lunes, 1 de abril de 2019
Putin en Venezuela
Este 1° de abril entra en vigencia el bloqueo establecido por Trump, en enero pasado, contra la venta de petróleo de Venezuela a Estados Unidos, su principal mercado, e incluso en el mercado internacional. El gobierno de Maduro ha sido desconocido por alrededor de cincuenta estados, entre los más importantes del sistema político mundial. El boicot al excluyente producto de exportación de Venezuela, tiene un efecto letal potencial para este país, equivalente, en otros términos, a un ataque armado. Las destilerías instaladas en el golfo de México procesaban hasta ahora el crudo pesado de Venezuela, que luego le re-vendían como gasolina y derivados; estas importaciones quedan afectadas por el boicot. Ante estas circunstancias, el norteamericano The Washington Post plantea, a modo de interrogante, “¿Cómo hará Maduro para evitar el colapso de la industria?”
En forma coincidente, la prensa internacional informa que Rusia ha desplegado en Venezuela misiles antiaéreos sofisticados, S-300, y el arribo a Caracas de personal militar enviado por Putin. El diario norteamericano señala también el arribo de bombarderos nucleares de Rusia (tu-160), para tomar parte en ejercicios militares con el ejército venezolano. Venezuela había comprado en el pasado armamento ruso por valor de u$s4 mil millones, en especial cinco mil misiles personales tierra-aire (ManPad). El ministro de Defensa de Venezuela, Padrino López, anunció hace una semana la instalación de un centro de simulación de vuelos para helicópteros rusos, “que sólo se pueden encontrar, dijo, en Venezuela y Rusia”; también reveló un plan para establecer simuladores para los Sukhoi MK2, en la ciudad de Barcelona, en el Estado Anzoátegui.
En otro plano, la petrolera gigante rusa, Rosneft, se ha encargado de proveer a Pdvsa, la estatal petrolera de Venezuela, de diluyentes para procesar el petróleo pesado, y también para hacerlo refinar en la India. India integra el grupo de países que mantienen el reconocimiento de Maduro, junto a Turquía, China, Cuba, Bolivia – entre otros.
La caracterización de estas movidas por parte de la prensa occidental ha sido que Putin pretende armar, en compañía de Cuba, un cerco de seguridad del gobierno y controlar a las fuerzas armadas para evitar una desintegración militar. Incluso, sin embargo, si esta fuera la intención, la amenaza urgente es el colapso final de Venezuela, y por otro lado un ataque o invasión militar de parte de la coalición de derecha que encabeza el fascista Donald Trump. Trump ha declarado en más de una oportunidad que no excluye “ninguna opción” para derrocar al régimen que encabeza Maduro. China ha organizado un puente aéreo para trasladar ayuda médica a Venezuela, en lo que el diario citado caracteriza como un apoyo “más suave” – mientras mantiene negociaciones en Washington con emisarios de Guaidó, cuyo ‘interinato’ desconoce.
Es indudable que Putin actúa motivado por fuertes intereses económicos, como la defensa de la presencia de Rosneft en Venezuela y la posibilidad de acceder al “arco minero” de este país, abundante en toda suerte de materias primas estratégicas para la producción de tecnología. Maduro ha hipotecado, en forma parcial, a favor de Rosneft, la refinadora y distribuidora, Citgo, que opera en Estados Unidos. Rusia y China son fuertes acreedores de Venezuela, obligada a pagar la deuda con la venta de petróleo, cuya producción no cesa de caer. Putin y el chino Xi pretenden cobrarse esas deudas con la riqueza minera de Venezuela.
Ni Rusia ni China, sin embargo, representan una posibilidad o amenaza de dominación colonial de Venezuela. Eso sí representa Trump, en forma excluyente; el imperialismo mundial está representado por EEUU y la Otan. La restauración capitalista en China y Rusia representa el ingreso de estos dos estados a la órbita del imperialismo mundial, con independencia de las contradicciones que está integración internacional suscita y no puede dejar de suscitar, como consecuencia del carácter antagónico de la economía mundial en su conjunto. Al recurrir al apoyo económico y militar de Rusia y de China, el gobierno madurista no trafica la soberanía de Venezuela de un imperialismo a otros, incluso si favorece la entrega de recursos estratégicos puntuales a capitales de China o Rusia. La dominación imperialista es una estructura social y política de conjunto, no se reduce al entreguismo (en varias ocasiones, gobiernos revolucionarios han contemplado ofrecer concesiones a compañías extranjeras).
