viernes, 18 de enero de 2013

El saqueo de las ilusiones



1. EL 20 DE DICIEMBRE

Cuando en diversos actos la Izquierda recordaba la rebelión del 19 y 20 de diciembre de 2001, dos noticias inquietaban el preludio navideño, desatando la ira de quienes tienen las mesas llenas en Nochebuena -y en todas las noches-, y también de quienes creen descubrir frente a cada convulsión social una conspiración contra el gobierno. Desde Bariloche avisaban con carácter urgente que la policía provincial se preparaba para reprimir a la población del Alto (la zona más humilde de la ciudad). Decía el alerta: “El intendente junto a los comerciantes había prometido bonos de alimentos. Los supermercadistas se negaron rotundamente, desconociendo el acuerdo con el intendente. Ahora el Estado Provincial, el municipal, los empresarios de dos hipermercados conocidos y el canal TN están convocando a la policía, gendarmería y prefectura contra la población del Alto, congregada a la espera de alimentos”.
Desde otra región del país, la Multisectorial de Rosario alertaba sobre la emergencia social creada por el temporal que se había descargado el día anterior.
Cuando la tensión se iba acumulando por un efecto “contagio” más o menos inducido por diferentes actores, en las concentraciones y marchas que recordaban la rebelión de 2001 se reivindicaba lo que en ella hubo de “ya basta” a las políticas que empobrecieron violentamente a la población. El “que se vayan todos” de entonces, expresó el rechazo a las políticas de la democracia existente, a sus instituciones y partidos, y el derecho a la insubordinación frente al orden que implantó a sangre y fuego las políticas neoliberales y los gobiernos que las encarnaron -peronistas y radicales-, con un séquito progresista que los legitimó en nombre de lo posible.
Se recordaba que el gobierno de la Alianza -que en su momento se presentó como la alternativa ante el descalabro menemista de entrega del país-, concluyó con el presidente huyendo en un helicóptero y con los políticos que lo sostuvieron repudiados abiertamente por la sociedad.
En este 20 de diciembre, en la “desconcentración” de los actos recordatorios, empezaban a llegar noticias de saqueos y represiones que se expandían rápidamente. Atizaban los mismos ciertos punteros locales del peronismo, del radicalismo, ciertos “barrabravas” de los equipos de fútbol, y los discursos de los grandes medios de comunicación que informaban sobre amenazas de asaltos a supermercados en distintos puntos del país, incluidos algunos lugares en los que jamás se produjo otra cosa que una saturación de efectivos policiales y de Gendarmería.
Para el gobierno fue un buen momento para acusar a los líderes de las centrales sindicales, que un día antes habían convocado a movilizarse a la Plaza de Mayo a enfrentar las consecuencias económicas y sociales de la política kirchnerista, que en los últimos meses condujo al agravamiento de la situación de los trabajadores y trabajadoras.
Las legítimas demandas de la movilización de las centrales obreras -modificación del impuesto a las ganancias, incremento del salario mínimo, el 82% móvil para las jubilaciones, la universalización de las asignaciones familiares, el rechazo a la ley de ART (aseguradoras de riesgos del trabajo), la eliminación de los topes a las asignaciones familiares-, permitieron la alianza del sector de la CGT que se alejó en el último año del gobierno, liderado por Hugo Moyano, y la Central de Trabajadores Argentinos, liderada por Pablo Micheli. Se sumaron también diversos grupos sindicales vinculados a la Izquierda. Fuertemente cuestionadas las políticas de estos sectores sindicales, e identificado el dirigente camionero de la CGT por sus alianzas con los sectores más rancios de la burocracia sindical, es necesario recordar que formó parte del repertorio de sostenes del gobierno de Kirchner, hasta que consideró que no obtenía el protagonismo deseado.
Todos los argumentos utilizados en la actualidad por el gobierno para reprocharle sus pecados de origen, fueron olvidados o silenciados cuando era parte de la alianza hegemónica. También vale recordar que los modos principales de protesta del movimiento sindical no son los saqueos. Son precisamente los piquetes, las marchas, los paros, que se expresaron así el 19 de diciembre. Más allá de que algunos líderazgos intermedios hayan sido parte de la instigación a los saqueos en uno u otro lugar -como también pueden haber participado los punteros del Partido Justicialista desplazados en las internas locales, o algún puntero radical como acusaba el gobernador de la provincia de Río Negro-, construir una lectura conspirativa de lo sucedido no contribuye a comprenderlo, y al mismo tiempo, la criminalización del sindicalismo y de los movimientos populares fortalece su descalificación y las políticas de represión de la protesta social. La criminalización de la protesta social no es un recurso suficiente para detener las luchas, y menos para explicar la complejidad de factores que confluyen en los fenómenos sociales que involucran a grandes franjas de la población.

