jueves, 17 de enero de 2019
Cumbre Macri - Bolsonaro: reaccionaria y de crisis
El Mercosur viene haciendo agua y los anuncios del gobierno brasileño apuntarían a darle un tiro de gracia
El encuentro entre Macri y Bolsonaro incluyó una amplia agenda reaccionaria. Ambos presidentes han declarado ilegítimo el nuevo mandato de Maduro y realizaron una declaración conjunta, condenando al gobierno bolivariano. Macri ha encabezado, desde su asunción, la campaña regional contra el líder venezolano, al que propone aislar todo lo posible. Pero no hay que descartar que las conversaciones, a las que no estaría ajeno el gobierno estadounidense, vayan más lejos. Por lo pronto, los medios resaltan que “la postura de Bolsonaro es más dura aún y no descarta llegar a las armas si es necesario para sacar a Maduro del poder” (El País, 16/1).
El encuentro fue la oportunidad para apuntalar una escalada represiva. La lucha contra el narcotráfico y la delincuencia también estuvieron presentes en la agenda bilateral. Bolsonaro hizo de la mano dura contra la violencia urbana una de sus promesas de campaña electoral y acaba de dar un primer paso para flexibilizar la venta y portación de armas. Esto es una vía para reforzar en el país vecino un Estado policial y la injerencia militar que se ha ido intensificando los últimos años. En ese marco, avanzar en el ataque y persecución a la izquierda, los luchadores y la protesta popular. Bolsonaro viene planteando la necesidad de poner fin al peligro "rojo" y acaba de anunciar la necesidad de una depuración ideológica del Estado, erradicando al “comunismo” de su seno, lo que implicaría apartar de la función pública, en forma masiva, a sectores designados bajo el mandato del PT.
El gobierno argentino, a su turno, ha aprovechado el triunfo electoral del capitán retirado para avanzar en el mismo sentido represivo. Al protocolo Chocobar del gatillo fácil se le suma, ahora, la baja de la edad de imputabilidad de los menores y la expulsión de los extranjeros. El macrismo apunta a convertir la inseguridad en uno de los caballitos de batalla de la campaña electoral, procurando sacar del foco de la atención los estragos económicos y sociales que viene provocando en todos los planos el derrumbe de su propia política.
De todos modos, un curso de “bolsonarización” choca con algunos de sus aliados en Cambiemos. El gobierno argentino va a estar obligado a navegar en aguas contradictorias en el accidentado itinerario del proceso electoral que arranca ahora y que se prolongará hasta fin de año, surcado por la multiplicación de elecciones provinciales intermedias.
La lucha contra el narcotráfico y una cooperación más estrecha entre las fronteras, en particular en la triple frontera, es parte de un operativo que cuenta con la bendición de la DEA y el Departamento de Estado norteamericano, y se inscribe en los planes de la Casa Blanca por reforzar su presencia militar y política en la región. Estos planes incluyen la instalación de bases militares, y vienen formando parte de las conversaciones entre el nuevo gobierno brasileño y la Casa Blanca. Por lo pronto, se anunció una semana atrás que se había sellado un acuerdo en la materia con la instalación de una base en el Amazonas, aunque, días después, Bolsonaro dio marcha atrás. El presidente brasileño también va a tener que transitar por aguas turbulentas y se pondrá a prueba si cuenta con los medios políticos y economías para gobernar.
Mercosur y crisis
De todos modos, la coincidencia en estos aspectos no alcanza a disimular el escenario de crisis que envuelve la relación entre ambos países y que está lejos de revertirse. El Mercosur viene haciendo agua y los anuncios del gobierno brasileño apuntarían a darle un tiro de gracia. Brasil, empujado por su neoliberal superministro de Economía, Paulo Guedes, pretende que cuanto antes se modifiquen las reglas del bloque para que se permita que sus miembros sellen acuerdos de libre comercio bilaterales con otros países y bloques. Esto implicaría un golpe letal a la deprimida economía argentina frente a una mayor competencia, en especial de Estados Unidos pero también de China, en el mercado brasileño. No olvidemos que el país vecino sigue siendo uno de los principales destinatarios de las manufacturas argentinas. Ni qué hablar que esta apertura de Brasil constituiría una cabeza de playa para que, triangulación mediante, esa avalancha importadora se extienda a la Argentina. El gobierno macrista aspira a que ese proceso no sea brusco por medio de una "flexibilización" del Mercosur gradual y consensuada. Pero éstos no son los planes de Brasilia. Por eso, la prensa dijo que el encuentro no resuelve la tensión y el empantanamiento reinante. “La máxima aspiración del mandatario brasileño en la reunión con Macri es escucharlo y ganar tiempo hasta definir qué actitud tomar con la Argentina y con el bloque regional” (La Nación, 16/1).
Algunos comentaristas destacan que Bolsonaro ha “aprendido” de la experiencia recorrida que no funciona el "gradualismo" y que, desde el arranque, debe empeñarse en una política de shock, implementando las reformas y el ajuste que pregona. Pero, atención, que un ritmo "exprés" puede provocar que descarrile antes. El remedio, en muchos casos, puede terminar siendo peor que la enfermedad. La ofensiva de Bolsonaro tiene que atravesar la prueba de la lucha de clases y arbitrar entre los intereses encontrados de la burguesía, que surcan, también, la coalición heterogénea de gobierno que él encabeza.
Pablo Heller
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