La camarilla gobernante de Venezuela procura hacer frente a la amenaza del imperialismo yanqui con métodos burocráticos, militares (o sea opresivos), entreguistas y, a la larga, insostenibles. Intenta hacerlo también con algunos países de la UE, que se encuentran afectados por la guerra económica lanzada por Trump. El canciller español, Joseph Borrell, en su reciente paso por Argentina, no se privó de denunciar a Trump por el fracaso de la operación Guaidó (La Nación, 27/3), exigiendo que se haga cargo el que “organizó este diseño”.
Denunciar las limitaciones de los métodos de la camarilla militar venezolana frente a Trump y señalar su carácter, en última instancia, anti-obrero, no es lo mismo que poner en el mismo plano la ofensiva del imperialismo yanqui con la búsqueda de un apoyo ‘defensivo’ de parte de Rusia y de China. La única clase con intereses consecuentemente anti-imperialistas es la clase obrera.
Detrás de este escenario de confrontación, Putin y Xi está negociando con Tump y con la Unión Europea el destino de Venezuela, como parte de un paquete internacional. La cuestión de Ucrania ocupa un espacio central, al lado de la construcción de un segundo gasoducto de Rusia a Alemania, el destino de Siria, las alianzas militares en los Balcanes y el status internacional de Irán. Estados Unidos y la Otan han violentado todos los compromisos establecidos con Rusia para que Ucrania quedara afuera de la UE y de la Otan, en la década del 90. Como consecuencia de esto, Putin ha re-ocupado Crimea y apoya a la corriente secesionista en el este de Ucrania, e incluso intervenido en Siria. Ucrania por Venezuela o Ucrania por Siria ha sido un eje de la política de Putin. Recientemente, un referendo minoritario ha habilitado a que la ex república yugoslava de Macedonia ingrese a la UE y a la Otan. Es precisamente todo esto lo que está bloqueando ahora un acuerdo para sacar a Maduro del gobierno, aunque no al estamento militar del país – recurso decisivo contra una insurgencia popular. Al recostarse en Putin y Xi, Maduro y Padrino corren el riesgo de que un acuerdo por encima de ellos termine con sus cabezas.
Rusia y China no tienen los recursos para defender a Venezuela, no digamos para dominarla, y mucho menos para sacar a las masas venezolanas del hambre y la miseria a la que la han llevado el ‘chavismo’, por un lado, y el imperialismo, por el otro. Rusia es, en términos económicos, el equivalente a un estado de mediano porte de Estados Unidos. La restauración capitalista la ha puesto en una condición de decadencia que amenaza su existencia nacional. China exhibe un desarrollo capitalista potente, pero no desempeña un rol independiente en la economía mundial, en tanto su clase capitalista sigue bajo la tutela de un estado burocrático. Una y otra están negociando con el imperialismo a espaldas de las masas venezolanas e incluso del gobierno. Ambas son conscientes de que el régimen actual es incapaz de desarrollar una salida al derrumbe industrial y social. Esa negociación es una pulseada que incluye el telón de fondo de agresiones y guerras. Lo que para Venezuela aparece como una autodefensa transitoria, para los regímenes de Rusia y China tiene una finalidad reaccionaria, que es acomodar sus intereses con el imperialismo yanqui.
En este contexto de conjunto, poner en pie de igualdad la acción del imperialismo yanqui contra Venezuela con la de los restauracionistas ruso y chino, es una posición pro-imperialista.
Solamente mediante una acción colectiva internacional de la clase obrera, la defensa de Venezuela contra el imperialismo yanqui del fascista Trump, puede convertirse en una salida para los explotados venezolanos.
Jorge Altamira
31 de marzo 2019
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