sábado, 26 de enero de 2013

Una ruptura en el PCR



En los primeros días de este año, cobró carácter público una ruptura en el Partido Comunista Revolucionario, cuya importancia éste minimiza. El “Comité por la Reconstrucción del Comunismo Revolucionario” (CRCR) se adjudica la mayoría de la regional Capital, de Bahía Blanca y otras del interior. El comunicado de los disidentes denuncia a “una mayoría que consolidó una línea oportunista de derecha, expresada en una alianza con grupos económicos como El Tejar, Banco Santander, entre otros”. El Tejar es uno de los pooles de siembra más grandes del país. Según la fracción, le suministró fondos a la CCC a través de una fundación; el Banco Santander le financió la producción de electrodomésticos a la recuperada fueguina Renacer (orientada por la CCC), para que sus electrodomésticos fueran vendidos por el grupo Garbarino. El PCR no desmiente estos vínculos; los caracteriza como una “relación con sectores del enemigo, que no debíamos de ninguna manera confundirla con una alianza política y, mucho menos, con una relación entre amigos”. Esos vínculos fueron el producto de la alianza política con el capital sojero en la crisis de 2008, que fue presentada como “obrero-campesina”. En el apoyo a la Mesa de Enlace, la CCC y el PCR jugaron un lugar protagónico. Según relatan los disidentes, este acuerdo alentó a los sojeros a “contar con sus propios piqueteros”. También a disponer un fuerte apoyo económico a la CCC, por un lado, y a la fracción del MTD que encabezó el “Toti” Flores, por el otro. La fracción rupturista denuncia que la CCC de La Matanza le suministró fiscales al partido de De Narváez, en ocasión de las elecciones de 2009. El abstencionismo electoral del PCR, por lo tanto, era la pantalla de una furiosa colaboración electoral.
La ruptura ha sacado a la luz un proceso de cooptación política que nada tiene que envidiarle al que desenvolvieron con el gobierno los D Elía o Pérsico, sólo que -en el caso de la CCC- tuvieron del otro lado del mostrador a personeros políticos y económicos de la burguesía opositora.

Reconstrucción

La propia denominación de los disidentes -Comité por la Reconstrucción- deja claro que su propósito es reencauzar una tradición partidaria. Es claro que el comité disidente no ve la crisis como la etapa avanzada de una evolución política. Pero, para el PCR, ya el gobierno de Isabel Perón “representaba en general los intereses de la burguesía nacional tercermundista (y) tomó medidas que aunque reformistas tenían un carácter antiimperialista y antiterrateniente” (Hoy Nº 602, 20/3/1996); o el apoyo a Luder y Herminio Iglesias en 1983, o la integración a las listas del menemismo, en 1989, al que continuaron apoyando hasta 1994. El PCR no ha logrado explicar por qué, después de haber agitado durante un lustro la perspectiva de un “Argentinazo”, estuvo ausente de él.
Siguiendo a D’Elía y a la CTA, presentaron a las masas en la calle como parte de “un golpe de derecha” y ensayaron desde la izquierda una última tentativa de rescate del gobierno de la Alianza. Cuando el fuego del 20 de diciembre aún no se había apagado, Alderete con D Elía corrieron en apoyo del recién ungido Rodríguez Saá, y sus promesas de creación de un millón de empleos. Bastante antes de las cooptaciones kirchneristas, la CCC tramitaba la suya con el gobierno de Duhalde. Esto explica su ausencia en el Puente Pueyrredón del 26 de junio de 2002. La actual disidencia coloca como punto crucial de la ruptura al entrelazamiento político- empresarial de la CCC con la burguesía opositora, pero esto no es de hoy. En este punto, Alderete y sus seguidores sólo cambiaron de signo. El primer kirchnerismo encontró a la CCC inaugurando comedores con Kirchner y Solá en La Matanza. En aquella oportunidad, para Alderete el gobierno “va más allá de gestos”, e incluye también “hechos de producción” (La Nación, 13/1/2004). En los años posteriores, Balestrini y el intendente matancero Espinosa inauguraban con Alderete viviendas construidas por las seudocooperativas de la CCC. En el plano político, el PCR saludaba la creación de Enarsa como factor de soberanía petrolera. El PCR sólo rompió con el gobierno cuando lo hicieron Alberto Fernández o Bárbaro, hacia la burguesía opositora.
Los disidentes reivindican la figura de René Salamanca, el cual, según Beatriz Sarlo- era un opositor al apoyo a Perón-Isabel. La tradición de Salamanca iría en contra del bloque con la burguesía nacional. El PCR ha llevado a extremos mayores el seguidismo a la burguesía nacional que caracterizó al partido comunista.
La carta de los rupturistas nada dice sobre la adhesión del PCR al Frente Amplio Progresista de Binner, cuando habría podido ligarla al boque con los ‘pooles de siembra” que sí denuncia. Los disidentes militan en Proyecto Sur, pero no rememoran el apoyo de Solanas, Lozano y De Gennaro a las posiciones de la Federación Agraria -en la Mesa de Enlace aún hoy. Solanas acepta un frente con la UCR y con Prat Gay, siempre que apoyen su candidatura a senador. En función de las críticas que hacen a la alianza sojera del PCR, los compañeros que rompen con esa política deberían actualizar sus propias posiciones, a riesgo de quedar como inconsecuentes.

Significado

Las rupturas en el PCR no son infrecuentes, si bien no llaman la atención. Ocurrió con un dirigente notable, el ‘Perro’ Santillán, y son frecuentes las escisiones en el norte del país. En otros lugares -Brasil, Venezuela- la corriente maoísta se ha desplazado fuertemente a la derecha. En Argentina ha provisto figuras importantes al personal de la burguesía, como gobernadores, vice gobernadores y consejeros en funciones. ¿Podemos enmarcar a la presente en un marco singular, más amplio? ¿Nos dice algo respecto a un proceso que involucraría al conjunto de la izquierda? Creemos que se inscribe, en primer lugar, en el marco de las fuerzas desatadas por la bancarrota capitalista mundial, que obliga a redefinir perspectivas históricas. Por otro lado, se inscribe en el acabose del kirchnerismo, porque esto plantea el desafío de su capitalización por la izquierda combativa o extraparlamentaria.
El desarrollo del Frente de Izquierda, en la campaña de 2011, ha puesto en evidencia las enormes energías y posibilidades disponibles. El contraste entre la mediocridad del desarrollo político y organizativo del PCR, penosamente a la cola de un Binner, contrasta con las expectativas que desató y sigue desatando el Frente de Izquierda. Otto Vargas les dice, muy claramente, a sus hoy ex compañeros que no tendrían otro destino que el “frente de Altamira y Castillo”. Esta escisión aparece, entonces, como un síntoma del realineamiento político que la crisis mundial, el derrumbe de los K y el desarrollo de la izquierda revolucionaria le plantea a numerosos sectores combativos. La existencia de una referencia anticapitalista consecuente desenmascara las penosas especulaciones políticas de una izquierda que actúa como colectora de los partidos de la gran burguesía y el capital financiero.

Marcelo Ramal

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