sábado, 19 de enero de 2013
¿Qué diría Jesús?
Una muy mala noticia para aquellos católicos que se habían alegrado cuando los obispos alemanes resolvieron convocar a expertos universitarios para hacer una profunda investigación sobre los abusos sexuales de sacerdotes y docentes católicos, cometidos contra menores de edad, alumnos de escuelas, colegios e internados de esa religión cristiana. Esta medida, por primera vez en la historia del catolicismo, había sido resuelta por las máximas cabezas de la Iglesia alemana ante las repetidas denuncias de esos abusos contra niños y adolescentes.
Todos aplaudieron esa medida tan profunda de autocrítica y creyeron que iba a ser el primer paso de la Iglesia Católica oficial para abandonar la obligación de la “castidad” de por vida que deben jurar todos aquellos que eligen el sacerdocio como dedicación de sus vidas. Exigir la castidad es nada menos que poner del lado del mal y del pecado al amor, tal vez lo más preciado en la vida del ser humano. Y, también, una especie de demonización del cuerpo de la mujer.
Todo eso ha llevado a que se produjeran delitos, los cuales nunca se juzgaron oficialmente, pero han subsistido durante siglos entre los sacerdotes, monjes y los llamados hermanos católicos. Aunque siempre, en todos los países católicos del mundo, fue un tema oculto pero del cual se hablaba con vergüenza. Por eso, esa actitud de los obispos alemanes de hace dos meses cayó como un acto de coraje civil al ser la primera de las iglesias del mundo en llevar el tema a la opinión pública.
En estos días, sin embargo, acaba de producirse un vergonzoso retroceso de la investigación que fue encargada al Instituto de Investigaciones Criminológicas de Alemania, entidad que preside el especialista holandés Christian Pfeiffer, consagrado investigador en toda Europa. Cuando la investigación estaba llegando a su término, el obispo alemán de Tréveris, Stephan Ackermann, en nombre de todos los obispos alemanes, acaba de retirar la investigación al instituto oficial que preside Pfeiffer, aduciendo que la “confianza en el instituto ha llegado a su fin” por la “conducta comunicativa del profesor Pfeiffer”. Este ha reaccionado de inmediato diciendo que los obispos comenzaron a censurar su investigación negando las actas internas de la Iglesia por los delitos sexuales cometidos por sus representantes con menores de edad, y que se le comenzó a practicar una censura inadecuada para una investigación absolutamente jurídica, con todos los derechos de defensa de los religiosos acusados.
Así quedó lo que parecía un paso adelante de la Iglesia Católica, a siglos de su creación. Ultimamente comenzaron a salir a la luz todos los delitos cometidos por los religiosos en el caso de los niños. Los hechos tomaron estado público cuando llegaron las denuncias de los padres de los alumnos del Colegio de Jesuitas “Canisius” en Berlín. Luego, lo cometido por religiosos con miembros del coro de niños Domspatzen von Regensburg (“Los gorriones de la Catedral de Regensburgo”) y en el Aloisiuskolleg de Bad Godesberg. Esto último produjo la renuncia del arzobispo de Augsburgo a pedido del Papa. Varios sacerdotes fueron pasados a retiro y hasta en Tréveris se los despojó del título de sacerdote que abusaba. La Iglesia trató siempre de cubrir todos esos delitos ofreciendo dinero a los padres de las víctimas. Hasta que la opinión pública exigió una línea oficial antidelictiva contra los abusadores. De allí que la Iglesia aceptó esta investigación académica que ahora acaba de rechazar.
Ante esta medida oficial de la Iglesia reaccionó la ministra de Justicia del gobierno alemán, Sabine Leuheusser-Schnarrenberger, quien declaró: “Es una lástima que la Iglesia Católica haya rechazado esta investigación científica”. Esto podría haber ayudado a los católicos de todo el mundo porque era el inicio contra un silencio culpable. Lo que necesitábamos era saber la verdad a través de esa información científica. Esto destruye la confianza en la Iglesia Católica”.
Claro, son palabras bien justas, pero la misión del Ministerio de Justicia es comenzar él mismo una investigación sobre cada caso de violación que es un delito. ¿Por qué no participan ante crímenes cometidos por las iglesias? Todavía hay un temor que viene de siglos, y se sigue teniendo miedo al poder de tales instituciones construidas sobre bases denominadas espirituales, con el único respaldo de la denominada fe.
De cualquier manera, esta actitud negativa de la Iglesia va a tener sus consecuencias. El tema ha llegado a la mayoría de la sociedad. Ya no será posible ocultar. La Iglesia Católica deberá aprender de todo esto y debatir por fin en su interior si es lo mismo seguir exigiendo la castidad a sus representantes o permitirles el matrimonio, como ya lo exigió Lutero en el siglo XV. Y también deberían dejar de lado tener a su cargo establecimientos de enseñanza para niños y adolescentes, que han sido siempre el foco de esos delitos. Pero es la grey católica la que tiene que terminar de tratar esos temas como intocables y comenzar el gran debate interno en congresos, principalmente en las reuniones de la juventud.
La reacción de la opinión pública alemana ha sido tan grande que el obispo Ackermann tuvo que salir a explicar –mediante una conferencia de prensa– que se va a continuar con la investigación. En ese sentido abrió una línea telefónica adonde pueden llamar todos aquellos que han sufrido abuso sexual con religiosos de esa creencia. Además presentó informes donde se detallan 1800 casos de abuso sexual de niños por parte de docentes. También informó que se ha llegado a comprobar que muchos de los culpables usaron para sus actos la “autoridad de sus cargos”, al haber empleado sistemáticamente la confesión o las plegarias para vencer los “mecanismos de autodefensa” de los niños, para “ganar poder sobre los sentimientos de esos menores y jóvenes para entrar en su intimidad”. Palabras textuales. En muchos casos hacían aparecer los delitos como “expresión de amor por Cristo o del mismo Dios. En el 90 por ciento de los casos, las víctimas son niños y adolescentes varones”. Prometió por último el obispo “continuar con toda intensidad y consecuencia la investigación profunda de los hechos”.
Ojalá que este propósito se imite en todas las iglesias católicas de los diferentes países del mundo y se llegue por fin a debatir en su seno el tema de la “castidad” obligatoria.
Otro hecho de total irresponsabilidad y falta de moral acaba de ocurrir en Alemania. Dos hospitales de Colonia rechazaron la atención de una joven mujer que acababa de ser violada y se presentó para ser atendida y pedir también que se le diera la “píldora del día después”. Los directivos católicos de los dos hospitales se negaron a atenderla, diciendo que ellos estaban en contra de toda tentativa de aborto. El hecho se hizo público y la reacción fue tan grande que las autoridades del hospital llamaron a una conferencia de prensa para pedir disculpas y prometer que algo así nunca más volvería a ocurrir. Increíble. Un llamado más de atención ante la deshumanización de las religiones. ¿Qué hubiera pensado Jesús ante un hecho así?
Osvaldo Bayer
Desde Bonn, Alemania
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