2. BAJARON LOS DEL ALTO

Relata la abogada de derechos humanos Marina Schiffrin, desde Bariloche: “Muchos jóvenes pobres comenzaron a saquear supermercados, y se generalizó. Bariloche es una ciudad de una desigualdad tremenda. Saquean comida y electrodomésticos, que ellos no pueden tener. Hay desocupación y bronca por la desigualdad. Los planes sociales no terminan de incluir.
Empezó un pequeño grupo y se generalizó en toda la ciudad. Tal vez, se dice, ayudados por un sector interno del peronismo; es probable. No todos pasan hambre, pero no se sienten parte. De hecho, son la parte pobre, los condenados a tener pocas aspiraciones, siempre en la cuerda floja”.
En Bariloche, ya en junio de 2010 se había producido una situación de extrema tensión, cuando los jóvenes de los sectores más humildes fueron reprimidos violentamente al bajar a la ciudad para protestar por el asesinato de tres de sus compañeros, muertos por la policía del “gatillo fácil”. Entonces denunciaba un documento de la Multisectorial contra la Represión y la Impunidad de Bariloche(1): “Con el dolor del crimen de tres jóvenes de nuestra ciudad, analizamos el (tras)fondo de los últimos quince años, lo que nos permite advertir que el proyecto de gobierno en Río Negro está ubicado en un umbral de violencia institucional absolutamente reñido con el respeto a la vida y a la libertad, un umbral de violencia de consecuencias sociales y políticas, inaceptable para el conjunto de ciudadanos y organizaciones que conformamos esta Multisectorial contra la Represión, por ser un retroceso en los pisos institucionales mínimos alcanzados en Argentina desde 1983”.
En diciembre de 2012 los jóvenes del Alto bajaron a la ciudad. Como entonces, la respuesta fue la represión policial. Escriben las periodistas Silvana Melo y Claudia Rafael(2): “Un mínimo, con las intenciones más dispares, enciende las rabias contenidas. Y los del Alto bajan. Como lo hicieron en junio de 2010… Bajan los del Alto, y cuando bajan se hacen visibles y vienen con piedras y rabia atávica, y ponen los pelos de punta de gobernadores, intendentes y dirigentes que se echan chispas por el poder, y depositan en los pobres una sobreestimación de anarquistas e izquierdistas en franco camino de toma del poder, legionarios del apocalipsis zombie, o narcotraficantes superorganizados: el gobernador Alberto Weretilneck responsabilizó por los saqueos a ‘grupos ligados al narcotráfico’ e ‘integrantes de organizaciones políticas de carácter anárquico, que vienen extorsionando a las distintas autoridades’. Su archirrival, el senador Miguel Pichetto, apuntó contra ‘grupos duros con posiciones anarquistas’ y origen en la ‘extrema izquierda’, que poseen características delictivas… La complejidad extrema de la verdad a veces suele reducirla a un griterío de mentiras que confluye y se ensambla. Los del Alto olvidado bajaron a salpicar las joyas del Bajo, porque la inequidad es brutal, la pobreza confinada y escondida, el contraste obsceno y la dádiva oficial, vergonzosa y mezquina”.

