viernes, 25 de enero de 2019
La intervención yanqui en Venezuela
La decisión de Trump de otorgar el reconocimiento diplomático a Juan Guaidó, el presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, acompañado por sus secuaces en la OEA, constituye un golpe de estado ‘sui géneris’ - específicamente internacional. Transfiere en forma unilateral la soberanía de Venezuela a un gobierno ‘autoproclamado’, en una suerte de ficción que convierte a EEUU en el ‘custodio’ de los activos y recursos del país en el exterior, en violación de todo el derecho internacional. Es lo que ocurre, por ejemplo, con el depósito de las reservas de oro de Venezuela en el Banco de Inglaterra, que de todos modos éste ya se había negado a repatriar, anticipando el golpe. Es lo que ocurrirá con los flujos de dinero del comercio exterior venezolano. Asistimos a un golpe de estado de origen externo y alcance global.
Dos golpes en uno
Cada pieza de este golpe de estado ha sido articulada meticulosamente, al punto que Guaidó no asumió ante la Asamblea Nacional sino en la plaza pública, sea para sortear disidencias internas o para evitar el arresto del conjunto de sus integrantes. La autoproclamación, sin embargo, le quita la legitimidad política que reclama para sí mismo, porque representa un golpe de estado contra sus propios mandantes. La metodología golpista que se ha puesto en marcha sigue una línea largamente aplicada por el imperialismo estadounidense, a través de sanciones sistemáticas contra estados soberanos, sus compañías y funcionarios, como ha venido ocurriendo con Irán, Rusia, China, incluso Francia y Alemania. En las semanas recientes, Trump ha amenazado a Gran Bretaña con rechazar la posibilidad de un tratado comercial si recula de su salida de la Unión Europea – el Brexit. No sorprende entonces que la mayoría de los gobiernos europeos sea remisa a seguir a Trump en el caso de Venezuela. La ONU, o sea la famosa ‘comunidad internacional’, no acompañó todavía el golpe y declaró su disposición a “facilitar” negociaciones entre las partes.
La decisión de Trump de ignorar la ruptura de relaciones diplomáticas ordenada por Maduro, representa una suerte de injerencia territorial del imperialismo en Venezuela, pues convierte a su embajada en un virreinato. Es probable que Maduro responda con un bloqueo de la sede diplomática – un corte de suministros y energía. Cuando algo similar ocurrió en Teheran, a principios de los 80, el presidente Carter intentó liberar el sitio por medio de comandos militares. Trump y sus secuaces han convertido a América Latina en un escenario de guerra, que involucra, en última instancia, también a Cuba. Esto ocurre cuando crecen las marchas de migrantes centroamericanos hacia el norte; cuando se agrava la confrontación militar en Colombia y el asesinato masivo de activistas sociales; y en plena crisis en Estados Unidos por la cuestión del muro con México. Se desarrolla, de este modo, un cuadro general de provocaciones. La prensa norteamericana habla abiertamente de una crisis constitucional en Estados Unidos. Los seguidores republicanos de Trump han comenzado a plantear una reforma constitucional que refuerce los poderes de emergencia del Ejecutivo estadounidense.
Un régimen sin salida
La intervención norteamericana ha renovado los bríos de la derecha de Venezuela, como lo demuestra la envergadura de las manifestaciones que convocó el miércoles pasado. Sus partidos principales, sin embargo, como Acción Democrática, han quedado rezagados o a la retaguardia en este escenario, que quedó copado por Guaidó y su camarilla de Voluntad Popular. De otro lado, varios observadores han señalado la aparición de manifestaciones anti-chavistas en la zona oeste de Caracas, hasta ahora bastiones del régimen de Maduro. También tuvieron lugar rebeliones militares en esa misma zona, acompañadas por apoyo popular. Esta modificación incipiente de la base social de la oposición, no implica todavía un cambio en el escenario de polarización política entre el chavismo decrépito, de un lado, y la derecha proyanqui, del otro. Desde hace un tiempo se manifiestan grietas en las fuerzas armadas de Venezuela, que no son inmunes al derrumbe social y político del régimen madurista. La Asamblea Nacional dictó una ley de amnistía a favor de los militares que se insubordinen – una promesa incierta de dejar en el olvido las acusaciones de corrupción contra un número indeterminado de individuos.
Crisis internacional
La reorganización capitalista de la quebrada economía venezolana se anuncia como absolutamente catastrófica, si no es mediada por una ayuda internacional extraordinaria, que el frente capitalista mundial no parece en condiciones de organizar, a la luz de la guerra económica en curso y de las tendencias a una depresión económica y un estallido financiero. Esta perspectiva explica las maniobras de todo tipo a favor de un entendimiento entre ambas fracciones en disputa.
La crisis venezolana se ha convertido, definitivamente, en internacional. Con Rusia, China, Turquía e Irán, de un lado, replica el alineamiento en la guerra en el Medio Oriente. Ha dividido a la política latinoamericana. La Alternativa Federal, que los kirchneristas han venido cortejando en Argentina con el planteo de la unidad contra el macrismo, ha abrazado con fervor el intervencionismo yanqui. Los ‘nacionales y populares’ enfrentan ahora un impasse irreversible. En Brasil, la familia Bolsonaro está siendo acusada de integrar grupos paramilitares; por otro lado, se ha reavivado el movimiento contra los tarifazos en el transporte (“passe-livre”), que en 2013 puso en jaque al gobierno Rousseff-Temer. Las características catastróficas de la reforma previsional que prepara el nuevo régimen promete una reacción popular y una crisis política en toda la línea. América Latina es un volcán. No lo es mucho menos el ‘imperio’, con la aceptación popular de Trump en caída libre y un futuro financiero de características explosivas.
Llamamos a una campaña internacional de la izquierda combativa y a un debate político de conjunto.
Fuera yanquis de Venezuela y de América Latina.
Abajo los gobiernos del ajuste y la represión.
Por Congresos de delegados obreros en Venezuela y toda América Latina
Por la unidad socialista de América Latina.
Jorge Altamira
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