, sino también por la especulación de los capitalistas del campo: como el gobierno aceleró el ritmo devaluatorio luego de la corrida, el agro prefiere retener su cosecha a la espera de una suba mayor del dólar oficial; y, mediante el acopio, ejerce presión para que eso suceda.
Se trata entonces de una medida muy costosa para el Banco Central porque lo obliga a comprar dólares a $300 y venderlos a $225,70 en el mercado mayorista.
Se trata de un esfuerzo en vano teniendo en cuenta que no ingresan los agrodólares esperados, se fugan las divisas y el saldo de BCRA termina siendo negativo. Cabe destacar que este fracaso lo pagamos los trabajadores con más inflación, dado que esa ventaja cambiaria implicó hasta el momento una emisión extra de $144 mil millones.
Para tomar dimensión del desfalco que significan estas operaciones a pérdida veamos lo que ocurrió el pasado jueves: el BCRA compró U$S 153 millones a $300 y vendió U$S 171 millones a $225,70. Entonces, a fin de cuentas, perdió U$S 18 millones netos y también $7.305 millones aproximadamente, que amplían la emisión de pesos. Por lo tanto, la autoridad monetaria terminó gastando $405 por cada dólar. Finalmente, son las consecuencias ruinosas de pretender salir de la crisis premiando a los especuladores.
Por otra parte, las reservas brutas también mermaron como resultado del retiro de depósitos privados en dólares. En los últimos 26 días estos cayeron U$S 1.091 millones, y, mayormente, “pasan de la caja de ahorro a la de seguridad” (El Cronista, 5/5), es decir, no tienen como destino las inversiones productivas. Los capitalistas retiran los dólares de su cuenta debido a la incertidumbre que generan, en primer lugar, un sistema bancario sumamente expuesto a la deuda del Tesoro (con alto riesgo de default) y, a la vez, la insolvencia del BCRA frente a los vencimientos de deuda externa.
Hay que cortar con esta sangría que nos lleva directo a la devaluación que destruirá nuestros ingresos. Para eso, es necesario darle el control de la banca y del comercio exterior a los trabajadores, repudiar la deuda externa y romper con el FMI. Solo así podremos concentrar el ahorro del país para direccionarlo a un ciclo de inversiones productivas y a la resolución de las necesidades sociales.
Sofía Hart
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