Entrevista a María Fierro, fundadora de la Asociación de Personal de Plataformas (APP), y Juan Manuel Ottaviano, abogado laboralista
En Argentina se creó el primer gremio de este tipo de empresas que funcionan sobre la base del trabajo precarizado. Tuvo dificultades y represalias. Aquí, explican cómo funciona el nuevo modelo laboral, la flexibilización que representa y la ausencia del Estado ante el fenómeno.
La “economía de plataformas”, “Gig economy”, “economía de changas” o “uberización de la economía” son algunos de los nombres de un fenómeno que llegó para transformar el escenario laboral en Argentina. María Fierro es fundadora de la Asociación de Personal de Plataformas (APP) en la que se desempeña como secretaria adjunta de su comisión directiva provisoria. Protagonizó, junto con otros trabajadores de Rappi, la primera huelga del sector en la región. Juan Manuel Ottaviano es abogado laboralista, colaborador del CETyD (Unsam) y de Ueplas, miembro del equipo de profesionales que asesora a APP. Fierro y Ottaviano relatan el surgimiento, el trabajo conjunto y los avatares del nuevo sindicato de trabajadores de plataformas. María, de vez en cuando, saluda a algún compañero que pasa en bicicleta, iluminado por el naranja flúor del uniforme. Todos la conocen. Desde la empresa, están buscando bloquear el usuario que usa para trabajar.
–¿El problema es tu actividad sindical?
M. F.: –Seguramente. Después de la huelga me bloquearon y ahora estoy usando otro ID para poder seguir trabajando. Sufrimos el despido de la mitad de la comisión directiva provisoria de APP. Es un descabezamiento por persecución sindical y lo queremos discutir en la justicia.
–En una economía de plataformas, ¿cómo se organizan las y los trabajadores que se encuentran dispersos en varios puntos de la ciudad?
M. F.: –Primero fuimos formando grupitos de Whatsapp con los trabajadores que se juntaban en las esquinas o en las puertas de los locales esperando pedidos. Eran grupos más chicos hasta que actualizaron la aplicación. Ahí empezó a verse más gente sin actividad porque la empresa comenzó a asignar los pedidos. Entonces empezamos a conversar. Nos preguntábamos por los cambios en la aplicación, en los circuitos, en los pedidos asignados, etc. Así, en cuestión de días, organizamos la huelga, que consistió en conectarnos todos juntos en hora pico de un domingo del mes de julio, sin que nadie levantara pedidos. Eso provocó que empezaran a llamarnos desde Colombia. Los locales empezaron a llenarse de pedidos que nadie retiraba. Ellos nos veían reunidos porque nos tienen localizados con el GPS. Entonces nos convocaron a una reunión. En esa reunión, un compañero abogado les mostró que los términos y condiciones que estábamos firmando todos los días para usar la aplicación, nuestra herramienta principal de trabajo, no era coherente con nuestras tareas y se modificaba cotidianamente. Por supuesto, insistieron con la idea de que nadie nos obliga a trabajar. Al día siguiente cambiaron todos los términos y condiciones y los adaptaron a la nueva aplicación.
–Puntualmente, ¿qué reclamaban?
M. F.: –El motivo central de la disconformidad tenía que ver con el cambio en la aplicación, porque la propuesta inicial decía “vos podes ser tu propio jefe”, manejar tus horarios y además podíamos elegir los pedidos más convenientes, de acuerdo a la zona, el local, etc. Cuando se actualizó, se empezaron a asignar los pedidos y no teníamos la opción de elegir cuáles tomar y cuáles rechazar. Así, todos se vieron pedaleando más kilómetros por la misma plata. La aplicación comenzó a asignar pedidos que nadie elegía por tratarse de distancias muy largas, o recorridos imposibles. Entonces, a quienes rechazábamos pedidos nos empezó a bajar el porcentaje de aceptación. El problema es que con una aceptación baja, recibís los viajes más largos o remotos, esos que nadie quiere hacer.
–¿Ese porcentaje lo define el algoritmo?
J. M. O.: –Sí. Esto pasa en todas las plataformas: en algún momento tienen que idear algún sistema de asignación de viajes, pedidos o tareas y un sistema sancionatorio para quien no los cumple. Entonces, los trabajadores en pocos días se percataron de que no había ningún tipo de libertad, que no eran sus propios jefes, que no podían manejar sus horarios, ni sus tareas, sino que se las estaba asignando el mismo algoritmo. Cuando una tarea es rechazada, este tipo de sanción es una característica típica de cualquier relación laboral. El problema es que esto se da sin derechos fundamentales: sin salario fijo, jornada mínima, seguro de riesgo, etc. Hay una evaluación que determina la aplicación en función de las tareas aceptadas y hay otra calificación del cliente al repartidor. A veces las fallas son responsabilidad de los locales que entregan el pedido con demora, o de la propia aplicación, o avatares de la calle (embotellamiento, accidente, etc), pero quienes reciben la calificación son los repartidores. El problema es que esto implica, al final del día, menos trabajo.
