viernes, 4 de octubre de 2019

¿Qué hay detrás del planteo de Fernández de dejar de pagar los intereses usurarios de las Leliqs?

Sobre las declaraciones demagógicas de Alberto en el “congreso” de la CTA

El acto que realizó la CTA en el microestadio de Lanús, para avalar su disolución en la CGT, no tuvo como oradores centrales a referentes del movimiento obrero sino a los candidatos del Frente de Todos –es decir a quienes serán la patronal para la mayoría de los que estaban presentes. Alberto Fernández aprovechó el escenario para hacer demagogia con un planteo que, bien mirado, es un dardo envenenado para los trabajadores.
En el discurso de cierre, el presidente virtualmente electo criticó al gobierno de Macri por hundir la economía y vaciar las reservas del Banco Central, y aseguró que revertirá la situación. “Cuando uno dice todas estas cosas siempre hay uno que pregunta: ‘¿y de dónde vas a sacar la plata?’. Voy a sacar la plata de la usura que se llevan los bancos con las Leliq. De ahí voy a sacar la plata. Y de ahí voy a hacer que los jubilados tengan todo el año los medicamentos como corresponde. Y vamos a dejar de pagarle a los usureros para que los docentes tengan un salario digno y para que todos los trabajadores tengan su paritaria año tras año”, sostuvo.
Estamos ante un embaucador. En primer lugar, porque afirma que garantizará las paritarias mientras teje un pacto social para suspender las negociaciones salariales durante al menos 180 días, luego de años en los que se licuó un tercio del poder adquisitivo de los ingresos de los trabajadores. Más aún, antes de asistir a Lanús Alberto volvió a presionar para que se levante el paro de los pilotos de Aerolíneas, que tienen vencida su paritaria hace once meses.
Pero más allá de esta impostura, vale analizar el verdadero carácter de su planteo sobre dejar de pagar la usura de las Leliqs. Estas letras en poder de los bancos vencen semanalmente, lo cual mediante la renovación periódica y la capitalización de los intereses ha generado una bola de nieve que ya equivale a la totalidad de la base monetaria en circulación. La banca privada aprovechó este negociado utilizando el dinero que los ahorristas depositan en plazos fijos, lo que a su vez paralizó el crédito y agravó la recesión económica.
Ahora bien, resulta que el gobierno de Macri montó esta enorme bicicleta financiera, con tasas por las nubes, con la expectativa de reducir la inflación en base a sacar los pesos de circulación. El mensaje de Fernández acerca de dejar de pagar estos intereses apunta a que los bancos se inclinen desde ahora por dejar de renovar los vencimientos de las Leliqs, y que el gobierno se vea obligado a desarmar la bomba. Los especuladores ya han emprendido ese camino, como se ve en que se quintuplicaron los pases diarios al Central –otra operación financiera con tasas siderales pero de vencimiento diario.
Hay dos alternativas ante la eventualidad de que los bancos no acepten seguir renovando sus Leliqs. Una opción es que el gobierno emita pesos para pagar en efectivo los vencimientos, lo que redundaría en una hiperinflación y en una nueva corrida hacia el dólar. La tendencia de los últimos días -en los que la divisa subió a pesar de la venta de reservas del BCRA- muestra esta dinámica. En este caso queda evidenciado el cinismo del discurso de Alberto Fernández, ya que en lugar de servir para recomponer los salarios lo que sucedería sería la desvalorización brutal de su poder adquisitivo. Ya vemos por qué se encuentra poniendo en marcha un pacto social para suspender las paritarias.
La otra vía es igualmente confiscatoria para los trabajadores. Es la posibilidad de un nuevo Plan Bonex como el implementado en los primeros tiempos de Menem, lo cual implicaría que las Leliqs sean trocadas por títulos de deuda pública con vencimientos a plazos más largos. La trampa radica en que la plata invertida en esas letras no es de los bancos si no de los ahorristas, que no podrían retirar sus depósitos sino estos bonos. Lo que sucedió en aquella ocasión fue que los pequeños depositantes debieron vender los títulos que el Central les había entregado, ante la necesidad de recuperar sus pesos, y los bancos los compraron a bajo precio embolsando luego los intereses. Los que perdieron, como siempre, fueron los pequeños ahorristas, a costa de los especuladores. Una salvedad es que aquel Plan Bonex implicó una emisión de títulos por u$s3.000 millones, mientras que hoy las Leliqs equivalen a más de u$s20.000 millones, que se sumarían a la impagable deuda en default.
Por último, es necesario tener en cuenta que Alberto Fernández insiste en tranquilizar al capital financiero acerca de que cumplirá los compromisos, que evitará un default y que toda renegociación excluirá la posibilidad de quitas sobre el capital y los intereses. Es decir que los grandes usureros cobrarán la totalidad de la deuda que tienen en su poder, siendo que la mayoría está en manos de los fondos de inversión más grandes del mundo: Pimco, BlackRock, Templeton. No es menor que en su discurso en Lanús Fernández haya recordado que en 2005 se le pagó casi u$s10.000 millones al FMI en efectivo, “por la generosidad del pueblo argentino”. Una verdadera provocación, porque ese pueblo se encuentra sufriendo niveles escandalosos de pobreza gracias a los planes del Fondo. Cuando pide cuidar las reservas del BCRA, se refiere a blindar la caja con la que van a garantizar el pago de la deuda y la fuga de capitales.
La campaña electoral del Frente de Izquierda – Unidad tiene la tarea fundamental de alertar sobre esta nueva confiscación contra los trabajadores, y desarrollar un programa antagónico al rescate de los buitres que lucran con la quiebra del país. La ruptura con el FMI y el repudio a la deuda externa son las medidas elementales para que efectivamente la crisis la paguen los usureros y no los trabajadores, de la mano de la nacionalización de la banca y de todo el sistema financiero, bajo control obrero. Para defender los salarios y las jubilaciones tenemos que luchar para que la crisis la paguen los capitalistas.

Iván Hirsch

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