3. ROSARIO 2012

El 19 de diciembre, un temporal azotó a la región de Rosario, Santa Fe y otras ciudades, aumentando la vulnerabilidad de quienes sufren especialmente las consecuencias de esas tormentas, para las cuales las ciudades siguen sin estar preparadas. Llueve sobre mojado. El 20 de diciembre, la Asamblea Multisectorial de Rosario, la ciudad que vio nacer al Che, distribuía un alerta en el que se decía: “Denunciamos el estado de emergencia social. A 11 años del 19 y 20 de diciembre de 2001, los problemas de fondo vuelven a emerger: la falta de políticas de infraestructura de parte de los tres niveles del Estado -nacional, provincial y municipal- que genera que, más allá de los discursos progresistas, amplios sectores de la sociedad vivan en un estado de permanente precariedad. Expresamos nuestra preocupación y rechazo ante la respuesta represiva que está dando el Estado ante las demandas populares”. Después de detallar distintas represiones producidas, la declaración -firmada entre otras organizaciones por la Central de Trabajadores Argentinos, Regional Rosario, Asociación de Trabajadores del Estado, los docentes de AMSAFE, la Corriente Clasista y Combativa, Pueblos Originarios en Lucha, CEPRODH, Cuba MTR, partidos de Izquierda y otros, concluía: “A once años del 19 y 20, las organizaciones sociales, gremiales, políticas, de derechos humanos y estudiantiles de la Multisectorial Rosario decimos que no estamos dispuestos a permitir que una vez más la respuesta a la protesta social sea la represión. El Estado debe garantizar la integridad de las vecinas y los vecinos que están reclamando por sus derechos”.
También el Frente de Organizaciones de Base (FOB) de Rosario, el mismo 20 de diciembre, alertaba: “No sólo que no se han hecho las obras correspondientes a desagües pluviales, pavimentos y cunetas, sino que también hemos sido afectados por la pérdida de numerosos bienes en muchos domicilios”.
La gente está cansada de perder y faltaban pocos días para las fiestas. Los saqueos se multiplicaron. Si el Estado no repara, la respuesta pasa a ser la acción directa. Una mujer de 36 años y un hombre murieron tras ser baleados en medio de los saqueos a supermercados en Rosario. El hecho se produjo en medio de un clima de tensión que incluyó al menos 25 ataques a comercios, en donde tomaron por la fuerza supermercados, mueblerías y distintos negocios. Los saqueos se extendieron ese día a otras ciudades de la provincia de Santa Fe, Río Negro, Provincia de Buenos Aires, entre otras. Según cifras proporcionadas por la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), fueron saqueados 292 locales en 40 ciudades; calculándose las pérdidas en 26,5 millones de pesos. En la represión hubo varios heridos, dos muertes en Rosario y más de 500 presos y presas en todo el país(3).