–Otra característica llamativa es la despersonalización de estas relaciones laborales: el bloqueo, el porcentaje de aceptación, las calificaciones, la asignación de pedidos, etc.
M. F.: –Hace poco bloquearon a un compañero que aceptó hacer su recorrido habitual en compañía de Gonzalito Rodríguez, que cubrió un día típico de un trabajador de Rappi. Lo único que hizo fue mostrar en qué consiste este trabajo. Acá se bloquea muy fácilmente a cualquiera que a la empresa le moleste. Quienes nos organizamos, obviamente fuimos bloqueados inmediatamente.
–¿Cómo surgió la creación de un nuevo sindicato?
M. F.: –A partir de la protesta, tuvimos la reunión con los directivos de Rappi. Luego de eso, nos visitó Asimm (Asociación Sindical de Motociclistas, Mensajeros y Servicios). Nos dijeron que no iban a permitir lo que estaba sucediendo y nos invitaron a la sede del sindicato. Tuvimos otra reunión con la empresa y con ellos, en la cual llegaron a un acuerdo que no nos representaba: negociaron el blanqueo de varias motos que no conocíamos. En esa época, éramos una mayoría de bicicletas. Lo que hicieron fue incorporar a 22 afiliados suyos (de un total de 7 mil ID en ese momento). Entonces, esto llevó a un conflicto porque no aceptamos esta negociación.
J. M. O.: –Investigando todo esto nos dimos cuenta de que la Cámara de Empresas de Mensajería tiene una plataforma. Las personas que trabajan para ellos también lo hacían en Rappi. Es decir, estaban registradas en una de estas empresas de mensajería pero trabajando para la plataforma de Rappi sin registro. Entonces, lo que hizo el sindicato fue entregar la huelga e intentar ingresar a más gente en esta empresa de mensajería. Es claro que hay un acuerdo entre esta Cámara y las aplicaciones para distribuirse el mercado. Rappi, Glovo y otras aplicaciones tienen una rotación perfecta. Es decir, contrata trabajadores sin ningún tipo de costo –lo cual implica una competencia desleal– y al mismo tiempo puede despedir sin costo. Aplica algoritmos para que los repartidores que están hace determinado tiempo en la aplicación reciban los peores o no reciban pedidos y se vayan. Entonces en el lapso de 3 o 4 meses la plantilla de estas aplicaciones cambia casi por completo. Ahí los que se organizaron tomaron conciencia de que probablemente fueran a perder el trabajo ya que la aplicación tiene la potestad absoluta de despedir como quiere. Por lo tanto, con este nivel de conflicto con la empresa y con la estrategia del sindicato con los trabajadores que se estaban organizando prácticamente no había otra alternativa más que constituir un nuevo sindicato.
–¿Cómo se inscribe, en el panorama existente, este nuevo tipo de trabajadores y de organización?
J. M. O.: –Una concepción propia de algunos gremios que se enfrentan a estas aplicaciones es que no deberían existir y por lo tanto no debería existir este trabajo. Entonces, cuando los trabajadores de plataformas se organizan, reciben de otros gremios un rechazo total. Lo que veo es que hay un interés legítimo de los sindicatos tradicionales que no pueden desplegar una estrategia inteligente frente al avance de estas aplicaciones. Un fenómeno similar sucede entre la actividad de los taxis y Uber. Es decir, cámaras empresarias y sindicatos que se alían en contra de la plataforma y de los choferes de plataformas. Me parece una estrategia legítima pero no eficiente para lidiar con una nueva economía, con una nueva forma de comerciar, de marketing, de organización del trabajo, etc. Creo que es una estrategia equivocada que los trabajadores se adecuen a los intereses de los patrones en contra de nuevos patrones tecnológicos.
–¿Se asesoraron, conversaron e intercambiaron experiencias con el resto de los sindicatos para construir su espacio?
M. F.: –Los otros sindicatos nos escucharon, brindaron su apoyo, aconsejaron e invitaron a participar de charlas. Pusieron la problemática sobre la mesa. En la presentación del libro de Tali Goldman, La Marea Sindical, estuve reunida con Virginia Bouvet, de metrodelegados. También hablamos con Foetra; tuvimos reuniones con la CTA, con Hugo Yasky y con la CGT. En realidad recibimos mucho apoyo.
–El desembarco de este tipo de economías parece inevitable. ¿Consideran que la llegada de estas plataformas a la Argentina fueron favorecidas por el contexto sociopolítico?