4. ALGUNAS POSIBILIDADES DE INTERPRETACION

Analiza la socióloga Maristella Svampa(4): “Los saqueos constituyen un repertorio de acción colectiva -espontánea u organizada, según los casos, y a veces de modo sucesivo y combinado- de los sectores populares, asociados a momentos de crisis. El sociólogo Javier Auyero ha hecho interesantes trabajos sobre el tema y ha hablado de los saqueos como una ‘zona gris’, señalando que no habría discontinuidades entre práctica cotidiana y violencia colectiva, aunque el autor coloca demasiado el acento en la articulación entre saqueos, punteros y dirigentes partidarios (del Partido Justicialista) en sus análisis de lo sucedido a finales de 2001. Desde nuestra perspectiva, esta hipótesis -como recurso de los sectores populares en tiempos de crisis, ya instalado en la memoria colectiva- debe ser puesta en perspectiva socio-geográfica, esto es, tener en cuenta el lugar donde se originaron los saqueos. Se trata nada menos que de Bariloche, la ciudad turística más emblemática de la Patagonia y, a la vez, paradigma de la fractura socio-espacial. No es la primera vez que Bariloche nos sorprende con sus imágenes extremas… La impunidad y la desigualdad fueron potenciadas por la situación de emergencia económica que, desde 2011, atraviesa la ciudad (y otras regiones de la provincia de Río Negro y Neuquén) como producto de las cenizas del volcán Puyehue”.
Son muchos los factores que han incidido en el descontrol social. Es evidente que hay un deterioro de la situación económica por el impacto de la inflación, y porque como respuesta a la crisis, el gobierno ha suspendido muchos programas sociales. Es cierto también que la proximidad de una nueva ronda electoral en 2013 recalienta la interna peronista, que siempre se dirimió utilizando como base de maniobras a los sectores más vulnerables. Puede incidir en el mismo cuadro la intensa disputa sindical -que convive con la interna peronista-.
No se puede obviar, en este análisis, que los sectores de Izquierda del movimiento popular no han crecido como alternativa a las políticas del gobierno ni a las de la oposición conservadora. En estas situaciones no se encuentran recursos de lucha genuinos que den proyección a la tensión social, en un sentido de creación de alternativas. Tanto las políticas de cooptación desarrolladas desde el gobierno sobre los movimientos populares, como las políticas de criminalización de la pobreza y de la protesta social, han debilitado y horadado su capacidad de incidencia en los procesos sociales. Esto es lo que se ve en la postal del 20 de diciembre, con discursos encendidos en los actos, y el fuego quemando en las barriadas populares.
Las respuestas represivas ensayadas desde el gobierno nacional y desde los gobiernos provinciales han contenido temporalmente la crisis social. Pero ya sabemos: estas modalidades de respuesta, en un país que construyó un discurso político del Nunca Más, tiene también sus límites.
Lo que se abre como desafío es el debate sobre el país que estamos construyendo: se vuelve imprescindible poner en discusión las prioridades de la redistribución de la renta en un contexto de crisis, las políticas del acceso a la tierra de los campesinos y campesinas, detener los mecanismos sociales y jurídicos de precarización del trabajo, impedir el saqueo de los bienes naturales y la destrucción de nuestros territorios, ríos, bosques, de nuestras montañas y de la biodiversidad. Detener los desalojos de las familias campesinas. Detener el saqueo que las transnacionales vienen realizando de nuestras riquezas. Dejar de pagar la deuda externa. Cambiar el modelo impositivo. Avanzar hacia la soberanía energética, alimentaria y popular, estimulando el cambio en las pautas de consumo, la defensa de las semillas nativas, el combate a los agrotóxicos. Recuperar los derechos de los trabajadores y trabajadoras. Respetar el derecho de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos. Respetar la autonomía de los movimientos sociales. Cuidar de la vida de los niños y niñas en lugar de convertirlos en blanco del gatillo fácil. Confrontar con energías la fantasía del consumismo como el mundo prometido.
En este contexto, se expresan con fuerza los límites de las políticas simbólicas de derechos humanos cuando se violan los derechos de los más pobres. Es necesario reivindicar el derecho a la protesta, a la movilización, la libertad de expresión de puntos de vista y modalidades de acción diferentes al hegemónico. Frente al agotamiento del discurso progresista del mal menor, no alcanza con repetir rituales, ni alcanza con acciones de propaganda electoral de las izquierdas. Tenemos que pensar los caminos para revitalizar propuestas y proyectos de poder popular, que actúen sin miedo, con audacia, entre los y las despreciadas por el sistema. Con voluntad de crear caminos que desafíen el saqueo de las ilusiones, la malversación de las esperanzas de los pueblos y renueven los sueños de cambiar nuestras vidas, nuestras maneras de organizarnos y de luchar y de construir mundos nuevos.
Si en algo nos interpelan estas situaciones de dolor es para evitar la repetición de los discursos y propuestas que multiplican la vulnerabilidad de los y las olvidadas, y engordan la riqueza de los que en el brindis de las Nochebuenas no sienten los dolores de El Alto, de los barrios inundados de Rosario, de los muertos y muertas en distinta represiones, de quienes pusieron frente a las balas lo único que tenían: sus cuerpos… muchas veces por un plato de comida… o por un plasma, de esos que nos dice la TV que nos darán la felicidad.

Notas

(1) “Crímenes de Estado en San Carlos de Bariloche. Los sucesos del invierno del 2010. Un conflicto abierto”. Publicado en el libro Patagonia, criminalización, militarización y violación de derechos humanos en territorio ancestral mapuche, compilación de Patricia Agosto, América Libre, 2012.
(2) “Saqueos en una Bariloche partida y desigual”. Silvana Melo y Claudia Rafael para Agencia de Noticias Pelota de Trapo.
(3) Datos de “Saqueos y redistribución de la riqueza”, de Ulises Bosia, periódico digital Marcha.
(4) “Tres hipótesis y una realidad”, por Maristella Svampa, 23/12 en Perfil.

Claudia Korol
Punto Final

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