J. M. O.: –La expansión de la economía de plataformas es un hecho. Evidentemente hay un nuevo mercado. Hay una nueva manera de generar mercados y oportunidades de empleo. El problema es que la economía de plataformas, así como está planteada hoy, está generando empleo precario en todas las ciudades del mundo. Sobre todo en las grandes ciudades. Pero también es cierto que se expanden mucho más rápido en economías sumergidas o en períodos de crisis. Además de señalar como causa que hay una crisis de empleo en Argentina, hay que decir que la mayoría de los empleos que se crean en Argentina son precarios, a plazo, monotributistas, monotributistas sociales, etc. Desde APP monitoreamos la expansión de Rappi, pero también de otras plataformas. El crecimiento que tuvieron en un año es exponencial: desde febrero, pasaron por Rappi más de 20 mil trabajadores en todo el país. Esto no quiere decir que esa sea la cantidad de trabajadores permanentes en la empresa, lo que significa es que hicieron la capacitación y prestaron servicio, en todo el año, más de 20 mil trabajadores. Todo esto está exhibido en las estadísticas como empleo precario. Claramente guarda una relación la expansión de la economía de plataformas, en estas condiciones, con las estadísticas que se exhiben de la expansión del empleo precario. Creo que hay una expansión generalizada de este tipo de economía, pero es cierto que en Argentina se da en este contexto de relaciones laborales y eso profundiza el grado de precariedad de la expansión. Lo cierto es que la economía de plataformas genera oportunidades de empleo, el tema es en qué condiciones se da esto. La precariedad pasa porque en el siglo XXI se están dando relaciones laborales como si estuviéramos en el siglo XIX.
–¿Cómo se posicionan los Estados frente a esta expansión de la economía de plataformas y el consecuente crecimiento del empleo precario?
J. M. O.: –Hay un temor de los Estados que desincentivan este tipo de modelos y, por lo tanto, frenan la creación de este tipo de empleo. La pregunta es ¿para qué crear esta cantidad de empleo en estas condiciones? Sobre todo porque la mayoría de los trabajadores de estas plataformas son migrantes. Pero además hay que tener en cuenta que las personas contratadas por estas plataformas trabajan pocos meses y son sometidas a esfuerzos físicos enormes. Cuando quedan finalmente sin trabajo eso trae consecuencias sociales muy graves. A medida que se vayan percibiendo estas consecuencias sociales, no sólo laborales, los Estados van a tener que prestarle más atención a esta situación. La solución puede ser regulatoria o con alguna política de contención. Incluso se pueden considerar soluciones mixtas, para garantizar ingresos mínimos, para que haya seguro de riesgos, para que se limiten las horas de trabajo. Actualmente, la plataforma te incentiva a trabajar cada vez más horas y se genera una competencia que hace que las jornadas se extiendan hasta 15 o 17 horas. En Europa ya se está discutiendo cómo organizar la jornada para este tipo de plataformas y lo mismo va a tener que suceder en Latinoamérica. Más allá del signo político de cada gobierno. El sindicalismo comprendió que este modelo, así como está planteado, más que un peligro para los standards de trabajo decente, lo es para el trabajo en sí. Nadie cree que este modelo sea parte del sueño emprendedor.
–Sobre la solución regulatoria, ¿considera que la normativa se tiene que adecuar o hay que generar un nuevo marco?
J. M. O.: –Lo que creo es que cualquier tipo de regulación tiene que ir en este sentido que mencioné: ingreso básico, libertad sindical, seguro de riesgos, jornada de trabajo, etc. Creo que ese proceso se va a dar. A través del reconocimiento de este tipo de relaciones laborales tradicionales o bien con regulaciones específicas. Hay que estar muy atentos. En Argentina, hay un proyecto de reforma laboral que está latente. Creo que ya está sepultado. Sin embargo, es alarmante porque contiene una propuesta que es la de crear un estatuto de los trabajadores autónomos. Eso vendría a ser la desregulación de este tipo de relaciones. A veces, ante la urgencia de regular se puede caer en el fortalecimiento de una reforma flexibilizadora. Una reforma de este tipo sería catastrófica para los trabajadores de la economía de plataformas. Porque si se crea este tipo de empleo, con este nivel de precariedad y además se le agregan leyes flexibilizadoras, después es muy difícil volver a discutir cómo incorporar una clave de derechos. Entonces, creo que hay que ser delicados en cuanto a la urgencia de una regulación sobre el tema. Actualmente, centros de estudios, juristas, investigadores, están tratando de entender el fenómeno. Si se da una reforma regulatoria antes de la comprensión del fenómeno puede ser contraproducente. En el seno del gobierno también se está dando este debate. En este marco creo que hay que destacar el reconocimiento de la organización de los trabajadores de plataformas. Esto también lo está discutiendo el sindicalismo argentino que tiene una tradición de enorme dinamismo. Todos los actores sociales se están enfrentando a un dilema, que creo que es el dilema más actual: cómo incorporar todo esto dentro de un esquema de derechos.
Julia Goldenberg
Página/12
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